Oh, Braulio. Tu siempre te caracterizaste por ser un buen hombre. Tu, tan solitario y desafortunado buen hombre. ¿Parece que el mundo no te ha hecho justicia hoy verdad?.
Me acuerdo Braulio, cuando ibamos en la primaria, y los chicos pendencieros te empezaban a molestar. Te empujaban y te gritaban. Tu les respondías que simplemente eras un buen hombre. Terminabas llorando y humillado, pero podías consolarte diciendo que eras, un buen hombre.
Como lo recuerdo Braulio, que tu madre dejaba salir a tus hermanos a las fiestas, ellos se las ingeniaban para obtener los permisos, eran vagos y mal portados. A ti no te dejaban salir, no Braulio. Tu solo le decías a tu madre -soy un buen hombre. Si, te quedabas aburrido todos los días en tu casa, pero podías al menos decir que, eras un buen hombre.
Y también me acuerdo Braulio, que Daniela te gustaba. Era el amor de tu vida, y tu no te atrevías a decírselo. Cuando tuviste la oportunidad de ofrecerle tu amor, le dijiste que tu eras simplemente un buen hombre. Ella se dió la vuelta y prefirió buscar al popular, al rebelde, al intelectual. Tu te quedaste en una esquina con tu ramo de flores marchitas llorando, gritando al cielo, ¡¡por quéeee!!. Si eras un buen hombre.
Después de tantos años de impopularidad, tuviste a una mujer desnuda frente a tí. Ya tenías 32 años, y era la primera vez que ibas a experimentar una relación sexual con una mujer. Pero me acuerdo que tu dijiste: -No, no, eso está mal, yo soy un buen hombre. Quedaste de por vida soltero y casto, pero como siempre te consolaste al saber que eras un buen hombre.
Y recuerdo cuando tuviste la gran oportunidad de obtener un gran trabajo Braulio. No elaboraste ningún currículum, no te arreglaste como debías para una entrevista de tal seriedad. El reclutador te preguntó, ¿cual es tu mayor virtud?, tu dijiste -soy un buen hombre. Y lógicamente no te dieron el trabajo, te quedaste viviendo por siempre en ese mugroso departamento maloliente. Pero a pesar de todo, te seguías consolando y preguntando por qué, si eras un buen hombre.
Pobre Braulio. Tan bueno, tan honesto, tan dadivoso, ¡y no tenías nada!. No tenías trabajo, no tenías pareja, no tenías amigos, no tenías sexo, no tenías felicidad. Tu vida era una porquería, no era una vida, era un estado vegetativo, y ni siquiera eso, porque en ese estado no se siente la amargura que tu siempre sientes Braulio.
Luego te animaste a tomar por primera vez en tu vida una difícil decisión Braulio: ¡¡Te suicidaste!!. Y tu de pendejo que creías que te ibas a ir al cielo. Por buen hombre.
Después de tu muerte, llegaste a las puertas del cielo, ahí estaba el mayor de los arcángeles para juzgarte. San Pedro dijo: -Habeis cumplido con los mandamientos, habeis respetado a tu prójimo, habeis adorado a Dios, pero también habeis cometido un pecado grave cuya alma ha destrozado, vos habeis cometido un terrible suicidio. Por lo tanto te condeno al infierno.
Llegaste al infierno pensando en utilizar tu perdido y desgastado recurso. Satanás estaba frente a tí, y tu le dijiste ¡¡Sálvame, que soy un buen hombre!!. Para lo que Satanás te respondió: -En este mundo los peores hombres son los que sobreviven. Yo soy el peor y soy el lider de todos, ¿y tu te dices ser un buen hombre?. Lucifer, compañía, ¡¡mándenlo a la sala de torturas!!.
Ni modo Braulio, viviste la peor de las vidas posibles, por conformarte con ser un buen hombre.