Los límites de la guerra sucia

May 20, 2018

La estrategia de campaña de contraste (o guerra sucia) debería ser válida en tanto proporcione información útil al elector. Lamentable, muchas veces suele trasgredir los límites.

Los límites de la guerra sucia

A la fecha, habiendo cruzado la mitad de la campaña electoral y a menos de 43 días de las elecciones, ni los equipos de campaña de Ricardo Anaya ni los de José Antonio Meade ni quienes son muy escépticos del tabasqueño (como algunos círculos de empresarios) han encontrado la fórmula para bajar a López Obrador del primer lugar o siquiera para acercarse a él. 

Muchos mantuvieron su esperanza en mitos o esperaban que se repitiera la historia de ocasiones pasadas. Hay quienes, haciendo un análisis torpe y superficial, pensaron que era casi consecuencia natural que López Obrador empezara a caer en las encuestas: eso no ha pasado en lo absoluto. Otros aseguraron que López Obrador cometería errores que le costarían la presidencia. No es que no los haya cometido (el caso con los empresarios podría haberle costado algunos puntos de ventaja en otro contexto), sino que son sus «adversarios» los que los están cometiendo producto de la desesperación.

Hasta hoy 20 de mayo se han llevado a cabo muchas acciones que, pensaron, tumbarían inevitablemente a López Obrador. Confiaron en que su casi nula capacidad para debatir le restara puntos y no ocurrió (al menos en el primer debate); pensaron que el bombardeo de guerra sucia a través de spots y cadenas de Whatsapp cambiara la intención de voto y tampoco ocurrió; se colocó publicidad en los camiones de una supuesta serie llamada «Populismo en América Latina» y nada ocurrió. Hace unos días, Raymundo Riva Palacio escribía una interesante columna preguntando sobre la salud de López Obrador. No parecía haber alguna oscura intención ahí (y no creo que la haya habido). Por el contrario, es muy pertinente preguntar por la salud y el estado de los candidatos que quieren aspirar a llegar a la Presidencia. Pero luego, los adversarios se dieron cuenta que podrían «subirse al tren del mame» y mostrar a un candidato cuya salud y edad no le permitiría conducir a la nación.

Esta estrategia no es nueva. La campaña de Donald Trump la utilizó contra Hillary Clinton (quien se desvaneció al bajar de un automóvil) y en el 2012 se utilizó en contra de Josefina Vázquez Mota. La intención es mostrar a un candidato débil que no tiene la fortaleza ni la templanza para dirigir a una nación, ya que generalmente los candidatos que muestran fortaleza y contundencia suelen ser más atractivos y generan más confianza en el electorado. 

La estrategia podría haber tenido cierto éxito, de no ser por el grave error que cometieron con el video que publicó Javier Lozano en su cuenta. El video muestra a una persona de la tercera edad (que tiene el mismo acento de López Obrador) que quiere conducir su coche y su hija no lo deja porque ya no está en condiciones de manejar. 

El problema con este video, además de ser muy agresivo con el candidato López Obrador, es que estigmatiza a las personas de la tercera edad. Fue natural que haya producido un fuerte rechazo en redes sociales y echó a perder la estrategia ya que desvió la narrativa del «si AMLO está en condiciones de gobernar o no» al «están tan desesperados porque van abajo que se ven en la necesidad de lanzar estos videos tan agresivos». Mató una estrategia a la que bien le pudieron haber dado cuerda.

La desesperación es evidente. Si bien, es natural que en unas elecciones todos le peguen al puntero (es la estrategia más obvia), deberíamos preguntarnos si este tipo de estrategias, que no dan información al elector y más bien terminan reforzando estigmas dentro de la sociedad, siendo los afectados, en este caso, las personas de la tercera edad, deberían de ser válidas. Este tipo de contenidos son también la muestra de la pauperización de la calidad de las campañas electorales, donde darle al elector información para que tome una decisión es importante pasa a un segundo plano o ni siquiera importa ya.

Las campañas de contraste (que algunos señalan como guerra sucia) pueden ser útiles al darle al elector información. Es válido, a mi parecer, que se señalen los puntos débiles del candidato: ya sea su historial como político o la calidad de sus propuestas. Pero este tipo de campañas no deberían atentar contra la integridad del candidato, o peor aún, contra un sector de la población. Es válido señalar que un candidato es corrupto en tanto se tengan pruebas de haber estado involucrado en actos de corrupción, o es válido también decir que sus propuestas son riesgosas económicamente si hay bases para realizar esa argumentación. Si bien AMLO puede tener algunos problemas de salud y es válido preguntar por ellos, no se puede inferir que no tiene la capacidad de gobernar el país (esos problemas de salud pueden ser atendidos) y menos que es un «anciano incapaz que necesita del cariño de los suyos». 

Preguntar por su salud como estrategia era válido hasta antes del video. Es válido dar información al elector sobre su estado de salud, sobre el hecho de que tiene problemas en la columna, que doctores cubanos de Miami vienen constantemente a México para estar al tanto de la salud del candidato. Lo que no es válido es denigrar a una persona y, peor aún, a un sector de la sociedad.

Esta estrategia, que creo pudo generar algún efecto negativo contra López Obrador, terminará generando el efecto contrario y no se les haga raro que algunos incluso decidan darle su voto. Este tipo de actos sólo abonan a la victimización del candidato tabasqueño.