El triunfo de Javier Milei que tanto ha polarizado a las redes sociales nos deja varias lecciones.
Puede que a muchos no nos guste, pero hay algo que se le debe reconocer: logró construir una narrativa sólida y congruente que encaja muy bien con aquello que más preocupaba y molestaba a los argentinos.
También aprendimos de él que ser un outsider es un gran atributo. Muchos de los políticos ganadores, tanto de izquierda o derecha lo son o al menos aparentan serlo (como AMLO). Es prácticamente un fenómeno mundial el que se privilegie a outsiders sobre políticos de carrera.
Dicho esto, Xóchitl Gálvez debería tener una narrativa consistente y presentarse como una outsider.
Y, en teoría, tendría los elementos. A pesar de estar dentro del sistema político siempre ha sido una mujer que ha ido muy por su cuenta. Su historia de vida le permitiría construir una narrativa que apele al votante mediano de la oposición: su progresismo moderado en lo social apelaría a quienes están más en la izquierda y su historia de emprendimiento y esfuerzo a los de la derecha.
Voy más allá. Gran parte de sus posturas en ambos lados del espectro político pueden contrastar con López Obrador. En teoría se podría construir alrededor de ella una buena candidatura, y sigo pensando que, a la fecha, es lo mejor que la oposición tiene para presentar.
Sin embargo, en la práctica no hay nada de eso.
Xóchitl creció como la espuma en los primeros dos meses, en gran medida por su carisma, su personalidad «echada para adelante» y por los ataques desde Palacio. Pero ese crecimiento no se iba a sostener por sí mismo, había que consolidarlo y nada más no se logró. Por el contrario, se ha estancado groseramente.
Parece que a sus estrategas se les olvidó la estrategia. Pareciera que creyeron que la inercia de su despegue inicial sería suficiente.
Y pues no.
Hoy, no hay algo parecido a una narrativa alrededor de Xóchitl.
Es más, la candidata ha mandado mensajes que no solo generan confusión, sino que ahuyentan a parte de su electorado. Un día, ante la dirigencia del PRD, dice que ella es la «izquierda verdadera». Dos días después, parece dar a entender que se congratula por el triunfo de Javier Milei (una día después «corrigió» pero el daño está hecho).
Estas posturas tan disímiles e irreconciliables solo generan desconfianza en su electorado: se le puede percibir como una persona sin ideas claras y hasta como oportunista. Basta ver las reacciones en Twitter (X). Tanto izquierdistas como derechistas recibieron con mucho recelo esos mensajes y la han criticado duramente.
Una candidata que se ubica en el centro político para atraer al votante mediano opositor del régimen no debe buscar quedar bien con todos en todo momento porque no va a quedar bien con nadie, ese es un error muy común de varios candidatos moderados o centristas que debe evitar a toda costa. Más bien debe buscar coincidencias de su narrativa con las distintas facciones a sabiendas de algunas disidencias serán inevitables de tal forma que, aunque no sea la candidata perfecta para dichas facciones, es mejor que la opción de la continuidad del régimen.
¿Y por qué pasa esto? Respuesta simple: no hay estrategia, no existe una narrativa consistente, todo es improvisación, no se analizan las consecuencias de las decisiones que se toman, se deja que todo fluya.
El otro craso error tiene que ver con su postura de outsider.
Xóchitl está desperdiciando un activo que sería crucial en la elección. Claro, la configuración es complicada porque está abanderada por «los partidos de siempre», pero con una buena estrategia sería posible que esa relación le afectara poco. Sería necesario hacer ver que Xóchitl es la que está al frente de todo, la que toma decisiones y la que brilla con luz propia.
Sin embargo, aparece muy frecuentemente con los partidos como si fueran estos los que están al mando, se abraza con los que alguna vez criticó. Es comprensible que Xóchitl debe quedar bien con las bases y las estructuras de los partidos que la abrazan, pero debería ser más prudente al respecto, sobre todo con lo que comunica.
Los propios partidos también deberían comprender que sus negativos son altos y que exponerla demasiado con ellos puede jugar en contra de sus propios intereses, porque si bien pueden pensar que relacionar a Xóchitl con su partido les puede traer más votos en el Congreso, también es cierto que si las preferencias de la candidata bajan, bajará también el número de escaños que logren ganar ya que en las elecciones presidenciales los votos al mandatario tienden a trasladarse al propio Congreso.
Lo he dicho más de una vez en Twitter. Su campaña necesita un estratega que no sea miembro de los partidos, no Santiago Creel. Necesita a alguien que pueda analizar la situación desde fuera y no esté atrapado en la (evidente) burbuja discursiva de los partidos que parecieran no terminar de comprender el panorama político y social actual.
Claro, todo esto se hace más complicado con las pugnas partidistas del Frente. Se percibe desorden y caos cuando debería haber disciplina para poder ir unidos contra el régimen. Esas pugnas estorban y afectan la candidatura de Xóchitl. MORENA, en cambio, ha logrado demostrar cierta disciplina que hasta hace poco parecía ausente. A pesar de las disidencias (Ebrard) y pugnas, todos están ya alineados con Claudia Sheinbaum.
Hoy, la campaña de Xóchitl está a la deriva. No hay un hilo discursivo ni una estrategia sólida. Esto pasa al tiempo en que el régimen exhibe con un fuerte manotazo su capacidad de poder. Véase la alianza con el partido de Pedro Kumamoto, el asunto de Arturo Zaldívar, la reintegración de Marcelo Ebrard quien terminó cuadrándose, la propia disciplina y orden.
Se prenden los focos rojos, porque si hoy no se da a la de ya un golpe de timón en el cuarto de guerra podría ser ya demasiado tarde.
Y si eso no ocurre, Claudia Sheinbaum llegará, sin despeinarse, a la silla presidencial.