Todo lo que debes de saber sobre las encuestas electorales

May 14, 2018

Las encuestas son casi el único recurso para conocer la intención de voto. Pero para ello, es importante saber cómo funcionan y cómo debemos tomarlas e interpretarlas.

Todo lo que debes de saber sobre las encuestas

Foto: eldia.com

¿Qué es una encuesta electoral?

Las llamamos encuestas, pero sería más correcto llamarlos estudios cuantitativos o estudios en campo ya que las encuestas sólo refieren a los instrumentos que contienen las preguntas que se hacen a los encuestados. Por ejemplo, se habla de investigaciones de mercado o estudios cuantitativos cuando estas mismas metodologías se utilizan para conocer la opinión de la gente con respecto a algún producto o servicio. Los mercadólogos no decimos «vendemos encuestas», sino «estudios de mercado». Pero bueno, me voy a referir como encuestas a estos estudios porque es la forma como popularmente se les conoce (la encuesta de Reforma o la encuesta de Mitofsky). 

Las encuestas son una fotografía del momento, no un pronóstico.

La encuesta electoral tiene una función específica: medir la tendencia de voto en un momento determinado. Es decir, la encuesta responde a la siguiente pregunta «Si el día de hoy fueran las elecciones ¿cómo votaría la gente?» Dicho esto, los resultados de una encuesta no predicen quien va a ganar, pero sí muestran una fotografía del momento, que no necesariamente corresponderá a la de la siguiente semana o al siguiente mes.

Sin embargo, de una encuesta sí se pueden sacar conclusiones; no sólo de la encuesta misma, sino con respecto de los levantamientos anteriores de la misma casa encuestadora para entender cómo se están moviendo las preferencias. Por ejemplo, si una casa encuestadora muestra que AMLO sigue en un consolidado primer lugar en el transcurso de dos meses nos dice algo y ese algo podemos interpretarlo. Las casas de campaña también toman muchas decisiones mediante encuestas (muchas veces de consumo interno) porque es el instrumento que les puede dar una visión más aproximada de la realidad. 

¿Cómo se diseña una encuesta?

Básicamente se toma una muestra proporcional del universo (que en este caso son todas las personas de este país en edad de votar). Es decir, si la población del país tiene tales características, si hay tantos hombres y mujeres o si las ciudades más pobladas son estas y aquellas otras, la muestra tiene que ir en consonancia con la población total. Por un decir, si el 40% de la población mexicana está en el norte y 60% está en el sur, la muestra deberá tener la misma proporción. Que se hagan pocas encuestas (poco más de mil, por ejemplo) no implica que el estudio no sea válido porque recordemos, las encuestas toman una muestra proporcional del universo. Para esto, las casas encuestadoras especifican un margen de error (que suele oscilar entre +/-3 o +/-4) que es inversamente exponencial al número de encuestas. Es decir, por más encuestas se realicen, el margen de error disminuye, pero no lo hace de forma proporcional sino exponencial. Hay mucho menos encuestas de distancia entre un margen de error de 5 y 6 que entre uno de 2 o 3. Sólo podría conseguirse un margen de error de cero si se encuestara a absolutamente todas las personas que van a votar (es decir, a todo el universo). 

El número de las encuestas no debería importar mucho en tanto el margen de error no sea muy grande. 

Pero ¿cómo interpretamos el margen de error? Es fácil: si la encuesta dice que AMLO lleva 40 puntos porcentuales y el margen de error es +/- 3, eso implica que en realidad AMLO podría tener entre 37 y 43 puntos. Por eso, cuando se levantan encuestas y la diferencia de dos candidatos no excede los tres puntos, se dice que está en empate técnico; porque la diferencia bien podría ser producto del margen de error. 

Las encuestas no empatan necesariamente con tu percepción.

¿Cómo es que López Obrador va ganando si casi todos mis amigos van a votar por Anaya? ¿Cómo es que ganó Peña Nieto si en mi Facebook nadie votó por él? ¡Hubo fraude! Estas son preguntas que he escuchado constantemente a muchas personas. La realidad es que sólo están midiendo, sin ningún instrumento científico (es decir, a ojo de buen cubero), las preferencias en el sector del nivel socioeconómico en el que se mueven, el cual muy posiblemente sea distinto a todos los niveles socioeconómicos y culturales con los cuales no tienen contacto y que muy seguramente tienen mucho mayor peso que el suyo. Esto naturalmente implica que los sondeos levantados en Twitter o en Facebook no tienen ninguna validez científica y no pueden tomarse como referencia ya que no se está tomando muestra alguna. Un ejemplo de esto es que las encuestas en Twitter que han levantado algunos reporteros o líderes de opinión tienen serias discrepancias que tienen que ver con el tipo de audiencia que los sigue. 

Una encuesta levantada en las redes sociales que pretende mostrar preferencias electorales es, por definición, errónea. 

Por eso, cuando se habla de tendencias, las percepciones personales de acuerdo a «las opiniones de los demás» (percepciones que muchas veces contienen un fuerte sesgo de confirmación a favor del candidato con el que se simpatiza) suelen estar bastante lejos de la realidad, y cuando atinan, es más bien producto del factor suerte. 

Las encuestas se pueden equivocar. 

Para que funcione una encuesta la toma de la muestra, el diseño de la propia encuesta y la ejecución, deben estar bien hechos. Un error aquí podría sesgar el resultado. Por eso las casas encuestadoras tienen que ser muy meticulosas a la hora de diseñar la muestra, que la encuesta esté hecha de tal forma que los encuestados contesten de la forma más fidedigna posible y que los encuestadores estén bien capacitados. En este trayecto también es posible sesgar las encuestas deliberadamente, incluso basta con que el encuestado utilice un tono de voz determinado (por ejemplo, muestre más enjundia al mencionar a un candidato y menos al mencionar otro) o haga la pregunta de cierta forma para lograr cierto sesgo. 

Si bien una encuestadora puede llegar a sesgar deliberadamente una encuesta, no implica que una discrepancia entre la encuesta y el resultado real sea producto de un sesgo deliberado. También puede ser producto de un mal diseño de la muestra (cosa que a veces es más común de lo que se cree) o inclusive de otros factores que no se midieron bien y que ha llegado a afectar a las encuestas de mayor reputación a nivel mundial. Casos como el Brexit o la elección de Estados Unidos fuerpm un gran ejemplo de que los instrumentos pueden no funcionar bien. En el caso del Brexit, mucho se debió a que muchos jóvenes (que seguramente contestaron a los encuestadores que votarían por el «no») no salieron a votar. En el caso de la elección de Estados Unidos, las encuestadoras no lograron medir el voto oculto que salió a votar por Donald Trump.

La veda electoral es un factor que puede generar una discrepancia entre las encuestas y el resultado final.

En las elecciones del 2006 las encuestas no se desviaron mucho (algunas le dieron el triunfo a AMLO, pero la victoria de Calderón caía dentro del margen de error). En 2012 gran parte de las casas encuestadoras sobreestimaron la ventaja de Peña Nieto. Algunas le dieron más de 20 puntos cuando en realidad la distancia con el segundo lugar (López Obrador) fue de poco menos de 7 puntos. En elecciones posteriores, algunas afirmaron que al PRI le iba a alcanzar para ganar estados como Veracruz, cosa que no ocurrió. En cambio, las encuestadoras hicieron un buen desempeño en las elecciones del Estado de México.

Una constante, tomando los casos del Brexit, Estados Unidos, y las elecciones del 2015 (que no implica que necesariamente vaya a ocurrir en estas elecciones), es que las encuestas últimamante parecen haber subestimado el voto del hartazgo ante el sistema. Eso también ocurrió en Guadalajara en 2015 cuando la encuesta de Reforma colocaba a Pedro Kumamoto en tercer lugar y, quien a la postre, ganaría la elección a la diputación local. En Costa Rica pasó lo contrario, las encuestas subestimaron al voto oficialista (a quien le daban la derrota). Sin embargo, a diferencia de los otros casos, no había un sentimiento de hartazgo generalizado.

En nuestro caso, hay otro factor que puede mostrar una discrepancia entre los resultados de las encuestas y el resultado final, y esa es la veda electoral que antecede el día de las elecciones. Durante la veda, las casas encuestadoras no pueden publicar estudios por lo que terminan siendo incapaces de medir a aquellos votantes que toman su decisión de voto en los últimos días. 

Preferencias brutas, efectivas e indecisos

Las casas encuestadoras suelen mostrar los resultados de dos formas:  por medio de preferencias brutas y por medio de preferencias efectivas. Las preferencias brutas incluyen a quienes no responden y las efectivas los excluyen. Esto es importante porque las preferencias efectivas suelen «inflar» las diferencias entre uno y otro candidato. Por ejemplo, en la misma encuesta de Reforma (la que se publicó a principios de mayo) López Obrador tiene una ventaja de 18 puntos sobre Ricardo Anaya de acuerdo a las preferencias efectivas, pero su distancia baja a 14 si tomamos las preferencias brutas: es decir, si incluimos a los que no contestaron.

Muchos, erróneamente, consideran que este grupo de personas que no contestaron está compuesto únicamente por indecisos y fincan en ellos la esperanza de remontar la elección. Si los que no contestaron representan el 30%, por un decir, no implica que ellos, por sí solos, puedan salvar una ventaja de 25 puntos. En realidad, los indecisos tan solo forman una parte de las personas que no saben o no contestaron, muchos otros están poco interesados y posiblemente no van a salir a votar siquiera y formarán parte de los abstencionistas. 

Los agregadores

Por último están los agregadores de encuestas como Oráculus, Bloomberg y El País. Este es un ejercicio muy interesante ya que obtiene un promedio, de acuerdo a criterios muy específicos, de las encuestas consideradas más confiables para mostrar una tendencia general. Un agregador es, por naturaleza, más confiable que una sola encuesta ya que reduce los sesgos de las encuestas que están más mal ejecutadas o que rompen con la tendencia. Eso no significa que puedan fallar. Si la mayoría de las encuestas agregadas fallan, por consecuencia el agregador fallará. Un claro ejemplo fue el agregador de Nate Silver fivethirtyeight.com que pronosticaba el triunfo de Hillary Clinton.  

Los agregadores son la herramienta perfecta ya que durante las elecciones las casas de campaña de los candidato suelen publicar encuestas falsas para generar la sensación de que su candidata o candidato es más competitivo de lo que realmente es y tratar de afectar la opinión pública para modificar la intención de voto. Un agregador, al final, es el promedio de las tendencias de las casas encuestadoras más fiables. 

Conclusión

Las encuestas no son perfectas, ni tampoco pueden servir como un pronóstico categórico. Pero es lo más fiable que el elector tiene a la mano para conocer un aproximado de las tendencias electorales. Las estrategias de campaña también pueden ser útiles para ver si lo que dicen las encuestas es cierto. En muchos casos, el ánimo de saber que se va ganando o perdiendo se nota; y en otros la estrategia los delata: generalmente todos los candidatos atacan al que va en primer lugar y los candidatos se olvidan de atacar a los que están abajo a menos que tengan un propósito muy específico: por ejemplo, Ricardo Anaya (segundo lugar) ataca a José Antonio Meade (tercer lugar) para mostrarse como antisistema. 

Las encuestas deben tomarse como son, como un aproximado. No deben ignorarse, pero tampoco deben tomarse al pie de la letra.