La luz del mundo de la incertidumbre

Oct 17, 2023

Los seres humanos tendemos a ser malos con lo incierto y lo complejo. Muchos prefieren ceder su libertad y someterse a cambio de estabilidad emocional y un sentimiento de pertenencia.

La Hermosa Provincia en Guadalajara es, posiblemente, una pequeña recreación de alguna suerte de régimen norcoreano en el país. No solo por el totalitarismo que ahí se respira, sino incluso por la extravagancia de la arquitectura (que llega a ser aberrante) de los edificios que albergann esa zona, comenzando por el enorme y horrible templo de la Luz del Mundo que es visible desde la avenida Lázaro Cárdenas desde donde uno llega o abandona la ciudad.

La Luz del Mundo es una religión (o secta) de corte totalitario. Ahí, los fieles entregan su vida por completo a su causa. El líder es incuestionable y toda su existencia está ligada a él. Los fieles entregan por completo su libertad y su criterio para pertenecer a una comunidad. Toda su vida gira en torno a ella y nada de la existencia de las personas puede estar desligada de ella. Esa iglesia, a diferencia de la mayoría de las religiones convencionales, tiene injerencia ilimitada sobre la vida privada de sus súbditos: cobra diezmos, arregla matrimonios. Ello le da el carácter de totalitario.

La libertad trae consigo un problema para los seres humanos: la incertidumbre. Cuando el individuo es libre, repara en que se encuentra frente a un mundo complejo, que le ofrece más preguntas que respuestas a ellas, que tiende a la entropía (lo que explica su carácter inestable) y donde no tiene nada bajo su absoluto control, por lo cual deduce fácilmente que el mundo en el que se encuentra inserto es completamente incierto: no sólo el mundo que compartimos todo, sino el mundo propio que se construye el individuo con el que interactúa.

El individuo libre es, a su vez, responsable de crear e interpretar esta realidad compleja e incierta por cuenta propia.

Los seres humanos tendemos a ser malos para lidiar con la incertidumbre. Es como aquella angustia kierkegaardiana de asomarse al vacío, de sentir el vértigo de la libertad. La incertidumbre es molesta, pero algunos son más capaces de lidiar con ella que otros. Cuando el individuo es incapaz de hacerle frente y termina sintiéndose sometido, busca algún lugar o algún «alguien» para esconderse ahí y evitar hacerle frente.

Naturalmente, el individuo no puede cambiar la realidad ni las muy complejas reglas sobre las cuales se rige el mundo. Sin embargo, puede negarlas y cambiarlas por explicaciones más sencillas de la realidad que le provean todo lo contrario a la incertidumbre propia: explicaciones fáciles (aunque ciertamente falsas), estabilidad, sentimiento de pertenencia, una estructura clara y concisa. Claro, esto conlleva pagar un precio: la libertad.

Iglesias como la Luz del Mundo tienen mucho éxito en ello: proporcionan un gran alivio a todos dichos problemas a cambio de que el individuo se someta al credo, a la iglesia y al líder. El individuo entrega todo su poder a cambio de estabilidad emocional y tranquilidad. No es gratuito que estas organizaciones capten especialmente a personas que son susceptibles psicológica y emocionalmente.

Esto también explica que estas iglesias se vuelvan inmunes ante las críticas y los escándalos, como los que rodean a la Luz del Mundo en el cual su líder Nasoon Joaquín está preso en Los Ángeles por abuso sexual, historia que relata muy bien un documental de Netflix. A una persona que se encuentra fuera de esta organización le parece aberrante que los súbditos no cuestionen las conductas de su líder, pero la realidad es que tendrían que pagar un precio muy alto por hacerlo. No solo por el hecho de que serían reprendidos por la organización, sino porque toda su existencia, su estabilidad emocional y su bienestar psicológico está ligado a ésta. El simple hecho de que un individuo cuestione en su mente a la organización le causa angustia, porque entonces todo aquello que es cierto y dado (por la organización) se tambalea, y con ello su existencia propia.

Esta dinámica, en donde el individuo le entrega todo el poder al líder, siempre tiene consecuencias nefastas. Los escándalos sexuales de Nasoon (que comparte con su padre y abuelo a quienes sucedió) no son la excepción sino la regla dentro de liderazgos que acumulan tal cantidad de poder que los vuelve inmunes ante las leyes y el juicio de la gente que le otorga dicho poder.

Si los individuos ceden todo su poder a los líderes, entonces ellos pueden hacer con éste lo que les plazca. Los líderes son convertidos en dioses o en mitos, y ello les da permiso de hacer lo que quieran porque no tienen que rendir cuentas ni tienen que someterse a las leyes. Los súbditos no reparan (o no quieren reparar) que sus líderes son personas de carne y hueso tan imperfectos como ellos, que, además, suelen cargar con rasgos psicopáticos y megalomanías que acrecienta su peligrosidad.

No es gratuito, además, que estas organizaciones suelan tener alianzas con el poder político, porque ese poder que los súbditos le trasladan a los líderes también pueden ser trasladados al propio poder político. Basta que el líder «bendiga» a la facción política con la que ha llegado a un acuerdo para venderle al político los votos de los fieles: ya sea MORENA, Nayib Bukele o Javier Duarte. Tampoco ello es gratuito porque dentro de la política también son comunes esta suerte de dinámicas: individuos que se someten a una ideología a la cual tratan como dogma, líderes populistas de izquierda o derecha que, a través de un discurso demagogo, dan un sentido a la gente que rápidamente se identifica con ellos y los encumbra como salvadores.

La historia parece mostrar que es más común que el individuo ceda su libertad para no enfrentarse a la incertidumbre que le aqueja. Los regímenes autoritarios, las organizaciones terroristas como Hamas se alimentan de ello. En Occidente apenas hemos logrado construir un sistema donde se le permita al individuo de tener cierto grado de libertad, pero siempre está la tentación, ante cualquier síntoma de inestabilidad, de sucumbir ante líderes autoritarios y carismáticos, como cuando un niño, al apagar la luz de su cuarto, se siente invadido de miedo y corre a la cama de sus papás.

La libertad no es cómoda. Abrir la ventana y observar un mundo complejo e incierto no es algo que tranquilice a todos, pero ese es el mundo que hay, así es como funciona y ni el más abyecto sometimiento lo va a cambiar, aunque haya quienes, con el fin de amasar poder, busquen darle a la gente respuestas sencillas y un espacio seguro ficticio.