Nos encontramos en un momentum político algo extraño y tal vez, en cierta medida inédito.
Se acercan las elecciones y es natural que las pugnas producto del reacomodo de poder se empiecen a manifestar de distintas formas.
Si algo me ha llamado la atención son los graves errores de cálculo político que hemos presenciado en las últimas semanas, sobre todo los de Marcelo Ebrard y el propio Samuel García. Dos figuras relevantes en la política nacional que podrían estar viviendo su ocaso (aunque en la política suele haber sorpresas).
Samuel García siempre fue un producto sin sustancia. Lo había advertido desde la crisis del gasolinazo de Enrique Peña Nieto donde el regiomontano comenzó a cobrar relevancia. Él fue uno de tantos que trató de capitalizar demagógicamente la tragedia del «presidente caído» y algunos le dieron la razón tan solo por ser opuesto al Presidente Peña.
Si la política mexicana ya tendía a la frivolidad, él la llevó a su máxima expresión. Un individuo sin principios claros, con una personalidad «regiomontana» pero llevada a lo grotesco: así, muy «echado para delante» pero con una fuerte dosis de altanería y superficialidad.
Por alguna razón esa figura era atractiva para un sector del electorado. Tal vez sea porque sabía conectar con esos impulsos aspiracionistas: el niño riquillo y privilegiado que hace desmadre. Como bien señala Jesús Silva-Herzog en su columna, también era atractivo para el votante misógino y conservador. Curiosamente, estuvo abrazado por un partido que se presume progresista.
Su ahora esposa Mariana Rodríguez supo explotar esa frivolidad y llevarla al máximo. Ella, una mujer muy talentosa para el arte de la comunicación, sobre todo mediante el uso de redes sociales, logró terminar de construir a Samuel García como un producto electoral atractivo y le dio una consistencia narrativa que ya muchos políticos habrían deseado tener. Esto, independientemente de que no hubiese sustancia alguna dentro del empaque.
El producto Samuel se convirtió en una suerte de influencer o meme, de show business, de storytimes en TikTok, de frivolidades, de bailes, cancioncitas y jingles, de frases pegadizas y hasta parodias. Y eso, de alguna forma, vendía. ¡La política del espectáculo o el espectáculo hecho política! Con esa configuración fue como llegó a ser el «gobernatore» de Nuevo León.
Pero todos sabemos que un buen producto no hace a un buen político. Un buen candidato no necesariamente es un buen gobernante (a veces, la tendencia pareciera ser la contraria). Y justo, a la hora en que Samuel tenía que hacer política, destruyó su propia candidatura.
¿Por qué Samuel iba a estar en la boleta? La respuesta más repetida es que fungiría como esquirol de la 4T. Decían que dividiría el voto opositor para beneficiar a Claudia Sheinbaum. Es posible que haya sucedido así (incluso algunos analistas como Macario Schettino se han atrevido a afirmar que MORENA lo chantajeó con «expedientes»), pero no es necesariamente la única explicación.
La otra razón es que, a través de él, MC aspiraría a posicionarse como la principal alternativa al régimen. Si Samuel rebasaba a Xóchitl y quedaba en segundo lugar de las preferencias, MC se mostraría ante el electorado como más competitivo que el PRI y el PAN (al PRD ni para qué mencionarlo).
Pero, haya lo que haya sido, todo eso se arruinó porque Samuel cometió un error político fatal que el Frente logró capitalizar.
Samuel García no previó lo que significaba que el Congreso de Nuevo León, de mayoría opositora a su gobierno, tuviera que nombrar al gobernador interino. Al parecer, no le pasó por la cabeza que el Frente podía aprovechar este hecho para descarrilarlo, lo cual era natural. Los priístas y panistas pueden tener muchos negativos ante el electorado, pero si algo les sobra es oficio político.
Así, el gobernador interino y la facción opositora iban a estar en capacidad de investigarlo, de sacar sus «trapitos al sol». Ante este hecho, y ante un golpe de Estado fallido y vergonzoso que dejó en claro su nula vocación democrática e institucional, Samuel tuvo que regresar a gobernar para cubrirse las espaldas en un estado que, al momento de salir, le daba una aprobación más bien medianita.
Samuel arruinó su candidatura y ha puesto en entredicho su futuro político. Es más, no ha logrado, ni con el talento de su esposa ni las agencias de medios que trabajan para MC, posicionar el relato de que él fue la víctima de los «actos corruptiles del PRIAN». Ni los «apoyos» recibidos en la mañanera parecen haber ayudado a hacerse de la narrativa.
Este bochorno también comprometió a MC, un partido que en la teoría debería ser progresista y que, ciertamente, podrá tener algunos buenos perfiles, pero que es conducido por un señor muy oscuro que conocemos como Dante Delgado y que desde su fundación se ha ostentado como el dueño del partido. MC no sólo no se deslindó de los caprichos del «Dictatoker«, sino que ha avalado por completo su discurso.
Hoy, MC está muy lejos de ser esa alternativa que aprovechara ese vacío que los partidos tradicionales estaban dejando. Su narrativa de la «nueva política» quedó muy comprometida gracias a esas prácticas propias de la política más vieja y autoritaria. Para gran parte de la opinión pública, MC se convirtió en comparsa del régimen, lo cual mata la credibilidad del argumento de «MC como alternativa al oficialismo».
Así, un partido que pudo realmente convertirse en una nueva alternativa pareciera cada vez condenarse más a convertirse en una suerte de nuevo Partido Verde, un mero negocio político sin principios ni sustancia alguna. Un partido con empaque progresista pero que es capaz de postular a figuras conservadoras o hasta misóginas con tal de obtener poder.
¿Y quién va a capitalizar la caída de Samuel García? Uno pensaría que la candidata a hacerlo es Xóchitl Gálvez (quien ya no tendrá un tercero que la amenace), aunque la realidad pareciera es más bien compleja.