Por las redes circulan voces que buscan remover a AMLO del poder. Algunos líderes de dudosa reputación como Gilberto Lozano, empresarios como Pedro Luis Martín Bringas de Soriana o el periodista venido a menos Pedro Ferriz de Con, están promoviendo una iniciativa llamada FRENAAA (Frente Nacional Anti AMLO) para removerlo de la silla presidencial antes del primero de diciembre.
Pero esa postura es un absurdo redondo y están equivocados.
Voy a decir algo que tal vez moleste a más de uno pero que es la verdad (y conste que las críticas hacia el gobierno de López Obrador desde este espacio no han sido escasas):
Podemos pensar muchas cosas de López Obrador, pero él fue elegido democráticamente por una mayoría absoluta (más del 50% de quienes fueron a votar) y el mandato ciudadano debe ser respetado. Él es tu presidente y él te representa formalmente (aunque no te represente ideológicamente y no represente tus intereses).
Dicho esto, la forma de arrebatarle el poder debe ser por medio de la vía democrática e institucional.
Es más, no es lo mismo siquiera «pedir a AMLO que renuncie» a buscar removerlo activamente. Llevar a cabo una marcha pidiendo a AMLO que renuncie es válido. No lo es tratar de forma activa, por fuera de la vía institucional, remover a un presidente.
Peor aún, estos grupos quienes, por cierto, no es que tengan mucho poder político, están gastando su energía en una iniciativa que difícilmente prosperará. Primero, porque los peces gordos de la IP (véanse Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Bailleres, Larrea y demás) están recibiendo contratos de este gobierno. Segundo, porque si algo ha sabido hacer AMLO es mantener una buena relación con Estados Unidos (aunque ello implique sometimiento) y sin el aval del país vecino será más difícil que todo esto ocurra.
En vez de ello, estos grupos deberían estar pensando en formar un bloque opositor que amalgame a todos aquellos que están poco conformes con este gobierno (y que no son pocos) rumbo al 2021 y tratar de ganar mayor representatividad en las cámaras. En realidad no lo están haciendo, no tienen siquiera algo parecido a una agenda como sí lo han tratado de hacer otras entidades.
Estos grupos deberían estar gastando sus energías en defender al INE y las instituciones que podrían verse comprometidas en este régimen, pero no lo están haciendo. Deberían estar preocupados por construir un mejor país y no solo oponerse por oponerse.
Este tipo de iniciativas no solo son criticables ya que ello implica violar el mandato ciudadano lo cual es, a todas luces, antidemocrático, sino porque el hecho de remover a AMLO no implica de ninguna forma regresar al estado de cosas anterior (que ya de por sí era criticable). Como si fuera tan sencillo.
Suponiendo que quisieran regresar a un estado de cosas anterior (digamos, algo parecido a los gobiernos del PAN o de Peña) porque en la práctica no es tan común que se «regrese» a una democracia de esa forma (y tomando en cuenta que al día de hoy, México es un país democrático, aunque sea una democracia muy imperfecta), las instituciones en automático perderían legitimidad, con todo lo que ello implica. ¿Cómo confiar en ellas si se puede remover por fuera de las instituciones a un presidente que no guste a un sector de la sociedad? De entrada, algo así generaría un fuerte descontento social que pondría en tela de juicio la legitimidad del presidente que reemplace a López Obrador y podría provocar una situación de inestabilidad que podría ser peligrosa.
No solo eso, una iniciativa así puede salir mal. Es cierto que la iniciativa es ambigua y no va más allá de decir que quieren quitar a AMLO (sugieren de entrada una revocación de mandato, pero no existen las condiciones legales para impulsarla a menos de que sea el propio AMLO el que lo haga, por lo que entonces es posible que terminen planteándose otras vías), pero si la iniciativa saliera mal entonces las cosas podrían terminar peor: ahí tienen el ejemplo de Hugo Chávez en Venezuela, a quien trataron de remover por medio de un golpe fallido que no hizo más que legitimar a su gobierno y deslegitimar a una oposición que, a varios años de distancia y en una nación en condiciones deplorables, apenas parece tomar forma.
Incluso un discurso así podría terminar fortaleciendo el propio discurso de López Obrador quien se comenzó a refugiar en el discurso del «golpe de Estado» para así descalificar la oposición. Estos opositores le estarían dando la razón y AMLO entonces trataría de meter a toda la oposición dentro del mismo costal: «la oposición es golpista», dirá.
Si queremos construir un mejor México (en dado caso de que ese fuera realmente su deseo) habría que hacerlo desde la inteligencia, desde el amor al país, y no desde la visceralidad y el poco control de las emociones. En efecto, muchas de sus preocupaciones en materia económica son legítimas, pero es por la vía institucional por la cual se deben resolver los conflictos.
López Obrador no está en el poder gracias a un fraude o una imposición, sino por la voluntad ciudadana que debe respetarse. Un golpe, a la larga, podría tener más consecuencias negativas para el país que las que muchos vislumbran con este gobierno.
Recuerden que por más mal esté la situación, siempre puede estar peor.