Rapiña en Acapulco ¿Cuándo saquear es malo y cuándo no?

Oct 29, 2023

Los saqueos siempre suceden a los desastres. A muchas personas les parece indignante, pero su presencia tiene una explicación. Explicación que no siempre los justifica.

Por lo general, a un desastre natural le suceden actos de saqueo y rapiña.

A la opinión pública de redes sociales le ha llamado mucho la atención la cantidad de saqueo que ha habido después del huracán en Acapulco.

Y sabemos que la discusión en redes suele tornarse binaria y polarizante, muchas veces cayendo en ambos extremos:

Así, por un lado se encuentran las personas que condenan con ferocidad cualquier extracción de productos de la tiendas y exigen mano dura. Por el otro están quienes tratan de ser «comprensivos» incluso con aquellas personas que aprovechan para robar televisiones, artículos de lujo y demás.

Me he encontrado, de forma muy recurrente, con este tipo de argumentaciones en Twitter, Facebook o TikTok. Pero, como ocurre con casi cualquier fenómeno, la situación es más bien un tanto más compleja y hay que echarse un clavado para comprenderla.

Tenemos que empezar desde el principio:

Al ser parte de una civilización, todos nosotros vivimos en una suerte de orden social a través del cual los seres humanos buscamos optimizar nuestro bienestar. Este orden social es un entramado de procedimientos de todo tipo, mecanismos, normas sociales o culturales y legales (Estado de derecho), actos rutinarios que se repiten una y otra vez, y claro, cierto grado de incertidumbre que suele estresar en cierta medida este orden con el fin de mejorarlo, pero generalmente sin comprometerlo.

Al ser parte de este orden social, como bien señalaba Thomas Hobbes, los individuos cedemos algunos derechos tales como el derecho a robar o el derecho a matar para así poder vivir en una sociedad relativamente armoniosa en vez de vivir en el caos y la anarquía absoluta. Aunque las configuraciones de orden social difieren en cierta medida en distintas culturas, estas son producto de miles de años de evolución humana.

Pero resulta que estamos tan acostumbrados a vivir en ese orden social que lo damos por sentado, como si fuera algo natural. Pero no lo es así, el orden existe porque los seres humanos lo sostenemos y porque hemos desarrollado una configuración de incentivos dada para hacerlo así. Pero no es algo dado, es algo que se puede llegar a romper, y justamente un desastre natural tiende a romper o comprometer ese orden social de forma temporal porque destruye parte de los mecanismos que permiten que este orden funcione.

Cuando existe un orden social, la gente trabaja, gana dinero y con ese dinero garantiza su bienestar al comprar productos y servicios que son necesarios para ese fin. Las personas que roban tienden a ser una franca minoría porque en ese orden social los incentivos están configurados de tal forma que pocos individuos tengan incentivos para robar o delinquir. Ciertamente, en tanto el Estado de derecho sea más sólido, los incentivos tenderán a ser aún menores.

Cuando el orden social se suprime, las reglas del juego de dicho orden social dejan de ser funcionales y la sociedad dada cae en una suerte de anarquía. Claro, el desastre natural no destruye el orden social por completo pero sí tiende a reducirlo a su mínima expresión de tal forma que solo algunas normas o procedimientos se mantienen funcionales. Por más grave sea el desastre, el orden social queda más comprometido.

Si el orden social garantiza la supervivencia de la gran mayoría de las personas, incluso muchas de las que viven en algún grado de pobreza, su ausencia las compromete.

Si no hay luz, electricidad ni agua, y si no se tiene un techo, el individuo entra en una situación de incertidumbre tal que tiene que buscar garantizar su supervivencia por sus propios medios.

En tanto el desastre sea más grande, dado que el orden social queda más comprometido, el saqueo será mayor.

En una situación funcional, el individuo iría con billetes o una tarjeta bancaria al Oxxo para comprar la mayor cantidad de víveres posibles para abastecerse: eso es lo que suele ocurrir cuando se avisa a la población que una tragedia está por ocurrir. En tanto la tragedia no ha llegado, el orden social se mantiene y bajo este los individuos toman decisiones para hacer frente a la contingencia.

Pero, después de un huracán donde una ciudad está destrozada, donde los comercios están completamente inoperables, ir a comprar productos no parece ser la solución más racional para los individuos que buscan sobrevivir. Entonces los extraen.

A muchas personas les parece inmoral esta extracción. Yo difiero. Cuando un orden social que garantice el bienestar existe, entonces sí sería un acto inmoral, pero como no lo hay, es irracional actuar como si este existiera para sobrevivir y tener mis necesidades básicas garantizadas siendo que hacerlo me deja en una peor situación.

Y resulta que esto ocurre en cualquier latitud del mundo, ocurrió en Los Cabos, en Texas hace unos pocos años y en el huracán Catrina. No es porque, como algunos han dicho en redes sociales, los guerrerenses sean más corruptos.

Habrá quienes digan que en Japón (que es una excepción a la regla) esto ocurre en muchas menores dosis, pero ello no es producto de la benevolencia de sus habitantes sino de un conjunto de normas legales y sociales que hacen que estas conductas sean menos convenientes. Ayuda también que se trate de un país muy desarrollado donde es más fácil dotar a las víctimas de productos para sobrevivir.

Y no somos Japón, ni podemos aspirar a serlo en un día, y menos en una situación de emergencia.

En un estado así, cuando la supervivencia y la propiedad entran en conflicto, el primer caso debe tener prioridad.

Inclusive, visto desde una perspectiva moral consecuencialista, se gana más de lo que se pierde. La mayoría de los víveres son perecederos: varios de los productos extraídos posiblemente habrían caducado de mantenerse en las instalaciones. También el costo de estos productos suele ser bastante menor que los productos de lujo.

Luego está la rapiña, o el saqueo de productos que no son de primera necesidad. Aquí la situación cambia y ya no se le puede juzgar de la misma manera.

En corto, puedo sostener que, a pesar de lo anteriormente dicho, extraer productos que no son de primera necesidad sigue siendo un acto inmoral y debe ser reprobable.

He escuchado varios argumentos que tratan de defender este tipo de actos:

Unos dicen que los individuos lo perdieron todo y que es comprensible que traten de rescatar algo extrayendo los productos a alguien más.

Pero, en este caso, al tratar de «rescatar algo» alguien más va a perderlo de igual manera, y no solo hablo de «accionistas que tendrán que vender uno de sus cinco yates» sino incluso de empleos perdidos en alguna parte de la cadena de suministro, por poner un ejemplo, para subsanar esa pérdida. Esto último puede ser más comprensible con los productos de primera necesidad por la necesidad de supervivencia (sobre todo porque es más lo que se gana que lo que se pierde), pero aquí no existe.

Un argumento más interesante es que esos bienes les permitirán sobrevivir a largo plazo: robo una televisión para así poder venderla y poder garantizar cierta cantidad de ingresos mientras se estabiliza la situación.

Sin embargo, ello es más problemático que el caso de los víveres porque, si este es el caso, el individuo tiene un margen de maniobra mucho mayor.

Además, tendríamos que preguntarnos si ese es el caso. Sospecho que la mayoría de los que se involucran en actos de rapiña no extraen esos productos con ese fin.

Pero, estemos de acuerdo en que es inmoral o no, la rapiña siempre va a existir en un desastre ¿por qué?

Porque cuando no hay un orden social, es mucho más difícil que alguien me castigue si decido robar.

Puede sonar crudo, pero muchas personas no roban por convicción, sino porque no lo consideran conveniente. Un individuo prefiere trabajar y comprar cosas porque ello le es menos costoso que robarlas. Si las roba, puede ser detenido, señalado por la sociedad y caer en la cárcel.

En un desastre natural, el orden de incentivos cambia por completo.

Y esto también pasa en Los Cabos, Houston o Nueva Orleans. La condición humana es así.

Y esto me lleva a un apartado muy importante, la presencia de las autoridades y el Estado de derecho, algo que ha estado completamente ausente en los primeros días después del huracán Otis.

Si el orden social se desvanece ante un desastre y la sociedad se hunde en el caos, la presencia y el rápido actuar del gobierno ayuda a que este desplome sea más tenue y, por tanto, que haya menos saqueo. Pero claro, mucho más importante aún que lo material es que si el orden se reestablece de forma más rápida, menos víctimas sufrirán a causa del desastre.

Los japoneses son buenos para eso y por ello la rapiña es bastante menor allá. De nuevo, no es un tema de benevolencia, es un tema de orden y de procedimientos.

Otras decisiones que ha tomado el gobierno, como restringir la entrada de víveres y monopolizarlas con el ejército, empeora aún más las cosas. Porque la llegada de los víveres ayuda a reestablecer un poco la situación, tranquiliza más a la gente y le da más margen de maniobra en tanto el orden comienza a reestablecerse.

Si el orden no se comienza a restablecer, el desastre puede convertirse en una tragedia humana. Si ya no hay nada que saquear, si no hay víveres, los individuos pueden sentirse orillados a cometer actos más antisociales para sobrevivir, como asaltar o robar a personas, por decir lo menos.

Así, sin un orden social, llegamos a la total anarquía y a la pesadilla hobbesiana donde todos tienen el derecho a todas las cosas. Ahí, donde en el gobierno no hay liderazgo y voluntad, ahí donde el caos será mayor.

Conclusión:

Es fácil argumentar que el saqueo es porque sean guerrerenses, o que el saqueo siempre es bueno o siempre es malo. Algunos dirán que es malo porque el saqueo implica robo, y la palabra robo tiene una connotación negativa, pero ello no quiere decir que en todos los casos sea algo inmoral.

Por ejemplo, la palabra matar tiene una carga muy negativa, pero no implica que en todos los casos matar sea malo: si yo mato en defensa propia para proteger mi vida o la de mis seres queridos no estoy actuando mal. De igual forma, si yo robo un producto porque considero que no tengo otra forma de garantizar mi supervivencia no estoy incurriendo en un acto inmoral.

Estos juicios son complicados, y en este artículo traté de argumentar mi punto de vista. Se puede justificar el saqueo con de víveres como alimentos o ropa para garantizar mi supervivencia y mis necesidades básicas en un desastre, no se puede justificar cuando se trata de productos que no tienen ese fin y que están más orientados al lujo y al entretenimiento.

De la misma forma, el Estado debe estar lo más presente posible para 1) reestablecer el orden y reducir el impacto del desastre en las víctimas (que es lo más importante) y 2) que los saqueos sean en menor cantidad, ya no solo por la vigilancia como tal, sino porque ha permitido y promovido la distribución de víveres a los afectados.