Los influencers políticos que venden ideologías para llevar

Sep 11, 2018

En un mundo postideológico donde la batalla entre izquierdas y derechas parece cada vez más gastada, los influencers políticos quieren buscan reeditar las ideologías del siglo XX.

Los influencers políticos que venden ideologías para llevar

En estos tiempos del Internet, se han puesto de moda los divulgadores políticos. 

No son propiamente intelectuales, están más cerca de un Chumel Torres o Yuya que de Jürgen Habermas o Milton Friedman. Algunos tienen estudios, maestrías, pero no se caracterizan por participar dentro de la academia o hacer análisis y ni mucho menos quieren reformar o proponer corrientes de pensamiento como el intelectual suele hacerlo.

Ellos se caracterizan por divulgar formas de pensamiento, ideologías empaquetadas para venderse en anaqueles y dirigidas a un mercado específico: los jóvenes. Los influencers políticos buscan eso, politizar a la juventud no tanto en el sentido de crear en ella un espíritu crítico sino para invitarla a tomar una bandera: ¡Hazte libertario! ¡Combate la ideología de género! ¡Únete a la cuarta transformación! En medio de un mundo donde se considera que las ideologías se están volviendo obsoletas, donde partimos del pensamiento posmoderno (como decía Lyotard) que ha expulsado a las grandes narrativas del ethos social, estos divulgadores buscan rescatarlas. 

Algunos de ellos escriben libros, pero no son ensayos ni mucho menos tratados. Son libros que tienen la tarea de divulgar ideologías políticas de la misma forma que Yordi Rosado intenta dar consejos a jóvenes por medio de sus obras. Por medio de dichas obras o discursos, buscan eliminar cualquier barrera de conocimiento para que las ideologías les sean accesibles a sus lectores o simpatizantes de tal forma que no les implique esfuerzo alguno «sumarse a la causa». Despreocúpate de cuestiones filosóficas o académicas, aquí yo te explico qué es el libertarismo o la izquierda lopezobradorista (término que suena cada vez más a oximorón) para que te conviertas YA en uno de los nuestros. No importa si mi libro está lleno de imprecisiones, verdades a medias, o falacias. Te voy a vender mi ideología como la que es moralmente superior a los demás, y haré juicios de valor de quienes piensan diferente o tienen otros credos. 

Agustín Laje vende latas de conservadurismo en los anaqueles con un suplemento conspiranoide, Gloria Álvarez vende libertarismo en Tetra Pack, Antonio Attolini vende a la «cuarta transformación» en un envase no biodegradable. Son jóvenes, son politólogos en su mayoría, pero están lejos de ser académicos destacados porque, en primer lugar, no pretenden serlo. A ellos les interesa que sus Fan Pages tengan muchos likes porque eso significa que más personas se han sumado a su causa. Suelen ser polémicos y estridentes; buscan eso, confrontar, señalar, provocar (porque si las cosas se salen de control, el video va a tener más views).  Venden porque «les dicen las netas a tal personaje o corriente política a la que detestan», esto sin importar que caigan de forma constante en todo tipo de falacias. 

Su tarea no es hacer que los jóvenes piensen, sino que se sumen, que tomen banderas, que se conviertan en seguidores, que compartan sus videos; como tratando de crear una ideología política de consumo. Los seguidores no se vuelven necesariamente en especialistas de tal o cual corriente política (si lo hicieran ya habrían prescindido de ellos), más bien suelen adoptarla en lo superficial y defenderla, así como una batalla en redes entre DC o Marvel, iPhone y Android o Chivas y el América. Ellos, los seguidores, no crean colectivos o grupos políticos como décadas atrás, sino que se suman a Fan Pages y cuentas para de ahí compartir memes libertarios o de izquierda. Se suman por el mame.

Estos divulgadores no proponen ni buscan reformar lo que están vendiendo. Venden posturas políticas que, en muchos casos, están quedando en el cajón de los recuerdos de la época industrial. Incluso pareciera que piensan reeditar las disputas ideológicas más propias del siglo pasado como cuando un grupo de pop que trata de sonar al rock de los 70, pero sin solos de guitarra, más estilizados y con vestuario de marca.  Ellos ni siquiera están a la altura de sus pares de países primermundistas como Ben Shapiro o Jordan Peterson quienes, sin ser precisamente intelectuales de la política, al menos se han molestado en indagar y leerse un poco más.  

Agustín Laje podría argumentar que su postura tiene que ver con la realidad actual, pero para señalar a su contraparte vuelve a apelar a un discurso ideológico del siglo XX. Haciendo hincapié en los vicios del postestructuralismo y demás corrientes que defienden un relativismo extremo. o el evidente sesgo ideológico hacia la izquierda dentro de las ciencias sociales, habla una conjura marxista o comunista (marxismo cultural, como le suelen llamar). No está de más hacer la anotación de que si bien algunos postestructuralistas tienen antecedentes marxistas, el marxismo no es una corriente relativista (Derrida siempre mantuvo cierta distancia del marxismo); y también cabe señalar que muchos intelectuales de la teoría crítica, estos sí, influenciados de alguna u otra forma por Marx, tienen muchas discrepancias con el relativismo postestructuralista (como Zizek o Jurgen Habermas). 

En el mundo postideológico como el de hoy donde ni los que consideramos que salen de la conveniencia como Donald Trump o Andrés Manuel López Obrador toman posturas políticas muy claras, se volvió un negocio vender ideologías como objetos de colección. Ni ese libertarismo empaquetado ni ese progresismo rancio envasado que te llega en Uber Eats sirven de mucho para interpretar la realidad actual de nuestros tiempos, en la cual los partidos políticos se han vaciado de contenido ideológico y donde no hay visos de que «las cosas vayan a volver a ser como antes». Estos divulgadores saben que se trata de pertenecer, de crear una masa de seguidores enérgicos pero cuyo compromiso de la causa no sale mucho de las redes sociales. 

Mientras los más serios incluso ya empiezan a preguntarse por la función que la política va a tener dentro de un mundo invadido por algoritmos e inteligencia artificial, ellos le apuestan a un discurso ya muy gastado, de una dinámica que comienza a ser superada por los cambios sociales y culturales que vive nuestro hemisferio.