Concluye la precampaña, esa figura absurda en la que, en teoría, las y los precandidatos deberían contender por erigirse como quien abandere a su partido o coalición.
Lo que vimos no fue eso. En todos los casos vimos una suerte de campaña anticipada (producto de normativas absurdas que fueron efectos de las «denuncias» de López Obrador en 2006) restringida y limitada donde quienes contienden estaban limitados por ciertas reglas como no poder llevar a cabo propuestas.
La precampaña fue, en general, aburrida, como si los estrategas se estuvieran ahorrando sus mejores cartas para la campaña final.
Aburrida también porque Claudia Sheinbaum apostó por un perfil muy bajo a sabiendas de que va liderando las encuestas.
Aburrida también porque la campaña de Xóchitl Gálvez fue muy errática y solo al final logró encontrar una fórmula funcional y un mensaje que le permitió cerrar con broche de oro con un gran cierre que no fue cubierto deliberadamente por los medios, o lo hicieron de una forma muy discreta. Ese cierre parece haber hecho sonar las alarmas en el oficialismo que rápido activó a sus influencers de redes sociales para descalificar a la candidata opositora por haber hecho uso del teleprompter.
A Gálvez se le volvió a ver contenta, entusiasmada, burlona y jocosa, cosa que había ido perdiendo a lo largo del tiempo. Sus recurrentes bromas y mofas a Claudia parecen caer bien en el público.
El problema para Xóchitl es que esa inercia producto de su buen cierre se va a ver casi cortada por el fin de las precampañas. Por fin estaba agarrando vuelo, y ahora tendrán que ver de qué forma logran mantener el momentum en este mes y medio donde solo podrán aferrarse a aquello que el reglamento (o sus lagunas) les permita para después, ahora sí, acompañar a su estrategia de un plan de gobierno que logre conectar con su electorado.
Por otro lado, Claudia Sheinbaum parece condenada a jugar a la defensiva y mantener su ventaja, considerable pero no definitiva. Su poco carisma y presencia no le permite esa flexibilidad que sí tiene Xóchitl Gálvez y, de alguna manera, tiene que aferrarse a un discurso fuertemente continuista porque, a pesar de que pueda indignar a algunos lo que voy a decir, como candidata Sheinbaum no puede brillar por sí sola (ello no tiene que ver con la capacidad que pueda tener en otros rubros). López Obrador y su popularidad son su mayor activo, pero cualquier error o problema que venga de su gobierno terminará necesariamente impactando dentro de su campaña.
Es posible, incluso, que las estrategias más importantes de su campaña vengan no de su cuarto de guerra, sino del propio gobierno de López Obrador, como su propuesta para reformar las pensiones que tiene un corte evidentemente populista.
Ló único irruptor en la precampaña fue la fallida campaña de Samuel García. No solo irrumpió por tener una estrategia de medios más innovadora y sofisticada producto de las agencias de comunicación que trabajan para MC así como del talento de Mariana Rodríguez (estrategia sin sustancia, también debe decirse), sino porque sus propios errores infantiles lo terminaron bajando de la candidatura de una forma un tanto ridícula. Ahora MC, que pudo tener una candidatura relevante y competitiva (aunque no suficiente como para llegar a la presidencia) tendrá que conformarse con un hombre gris como Álvarez Máynez a quien Samuel le trata de compartir a cuentagotas algo de su fama y carisma para así conservar el registro de su partido.
Más allá de las discusiones tuiteras, la precampaña no parece haber generado entusiasmo en la gente y parece no haber movido mucho. Los partidos (incluido MORENA) parecen seguir una lógica propagandística de la que los ciudadanos ya parecen haberse vacunado y a la que ya no son receptivos. Más allá de videos generados por alguna inteligencia artificial de forma casera e improvisada, no se percibe algo nuevo con respecto de elecciones pasadas.
Esto será un reto sobre todo para Xóchitl Gálvez, quien es la obligada a crecer en las encuestas. Contrario a lo que mucha gente sostiene, yo no creo que la elección esté definida. A sabiendas que Claudia Sheinbaum tomará una postura defensiva, el balón está del lado del Frente. Tendrán que irrumpir como nunca y hacer una campaña disruptiva para poder sorprender a un oficialismo que, por momentos, se le percibe confiado y ensimismado ya pensando en su «próxima presidenta».