Había dicho que el debate pasado podría ser la última llamada para que Ricardo Anaya y José Antonio Meade entraran en la pelea. En efecto, la fue para Meade y no la aprovechó. Anaya se quedó a medias: se consolidó como el segundo lugar frente a López Obrador y subió algunos puntos pero no había subido lo suficiente como para hacer mella el puntero. Po eso, el segundo debate podría ser la última posibilidad para que Anaya logre meterse de lleno en la pelea.
De hecho, si la logra capitalizar bien, esta semana podría ser crucial para Anaya. La renuncia de Margarita Zavala a la candidatura le beneficia, aunque la renuncia por sí sola no moverá mucho las cosas. Si bien, es iluso esperar que los cinco puntos que deje Margarita se vayan con Anaya, el panista podrá ser el más beneficiado de todos y tal vez eso le ayude a recortar aunque sea uno o dos puntos de ventaja a López Obrador. Si a esto se le suma que logre hacer un muy buen debate y logre sumar algunos puntitos más, se podrá meter en la pelea y generar la sensación de que la victoria de AMLO no es segura. Recordemos que las campañas están compuestas también por un factor psicológico que afecta no solo a los electores, sino a los propios candidatos y a quienes forman parte de su campaña. Que la brecha se cierre podría poner nervioso al tabasqueño.
Pero Ricardo Anaya tendrá que hacer un debate excepcional. Es muy elocuente y es uno de los candidatos con mejor retórica de los últimos tiempos, él prepara sus intervenciones con mucha meticulosidad, aprovecha muy bien el tiempo que les dan a los candidatos para practicar, analiza su discurso y hasta las tomas de las cámaras. Pero Anaya no ha logrado construir una narrativa y un ideario creíble al punto que ni con su gran elocuencia logra ocultar que en su proyecto no hay mucha sustancia, que hay poco más que propuestas al aire que juntos no forman nada. En la entrevista con Milenio, Ricardo Anaya mostró, gracias a los incisivos cuestionamientos de personas como Jesús Silva-Herzog, que tiene grandes problemas para mostrarse como un candidato confiable. No suena creíble cuando dice que le preocupa la desigualdad en México, y cuando le cuestionan por su falta de sustancia y narrativa recurre al cliché de comparar al Frente con el caso alemán.
Si Anaya no logra mostrar algo más coherente y convincente en el debate, difícilmente logrará subir mucho como para meterse en la pelea. No sólo se trata de bajar a López Obrador, se trata de que logre persuadir a más personas de su proyecto, el cual para muchos sigue siendo un misterio.
Aunque Anaya tenga una ventaja natural en el debate, tendrá que preocuparse por hacer bien tres cosas: 1) Atacar a matar o morir a López Obrador 2) Mostrarse como antisistema 3) Mostrar una narrativa creíble.
López Obrador, por su parte, tendrá que prepararse mejor para el debate. En el primer debate le fue suficiente con esquivar y dejar pasar, pero en este caso no podrá mostrar esa actitud arrogante ya que el formato Town Hall no se lo va a permitir. AMLO no sólo recibirá cuestionamientos de los candidatos o los moderadores, sino del público, de ciudadanos. Además, la ausencia de Margarita le dará más tiempo a sus opositores de confrontarlo. Recibirá ataques frontales de Ricardo Anaya, José Antonio Meade y hasta del propio Bronco. El primero, Anaya, irá a matar. A José Antonio Meade, aunque ya casi sin posibilidades, se le ve más preparado, en las últimas entrevistas se le ha escuchado un tanto más fluido y coherente. Si López Obrador se confía, podría pasarla muy mal y eso podría llegar a afectarle en las preferencias.
A sabiendas de que Anaya y Meade se irán contra él, AMLO tendría la posibilidad de crear la percepción de que ambos candidatos están aliados en su contra para así quitarle el velo antisistémico con el que Anaya busca presentarse. Pero ya no basta con esquivar, AMLO deberá responder, cuando menos, a las acusaciones y a las críticas, deberá verse un poco más activo y que «no le vale madres el debate». El formato no le permitirá el lujo de tomar una postura de desprecio como ocurrió en el debate pasado.
López Obrador acertó al sacar la bandera blanca ante los empresarios. Si el conflicto se hubiera mantenido abierto habría sido una gran oportunidad para que sus adversarios lo confrontaran por el tema. Pero hoy vemos a López Obrador felicitando a la Coparmex por coincidir en el tema del salario mínimo, también parece haber cedido o reculado en el tema del aeropuerto y ya ha logrado articular de mejor forma su propuesta de la amnistía de tal forma que genera menos incertidumbre. Al menos parece que se preparó para no llegar tan golpeado al debate, aunque su postura frente a la Reforma Educativa sigue siendo la misma (cancelarla) y ese podrá ser su talón de aquiles.
Una elección no se acaba hasta que se acaba, pero si Anaya no logra hacer un debate espléndido, sus posibilidades de cara a la elección serán ya más bien pocas. Mientras tanto, veremos qué pasa.