The Gradient Descent Party – La política y su destino en tiempos de la inteligencia artificial

May 16, 2023

La IA en la política plantea asimetría de información y riesgos como hipervigilancia y manipulación. Sin embargo, también podría potenciar la propia democracia y el bienestar. Ello depende de nosotros.

Introducción

A raíz del hype que están generando los modelos generativos, LLM como Chat GPT, Bard y demás o generadores de imágenes como MidJourney o Stable Difussion, mucho se ha estado hablando de la Inteligencia Artificial en estos días como nunca antes.

Como comenté tiempo atrás, la IA no es algo nuevo. Las herramientas más sofisticadas como el deep learning ya tienen algunos años con nosotros, pero en esta creciente sofisticación y en el desarrollo de procesadores o servidores que permiten que estas tecnologías tengan un mayor alcance se ha creado un punto de inflexión donde la gente comienza a ver con sus propios ojos cómo la Inteligencia Artificial comienza a penetrar dentro de sus vidas.

La discusión sobre la inteligencia artificial tampoco es nueva: filósofos como Nick Bostrom o Ray Kurzweil han escrito del tema desde hace bastantes años. Lo que pasa es que, a raíz de los últimos avances, la gente la siente en sus manos y ello hace que se planteen muchas preguntas con respecto a estos avances tecnológicos que fácilmente podríamos considerar más importantes que la invención de la imprenta.

¡Vaya época nos tocó vivir!

Claro, uno de los temas que más vienen a la mente es el de la singularidad o la Inteligencia Artificial General (AGI) en la cual las máquinas van a ser más inteligentes que los seres humanos y sobrepasarán su control. Aquí la discusión tiende a ser mixta: hay quienes se atreven a ponerle fecha y quienes lo ven como algo demasiado lejano como para preocuparse.

Frente a los avances de la IA, hay reacciones diversas: algunos se inclinan hacia el entusiasmo, pero otros (y tal vez los más) guardan algo de escepticismo como ocurrió con Geoffrey Hinton, el ingeniero de Google que renunció a raíz de los posibles daños que la IA podría causar, Yuval Noah Harari, quien ya había mostrado preocupación unos años atrás en sus libros o Eliezer Yudkowsky, quien plantea también un panorama algo pesimista.

Claro, esta reacción es natural ante algo que avanza tan rápido, cuyo futuro no se puede predecir y que, por tanto, causa mucha incertidumbre. El escepticismo es natural ante lo desconocido porque ello nos permite, de alguna u otra forma, adaptarnos y tomar medidas ante lo que viene para que así, dentro de lo posible y siempre de forma muy imperfecta, se amplíen los beneficios y se reduzcan las externalidades.

Y si así no lo hiciere, que el algoritmo me lo demande

Pero lo que toca en este artículo no tiene que ver con la singularidad que puede llegar en 20 o 500 años, sino con la forma en que los avances en la IA que estamos comenzando a ver va a afectar la forma en que nos organizamos, en que creamos instituciones y hacemos política.

Si de algo estamos seguros es que, a lo largo de la historia, los avances tecnológicos han traído sacudidas al orden social y a las estructuras de organización humana. Sería iluso que, tras una irrupción tecnológica, nuestra forma de entender al mundo e interactuar con éste se vaya a mantener de la misma forma.

Internet y las redes sociales son un ejemplo de ello. Estas tecnologías tienen poco tiempo con nosotros y no hemos tenido siquiera tiempo de comprender los efectos que éstas han creado en la política y en la sociedad. Se sabe que las redes sociales tienen un efecto importante en la polarización política actual y que, si bien, la polarización no es efecto directo de las redes sociales, si tiende a amplificarla considerablemente.

La inteligencia artificial es una irrupción bastante más abrasiva que las redes sociales. Las redes vinieron a modificar los canales de comunicación, interacción y consumo de contenidos, lo cual ya es algo considerable. Hoy se estudian sus efectos en la psique de los individuos, en la pérdida de privacidad, en la confianza institucional y demás. Pero los efectos directos de la inteligencia artificial no se limitan a la comunicación, aunque está claro que la va a afectar de forma considerable. La IA impactará en distintas áreas de tal forma que las redes sociales habrán sido un breve temblor en comparación sobre el terremoto que podría estar por venir. Y eso que aquí estamos considerando a la IA actual: la llamada inteligencia artificial débil y no la inteligencia artificial fuerte o general (AGI).

¿Cómo podría afectar la IA a la política?

Me vienen a la cabeza algunas cuestiones, y muchas están relacionadas con una mayor asimetría de información entre el poder político y los gobernados. Es decir, si no se implementaran los mecanismos pertinentes, podría abrirse una gran brecha entre la información que el poder político conoce y lo que los gobernados conocen de tal forma que el primero podría tener un mayor poder sobre los segundos:

Lo malo

Hipervigilancia

Si algo caracteriza a la IA actual es su carácter predictivo. Los algoritmos de machine learning son capaces de arrojar predicciones con base en un input que puede ser integrado desde una regresión lineal para entrenar a dicho modelo (que puede predecir, por un decir, el precio de una casa con base en la ciudad y la zona en la que se encuentra) hasta una red neuronal que puede arrojar resultados más sofisticados y complejos.

Dicho esto, los gobiernos podrían verse tentados a establecer mecanismos de hipervigilancia prediciendo la conducta de los ciudadanos. Por poner un ejemplo: si el ciudadano x tiene estas conductas (compra en tal o cual lugar, ha sido multado tantas veces) o estas características (está diagnosticado con depresión, ansiedad o es extrovertido), se puede predecir con cierta precisión que va a realizar tal o cual conducta, por lo cual el gobierno podría tomar medidas preventivas que, a su vez, podrían representar un atentado contra los derechos de dicho individuo.

Los créditos sociales en China, que otorgan puntos a los ciudadanos hipervigilados a través de su conducta y hábitos, son un temprano ejemplo del alcance que este tipo de estrategias podrían tener.

Riesgos sobre la libertad de expresión y manifestación

Las manifestaciones, por lo general, tienen un origen relativamente espontáneo. Ante una situación que incomoda a un sector de la ciudadanía, un grupo de personas o algún colectivo convoca a una manifestación y las personas se unen a ella. Esa espontaneidad guarda un arma de doble filo frente a un gobierno que con ayuda de la IA puede hacer predicciones sofisticadas y con la cual pueden prever manifestaciones antes de que se propaguen de acuerdo al comportamiento de los ciudadanos. Una IA entrenada con extensiva información de manifestaciones históricas puede analizar patrones de conducta y sugerir que en tal circunstancia una manifestación podría ocurrir para evitar que ocurra. La asimetría de información entre el gobierno y los inconformes podría dejar en desventaja a los segundos.

Algo parecido podría pasar con la libertad de expresión. Un gobierno podría predecir con cierta precisión que tal o cual medida polémica podría generar incomodidad en la población o que la prensa va a abordar el tema. Así, podría anticiparse ante los distintos hechos para evitar que aquellas expresiones en contra del gobierno se expandan. También podría predecir qué tipo de personas o de medios son más proclives a incomodar al gobierno para así tomar medidas preventivas al respecto.

Degradación de la representatividad política

En una democracia liberal, el individuo elige a los representantes que tomarán decisiones por ellos. En este supuesto, las personas individualmente evalúan las candidaturas y votan por aquel o aquella que, de acuerdo a su conocimiento, sus tendencias ideológicas y sus necesidades, creen que los va a representar mejor.

A raíz del marketing político y de estrategias cada vez más sofisticadas que abarcan diversas áreas como la psicología, la publicidad, recientemente el análisis de datos y demás, hay quienes han argumentado que esta dinámica se ha degradado, ya que en vez de dar información relevante al electorado, buscan cambiar su conducta para así obtener más votos. Los estrategas políticos especializan cada vez más su mensaje a las diversas audiencias e incluso, a través de estrategias de hipersegmentación (como ocurrió en el infame caso de Cambridge Analytica), buscan cambiar el comportamiento de la audiencia de tal forma que les resulte favorable a sus necesidades tal cual como si se tratara de una suerte de ingeniería social.

La Inteligencia Artificial, sobre todo con la ayuda de herramientas predictivas, llevará este fenómeno mucho más allá. A través de estas nuevas herramientas, los estrategas podrán predecir cómo podrían votar tales o cuales personas y podrán también crear modelos que ayuden a diseñar estrategias para orientar el voto de un candidato a otro (vaya, incluso Chat GPT ya es capaz de crear discursos con base en prompts segmentados, aunque todavía puede mejorar su calidad). Más que presentar un proyecto de nación, los estrategas tendrán más incentivos para hacer «ingeniería social quirúrgica» con el fin de ganar elecciones.

Si los discursos políticos están cada vez más preparados por estrategas de campaña, es posible que estos terminen cada vez más desligados de la mente del candidato y sea una red neuronal la que termine, con base en varios inputs relativos al público objetivo, redactándolos, reduciendo al candidato a un sujeto que se limita a leer lo que aquella máquina redactó. ¿Quién realmente me está hablando? ¿Qué sé realmente del candidato?

Lo bueno

Diseño de políticas públicas

Ello no quiere decir que todo sea sombrío. La IA también puede muy útil para maximizar el bienestar de los ciudadanos. Las herramientas de predicción podrán (y de alguna forma ya lo están siendo) ser muy útiles para crear mejores políticas públicas. Desde dónde construir un hospital o trazar las rutas de autobús prediciendo el comportamiento futuro con respecto a distintos patrones.

La IA también podrá automatizar muchas tareas que harán que muchas políticas le cuesten menos dinero al erario. De la misma forma, se podrán crear políticas públicas más focalizadas con mayor precisión y menos dinero al entrenar modelos con datos existentes que arrojen distintas estrategias para distintos grupos sociales en vez de crear una gran estrategia que pretenda abarcar todo y que, por tanto, termine siendo ineficiente.

sípodíasaberse.gpt Más y mejor información para el electorado

Si bien, comenté que la IA puede representar un riesgo para la representatividad y la democracia, con las medidas pertinentes podría potenciarla. Por ejemplo, los individuos podrían pedir a un algoritmo entrenado con información histórica de un candidato, información que tiene que ver con sus intereses y con lo que espera del candidato por el que quiera votar: «Me importa mucho el empleo ¿qué me puedes decir sobre las medidas que ha tomado el candidato X al respecto a lo largo de su trayectoria y qué resultados ha obtenido«. Así, también podrá contrastar posturas de una forma mucho más rápida, sin que le quite mucho tiempo y esfuerzo y sin necesidad de ser un experto en el tema. Así, los ciudadanos podrían ahorrarse campañas insulsas y frívolas tomando decisiones con base en información factual.

Igualmente, los algoritmos pueden ayudar para hacer fact checking de forma más precisa, inmediata y veraz. Un algoritmo entrenado con inmensas cantidades de información podría responder se forma prácticamente inmediata si aquello que dijo la candidata o el candidato es verdadero o falso al tiempo que presenta la fuente con la información original para que el individuo pueda corroborar lo que el candidato dijo.

Conclusión

Como los seres humanos somos terribles para predecir el futuro, lo más que podemos hacer al respecto es plantear escenarios hipotéticos para pensar qué mecanismos o regulaciones podríamos implementar para evitar que las nuevas tecnologías se nos salgan de las manos, sobre todo con la IA que, si bien todavía está muy lejos de ser «consciente» y de «superar al ser humano», sí representa un salto cuántico en materia de predicción y procesamiento de información.

¿Va a ser beneficiosa para la humanidad o va a ser catastrófica? Eso depende de nosotros, los seres humanos, de los mecanismos y controles que adoptemos al respecto. Es absurdo pensar que debamos evitar el progreso tecnológico y que debemos parar los avances al respecto, sin embargo sí es muy importante canalizar estos avances para evitar que a través de éstos se atente contra los individuos, se les oprima, se les limite sus derechos y, por el contrario, para que fortalezca la democracia, la libertad y el bienestar de los individuos.

Seguramente me faltó plantear muchas cosas en este artículo. El tema de la IA es muy extenso y tiene demasiadas implicaciones. Sin embargo, no quería dejar la oportunidad de expresar mis inquietudes sobre la relación de los avances de la inteligencia artificial con el quehacer político, lo cual será muy trascendental para nuestra especie en el futuro no muy lejano.