En algún momento, Acapulco era el destino turístico par excellence para vacacionar en el país. El destino gozaba de una gran fama no solo nacional sino internacional.
A Acapulco iban a vacacionar los Kennedy, Elvis Presley y muchos artistas de talla internacional. Muchos, como el propio Elvis, Agustín Lara, Carlos Santa, Luis Miguel, Tito Puente, Juan Gabriel, Bob Dylan, Phil Collins entre otros le compusieron alguna canción.
Era el lugar de moda y caché, ahí se hacían películas, series. Los más acaudalados del país tenían ahí residencias, hoteles. Ahí estaba el famoso Daddy’O donde Luis Miguel, Pierce Brosnan y otros artistas acudían frecuentemente. Acapulco era el lugar donde todo el mundo quería estar. Su skyline de edificios asombraba a cualquiera: hasta hace pocas décadas, tenía las edificaciones más altas solo después de la ciudad de México.
Pero, con el tiempo, esa gran fama entró en declive. La violencia azotó al destino turístico, malos gobiernos llegaron, Cancún y otros destinos turísticos le arrebataron ese par excellence y lo dejaron como un destino casi de segunda clase donde casi ya no se construyen nuevos hoteles y donde el descuido y la decadencia se encuentran cada vez más presentes. Las luminarias del espectáculo, los futbolistas y la gente importante prefiere ir a Cancún y sus playas cristalinas, lejos del bullicio y el atiborramiento del destino turístico de uno de los estados más pobres del país:
Desde el parque Papagayo deambulé entre ambulantes, negocios cerrados, dos autoservicios en cada cuadra, la Diana Cazadora remodelada. El tráfico, los semáforos descompuestos, las artesanías de toda la vida, bares levantando sus cortinas, la playa a unos metros. Lo que uno encontraría en cualquier foto de Acapulco. Llego a los últimos metros de la Condesa y me topo con una cuadra de negocios cerrados.
Geovani de la Rosa
Es en este contexto en el que posiblemente el peor huracán de la historia del país azota este destino turístico que a duras penas luchaba para mantenerse presente y mantener aunque sea un poco del prestigio que le quedaba.
Llegó de forma sorpresiva. Hace apenas un día, el huracán Otis amagaba solo con ser una tormenta tropical que causara molestias menores. De pronto se convirtió en un huracán de Categoría 1, luego 2, luego 3, luego 4 para azotar en la máxima y más devastadora categoría en la que un huracán puede llegar: la categoría 5.
Ese súbito desarrollo del huracán que no pudieron prever los meteorólogos con los modelos matemáticos más avanzados hizo que ni las autoridades ni los habitantes ni los vacacionistas tuvieran tiempo para salir de la ciudad o resguardarse en mejores zonas. Debido a que la ciudad no tiene ni luz ni Internet ni teléfono, la información apenas fluye y, a la hora en que escribo este artículo, no sabemos cuántas vidas pudieron haberse perdido, sobre todo de aquellas personas que viven en las montañas y en las colonias populares que no tienen el privilegio de tener un lugar de resguardo que los hoteles de renombre sí suelen tener. Así mismo, mucha gente está incomunicada, no saben cómo están sus familiares porque no tienen forma de comunicarse con ellos.
Las calles están devastadas, completamente inundadas, arboles tirados, los comercios destrozados. Muchos edificios turísticos casi reducidos a obra negra y que tendrán que ser casi reconstruidos para volver a ser utilizados. Pareciera que casi ningún edificio se salvó, desde la pequeña tienda hasta el rascacielos frente a la playa. Acapulco está completamente irreconocible y es prácticamente inhabitable.
Y si las imágenes devastadoras que nos llegan al día de hoy son de las zonas más privilegiadas, donde es posible que muchos hoteles y grandes comercios tienen algún seguro que les permita recuperarse de esta gran tragedia, no quiero pensar lo que va a pasar con los habitantes, con aquellos que tienen una pequeña casa en las montañas y que lo perdieron todo (lo que puede incluir vidas humanas) que, aunado a ello, la tendrán muy difícil incluso para encontrar comida y agua porque los comercios están devastados (la rapiña entra como agravante) y los servicios básicos están completamente colapsados. Ellos deberían ser lo más importante y lo más prioritario.
Y para mala fortuna del destino y sus habitantes, México al día de hoy no tiene al mejor gobierno para enfrentar con eficacia este tipo de siniestros ni para atender las problemáticas de las víctimas de este lamentable desastre.
¿Qué va a pasar con Acapulco? Posiblemente tendrán que pasar varias semanas para que la ciudad esté mínimamente funcional. Tardará meses para volver a fungir como un destino turístico en lo que, al menos, algunos hoteles puedan estar reacondicionados para tener alguna actividad, pero posiblemente la recuperación completa tarde años.
Habrá que preguntarse si esta tragedia sumirá más a este destino y ya no pueda recuperarse o podrá ser una suerte de parteaguas para su resurrección: que, dentro de la devastación y la tragedia, inversionistas reconstruyan este puerto y le den un nuevo aire. Eso solo lo dirá el tiempo.
Lo más importante hoy, sin embargo, son las víctimas. Hoy muchas personas están sufriendo, personas que lo perdieron todo. Los hospitales están colapsados y destruidos lo cual agrava todo. Debido a esta tragedia, miles perderán sus empleos. Los recursos provenientes del turismo no fluirán como lo hacían hasta el día de ayer. Y todo esto ocurre dentro de un estado con altos índices de pobreza, devastado por la violencia, el narcotráfico y la corrupción.
Para concluir, existen varias formas de donar y apoyar a los acapulqueños. Debido a incidentes recientes, no recomiendo apoyarse en el gobierno para este fin y mejor buscar alternativas como organizaciones civiles o instancias ciudadanas o privadas como la Cruz Roja.