La gente quiere que seas convencional

Abr 24, 2014

Haruki Murakami en su libro «De qué hablo cuando hablo de correr» hizo una afirmación que decía algo así como que la independencia se paga con heridas en el corazón. Se refería al hecho de que para hacer lo que realmente quieres, deseas y anhelas, tendrás que romper no sólo paradigmas, sino también habrá quien (a veces con buenas intenciones) no quiere que hagas lo que quieres hacer, y en ese camino algunas personas te lastimarán, posiblemente perderás algunos amigos o gente que estimas. Pero es natural que si realmente quieres luchar por lo que crees, tendrás que hacer sacrificios.

La gente quiere que seas convencional

 

Cuando leo biografías de personas que han logrado hacer un cambio, ya sean empresarios exitosos, o bien, literatos, escritores, investigadores, científicos, cineastas. Algo que es una constante y está palpado en muchas de esas biografías, es que en algún momento tuvieron que tomar decisiones que no gustaron a muchos, pero que fueron fundamentales para que lograran convertirse en lo que son o en lo que fueron. En primer lugar siempre se encuentran los padres. Y es entendible, los padres generalmente tienden a ser protectores. Los padres de alguna manera priorizan la seguridad sobre la felicidad, porque paradójicamente, creen ver la felicidad supeditada a la seguridad. También se pueden encontrar amigos, la pareja. Y hablo de los casos de personas que te quieren. Porque habría hacer un apartado especial de la gente que no te desea bien, o no le conviene que te vaya bien.

El sistema (hablo de toda la estructura de organización y relaciones humana) te invita a que seas convencional, que seas uno más. Posiblemente porque los humanos deseamos estar dentro de sistemas estables, lo que no necesariamente significa que sea lo mejor para todos. Quien quiere destacar, lo tiene que hacer forzosamente rompiendo paradigmas de lo convencional. Esta afirmación está muy obviada, porque el que destaca debe de ser diferente a lo demás.

Muchas veces para el ser humano, lo diferente tiende a ser raro. Esto lo podemos ver en los niños. Los niños con una inteligencia poco desarrollada tienden a ser segregados en el salón de clases -Estás tonto, no aprendes, burro-, pero al igual, los niños superdotados (a pesar de estar en el polo opuesto) tienden a ser segregados y a ser vistos como bichos raros porque sus mentes tienden a funcionar de forma diferentes, lo cual coadyuva en formas de comportarse diferentes, así como hábitos diferentes.

Entonces la mayoría de la gente tenderá a sentir cierto escepticismo ante los riesgos que desees tomar, porque ellos no tienen pruebas (sobre todo en sus vidas) de que dicho riesgo pueda traducirse en algo positivo o en un escenario mejor que el actual. En muchos casos, tus padres y tus amigos, preferirían verte con una forma de vida parecida a la de ellos, y a las de quienes por medio de las formas convencionales, han logrado tener cierta estabilidad. Decirle a tus seres queridos que cerraras el restaurant del cual comes a cambio de convertirte en novelista (es el caso de Haruki Murakami) no será seguramente bien recibido.

Pero la gente que ha trascendido ha tenido que tomar decisiones así. Y a veces esas decisiones pueden llegar a lastimar relaciones, porque tomar un riesgo lleva inherentemente el cambio de hábitos. A esto hay que sumarle que hay gente que en su muy inconsciente (y a veces de forma más consciente) le desagrada que te vaya muy bien, porque eso de alguna forma le recuerda la mediocridad en la que vive y lo podrá confrontar al darse cuenta que al quedarse en su zona de confort no logró tanto como aquel que tomó el riesgo y se apretó los… pantalones.

Es curioso, porque queremos un sistema estable en el cual vivir y relacionarnos, y estas personas que lo desafían, de alguna forma logran mejorarlo. La gente llega a ser escéptica incluso en aquellas mejoras, tratan de verle el aspecto negativo, no tanto para a partir de una crítica mejorarlo, sino por el miedo a las cosas nuevas. ¡Steve Jobs inventó el iPhone! -Ah pero recuerda que los iPhones enajenan a la gente, velos en las reuniones como se pegan a su aparato-.

Queda claro que si no quieres ser convencional, si no quieres ser un número dentro de una masa, tendrás que tomar riesgos, y sobre todo tendrás que pagar el precio de tener alguna que otra cicatriz en tu corazón a cambio de sentirte libre y autorrealizado. Algunos nacieron para hacerlo, otros no (y es que es natural que para que funcione un sistema, muchos de los que lo integran deberán ser convencionales), pero quienes nacieron para cambiar las cosas están moralmente obligados a hacerlo.