No sé por qué entrar a la misa de un templo me genera algo de ansiedad, como si no me sintiera cómodo estar ahí sin saber por qué, o tal vez sí lo sé y tiene que ver con que no me siento parte de. Porque ir a una misa no es mi forma de ejercer la espiritualidad. Asisto muy pocas veces a misa, realmente sólo voy cuando se trata de acompañar a mis papás en un día significativo como lo es navidad, o el cumpleaños de alguno de ambos. Desde chico asistía con ellos todos los domingos, y en cuanto cumplí los 18 años dejé de asistir. A esa edad muchos se vuelven «ateos» y pocos años después vuelven a retomar sus inclinaciones religiosas. Yo en realidad nunca me volví ateo porque de alguna forma siempre he creído en la existencia de un Dios, simplemente ejercer mi espiritualidad aferrándome a un dogma y a un orden de valores preestablecidos (y por lo tanto incuestionables) no es algo que haya funcionado conmigo nunca.
El padre antes de iniciar nos invita a pasar al piso de arriba (que en un principio se habría contemplado para que ahí estuviera el coro o quienes tuvieran a su cargo la música) desde donde se tiene por así decirlo, una vista panorámica de la misa. No creo que tenga que ver con un problema de concentración, más bien es que a mi los rituales no me funcionan. Ir y repetir lo mismo (Por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa… Creo en un Dios todopoderoso, etc.) nunca me ha funcionado; desde que era pequeño no terminaba de entender la razón del por qué mi mamá me hacía repetir varias veces los padres nuestros. Cuando era pequeño pedía algo después de comulgar y nunca notaba que eso hiciere alguna diferencia. Tan me cuestionaba todo que cuando mis papás me dejaron de obligar a ir a misa, deje de ir.
En todo el inicio de la celebración estoy en todo menos en misa, estoy pensando cosas, meditando, analizando a la gente, la estructura de la capilla, el acomodo de los bancos. Solo logro poner algo de atención cuando inician las lecturas y la única parte en la cual me concentro es en el sermón. Aquí voy yo a debatir mentalmente con el Padre. Ok, en esto concuerdo, en esto no, ¿Cuáles son sus fuentes? El padre hablaba sobre la «aberración del matrimonio gay» de los exorcismos, y del papel del padre en una familia. Terminó el sermón y con ello mi interés. Tal vez si las misas tuvieran más momentos de reflexión y menos actos protocolarios me podrían interesar pero no es así.
Y nunca me he sentido mal por ello, aunque mi postura a ojos de algunos sea considerado un «pecado»; por el contrario, sería deshonesto conmigo mismo tratar de estar en un lugar donde no me siento cómodo. Los humanos tenemos diferentes formas de ejercer la espiritualidad, hay a quienes les gusta ejercerla dentro de un marco de ideas y valores ya fijados y se respeta, habremos quienes no somos así, quienes ejercemos nuestra espiritualidad de mejor forma al adquirir conocimientos nuevos, al sentirnos libres y capaces de llegar a nuestras conclusiones personales. Posiblemente se deba a una predisposición genética, al temperamento, o a alguna otra cosa.
Posiblemente eso que tú sientes en misa es algo que yo siento leyendo un libro o analizando artículos de revistas. Posiblemente el efecto de un Padre Nuestro en tu cuerpo sea el mismo que el efecto en el mío a la hora de redactar un artículo. La espiritualidad es algo muy importante, pero creo que no existe ni debería existir un monopolio sobre como es que ésta se debería de ejercer; los seres humanos somos o deberíamos de ser libres de buscar como ejercerla.
No me considero un «anti religioso» ni me parece mal que la gente ejerza su religión (en tanto haya un respeto entre ambas partes), por lo contrario me parece que puede ser una buena opción para que muchas personas ejerzan su espiritualidad. No soy de los que se para en la Iglesia y empieza a emitir mentalmente una cantidad de críticas implacables y a reprochar. Solo me llego a molestar cuando veo expresiones de fanatismo, o cuando desde su postura emiten juicios o etiquetas a quienes ejercemos nuestra espiritualidad de forma diferente. La Iglesia para mi es tan imperfecta como el ser humano mismo, con virtudes y defectos, con aportaciones valiosas a la humanidad y con otras que provocan un efecto adverso. Y así como puedo criticar a la Iglesia por algunas razones (muchas conocidas e incesamentemente repetidas) puedo valorar también las cosas positivas que ésta como institución pueda hacer.