Lo que vi ayer me dejó pasmado. No podía creer que la indignación llegara a tanto. Ver la puerta de Palacio Nacional en llamas, por el simbolismo que ello genera, es escalofriante, me deja en shock y habla de como este conflicto político ha escalado a niveles que en lo personal no recuerdo haber visto.
Lo peor de todo es que las imágenes subidas por varios usuarios parecen sugerir que se trató de infiltrados (es decir, vándalos pagados con tus y mis impuestos). En ellas vemos que hacen y deshacen con guardias de seguridad permitiéndoles hacer lo que sea, otro vándalo parece tener un micrófono y otro inclusive es protegido por los granaderos. Pero independientemente de que esto haya sido una infiltración, la rabia ante el Gobierno Federal va in crescendo. Ciertamente Peña Nieto no es el principal responsable de la matanza en Ayotzinapa, fue un alcalde del PRD, pero no deja de tener responsabilidad como Ejecutivo Federal, y es que el país se le está yendo de las manos. El actuar de su Gobierno ante la masacre mostró su completa ineptitud (tardaron 3 semanas en anunciar lo mismo que el Padre Solalinde) y eso acumulado a los agravios que siente la sociedad con el gobierno (Elecciones 2012, Reforma Fiscal y mucho más), está poniendo al país en un punto álgido.
Ciertamente hay algunos líderes que buscan canalizar la indignación a su favor, como López Obrador y otras organizaciones. Pero el curso de estos dos años de Gobierno, y no sólo el de Peña Nieto sino todo en su conjunto (estatales y municipales) nos deja entrever que si seguimos haciendo las cosas igual, la olla de presión va a explotar. A Peña Nieto se le está saliendo todo de las manos, la inconformidad en varios sectores de la población (sean de derecha o de izquierda) sigue aumentando. Lo más razonable (aunque algo utópico pensando en que nadie va a soltar el poder sin más) sería que dejara el poder, se hicieran elecciones, o una coalición gobernara con el fin de resolver este conflicto político, porque la verdad es que el gobierno de Peña Nieto ya no puede.
La quema de la puerta coloca el conflicto en una nueva etapa, más álgida, más preocupante. Peña Nieto se va (o huye) a China a la cumbre de la APEC, pero por el tamaño del conflicto debería quedarse en México a resolverlo. No lo hace, lo que deja entrever que en realidad no tenemos un Presidente. En este más de un mes de conflicto, la figura de Peña Nieto ha brillado por su ausencia, por su displicencia y por su ineptitud. Un gobierno débil no tiene la capacidad de manejar este conflicto, más bien el conflicto se dio, en parte, gracias a la presencia de un gobierno débil.
El problema es que de ese México bronco de antaño todavía hay mucho. Muchos claman una revolución, y te invitan a leer la historia para «no repetirla», pero ellos mismos la ignoran, porque de revoluciones como las que anhelan, salió eso que ahora señalan como el enemigo: El Partido «Revolucionario» Institucional. El problema es que corremos el riesgo de repetir la historia, y es que muchos no han sabido canalizar correctamente su indignación.
Es más difícil construir, y habrá que pensar cómo le podemos hacer para que a partir de esto que tenemos, muy poco, y muy deteriorado; podamos reconstruirnos como país, que México sea un país de leyes y no de corrupción. Es una tarea más difícil y menos catártica que buscar la revolución o la deposición del gobierno a como dé lugar, como si eso por sí mismo fuera a traer el tan deseado progreso del país. ¿Cómo podemos convertir una puerta quemada en un Estado de derecho? ¿Cómo podemos convertir la indignación en ciudadanos responsables? Son preguntas que nos tenemos que hacer, tenemos mucho que resolver: Pobreza, desigualdad, inseguridad, corrupción, impunidad. ¿Quiénes serán los nuevos líderes de México? Porque me queda claro que por el momento no hay, y menos en política.