¿Estás deprimido? ¡Échale ganitas!

Ene 19, 2020

¡Echale ganas! ¡Todo está en tu mente! Estas frases se les repite una y otra vez a quienes padecen un trastorno mental. ¿Por qué la falta de empatía y compasión pueden crear resultados catastróficos?

¿Estás deprimido? ¡Échale ganitas!

Se nos dice que vivimos en un mundo donde la empatía y la preocupación por el prójimo brilla por su ausencia. Cierto es que vivimos en un mundo individualista, pero no sé a ciencia cierta si la falta de empatía caracterice fuertemente a nuestras generaciones ya que en las anteriores ello también era algo muy presente (vaya, en el siglo XIX se pensaba que los negros estaban en una posición intermedia entre el humano y el animal). Lo cierto es que, en muchas ocasiones, tenemos problemas para empatizar y comprender al prójimo, y ello muchas veces es un problema.

Aunque se nos diga que somos una sociedad individualista, lo cierto es que seguimos viviendo en una sociedad dentro de la cual estamos interconectados con los demás. No somos individuos aislados, sino individuos que viven en comunidad y que se explican por su relación con los demás. La empatía y la compasión básicamente son elementos del tejido social.

El liberalismo no niega, como algunas personas podrían pensar, el componente colectivista y de bien común. Más bien presupone que el hecho de que los individuos busquen satisfacer sus intereses derivará en un bien común que está impreso en la famosa mano invisible de Adam Smith, quien en su libro Teoría de los Sentimientos Morales hace énfasis en la empatía y la preocupación por el otro. En una lectura superficial, habrá quien asegure que Smith cae en una contradicción, pero no la hay porque al hablar del interés propio, no está negando de ninguna forma la capacidad que tiene el individuo para empatizar y simpatizar con los demás. Smith imagina a un individuo libre y que es, al mismo tiempo, parte de una sociedad con la cual tiene una relación estrecha.

El liberalismo busca reducir esa coerción sobre el individualismo en aras del bien común propio de los regímenes iliberales y solo la permite en aquellos rubros donde no puede haber conciliación alguna (franja que suelen disputar los partidos conservadores y de izquierda moderna enmarcados en la democracia liberal). Asume que ambos componentes coexisten de alguna manera, y por ello es que la empatía y la compasión se vuelven muy necesarios como mecanismos bajo el cual la conducta del individuo, quien no es restringido sobremanera en su individualidad, abona al bien común y a mantener una sociedad cohesionada.

La falta de empatía y compasión (no lástima) por el que sufre en conjunto con la ignorancia conforman un círculo vicioso que laceran el tejido social. Lo primero es un hábito y, por tanto, un acto voluntario. El segundo es básicamente carencia de conocimiento sobre aquello que pensamos debería preocuparle.

Así, una persona que carece del hábito tendrá pocos motivos para informarse sobre lo que la otra persona está pasando. Y de la misma forma, una persona que no tiene conocimiento tendrá menos elementos para lograr preocuparse por aquella otra persona. Por ello luego escuchamos frases como «los pobres son pobres porque quieren», «¿estás deprimido? Échale ganitas» o también el hecho de que relativice la violencia contra la mujer. Es más, incluso puede llegar ocurrir una falta de empatía hacia quien guarde prejuicios, cancelando así la posibilidad de persuadirlo. Todos estos paradigmas son propios de una falta de comprensión y conocimiento.

Al individuo siempre le parecerá más difícil empatizar con aquello que está en la periferia que con lo que está en el centro. Lo periférico, lo que sale de los estándares normales, es lo menos comprendido y lo más estigmatizado. Fíjate en las frases que mencioné en el párrafo anterior. En todos hay un componente que ha estado históricamente en la periferia: los pobres, los trastornos mentales y la violencia misma contra la mujer que permanecía en la oscuridad. Lo mismo pasa con las personas de otras razas, las personas que profesan religiones distintas a la dominante (o que profese alguna en algún lugar donde nadie profese ninguna) o aquellas que tienen otra preferencia o identidad sexual.

Y es comprensible que sea más complicado empatizar y comprender aquello que no comprende. ¿Qué tan fácil sería para una persona que jamás ha sufrido un ataque de pánico empatizar con una que sufre ataques a cada rato? Se puede dar una idea al ver las expresiones de aquella persona que sufre, pero al no entender lo que está viendo puede sacar conclusiones equivocadas y terminar haciendo más daño a aquella persona con frases como: «échale ganitas, es cuestión de actitud».

A este problema generalmente se suma aquello que muchos llaman la Teoría Del mundo Justo, un mecanismo psicológico bajo el cual el individuo culpabiliza a la víctima pensando en que todo mundo obtiene lo que e merece para así pensar que ello no le va a pasar a él o a los suyos. Frases como «la violaron por cómo iba vestida» o «el pobre es pobre porque quiere» son el claro ejemplo de ello. Ello también explica por qué haya quienes insistan mantener ciertos problemas o fenómenos relegados en la periferia.

Ayer leí un tuit que generó mucha polémica, porque básicamente refleja este problema: falta de comprensión, conocimiento, y este mecanismo psicológico activado:

Podemos ver que para esta usuaria, los trastornos de depresión y ansiedad literalmente no existen (contraviniendo toda la evidencia científica) y los reduce a estados mentales propios de gente débil de carácter. Es paradójico que hable sobre «pajas posmodernas» cuando posmoderno sería más bien el acto de relativizar o negar un fenómeno que existe objetivamente en aras de sentir una falsa sensación de seguridad y reafirmación personal: «Todo el poder está en tu mente».

La empatía (ponerse en los zapatos de los demás) y la compasión (aquella motivación para ayudar al que sufre) son diferentes de la lástima, la cual implica un sentimiento de superioridad sobre aquel que sufre, como bien afirma Matthieu Ricard en su libro «Altruísmo». La empatía y la compasión implica colocarte al nivel de quien sufre, con todo lo que eso implica. La compasión en la definición Nietzscheniana más bien se traduce en lástima, porque ni la empatía ni la compasión (la cual baso en el libro de Ricard) implican negar las potencialidades ni la vitalidad de aquella persona que sufre. Quien las niega necesariamente está adoptando una postura de lástima que se traduce en una postura de superioridad y dominio sobre el afectado atrofiándolo. Quien siente compasión, en cambio, busca ayudar al individuo a salir adelante.

Alguien que siente compasión por una persona que tiene un trastorno mental, por poner un ejemplo, comprenderá que dicho trastorno rebasa su voluntad y no la juzgará por ello (como hace la chica del tuit) porque sabe que objetivamente necesita ayuda y que el trastorno no es producto de alguna debilidad de carácter. Pero también esperará que quien sufre haga lo que tiene en sus manos para solucionar su problema: por ejemplo, ir al doctor y seguir sus indicaciones tales como tomarse los medicamentos, hacer meditación o ejercicio en caso de lo que aplique. Quien tiene lástima o conmiseración dirá: «pobre tipo, no puede salir adelante, hay que sobreprotegerlo».

Esperar que el individuo tenga voluntad y tesón para poner lo que haya que poner de su parte no implica que creamos que solo con su voluntad saldrá adelante. La voluntad es condición necesaria, mas no suficiente. Quien tiene un trastorno no lo tiene por ser una persona débil sino por un desbalance químico, y quien lo tiene necesita ayuda profesional básicamente porque él solo no puede curar su problema. El trastorno es una enfermedad, no es una «mala actitud».

El problema es que prejuicios como los que guarda esta tuitera, terminan derivando en soluciones equivocadas que perjudican a las personas que sufren una condición de trastorno, o en políticas erróneas para combatir la pobreza que van desde atribuir toda la responsabilidad al pobre (como tiende a ocurrir en la derecha) hasta como quienes lo perciben casi como un inválido «al que hay que tratar y cuidar como un animalito» (AMLO dixit).

La empatía y la compasión por el prójimo son necesarios para comprender las problemáticas individuales y sociales. Cada problema es muy complejo y tiene muchos matices, y solo la sincera preocupación nos ayudarán a entenderlos al menos de una forma más aproximada.

No se trata de «echarle ganitas».