La política es impredecible e ingrata.
Y dado que lo es, los políticos deben entrar al juego bajo esos supuestos y saber moverse en las arenas movedizas. El político por definición busca el poder tal como un empresario busca ganar dinero. Para ganar poder el político debe ser hábil, saber hacer cálculos, buenas negociaciones, movimientos que lo lleven a donde quieren.
Lo de Marcelo Ebrard siempre fue la Presidencia y nunca se le dio: es más, ni siquiera logró ser candidato presidencial (claro, a menos que vaya a MC donde sus probabilidades de ganar son nulas).
¿Por qué? La respuesta corta y contundente es porque no tuvo la inteligencia y habilidades políticas para llegar a ella.
Ebrard impulsó a López Obrador desde el 2000. Sin Ebrard, AMLO no habría llegado a donde llegó. En ese año, Marcelo declinó en favor de López Obrador quien logró vencer por pequeña ventaja al panista Santiago Creel. Es decir, sin la declinación, Creel habría llegado a la jefatura de gobierno y López Obrador tal vez ni hubiera despegado.
En 2006 se le hizo a Ebrard. Llegó a presidir la Ciudad de México tal y como había querido en el 2000. La lealtad a López Obrador tuvo dividendos y mientras que a AMLO no le alcanzó llegar a la silla presidencial (por 0.56%), Ebrard sí se hizo de la jefatura de gobierno.
Así como AMLO, Ebrard no reconoció la victoria de Felipe Calderón en el 2006 (aunque, a diferencia de AMLO, pudo coexistir pacíficamente con el presidente). Aunque Ebrard siempre tuvo su agenda, siempre trató de mostrar cercanía hacia el tabasqueño, sobre todo cuando más le convenía políticamente.
En 2012 Marcelo le volvió a dejar la candidatura a López Obrador. La circunstancia ahí era distinta que en el 2000, porque, a diferencia de aquella vez, Marcelo sí tenía posibilidades de ganar la elección. Muy posiblemente habría sido un candidato más competitivo que el propio López Obrador y hasta era posible que pudiera ganarle a Peña Nieto.
Marcelo pensó que podía repetirse lo del 2000. Él declinaba, AMLO llegaba al poder y luego Ebrard lo relevaría en 2018.
Pero Marcelo calculó mal y se equivocó groseramente, porque en 2012 AMLO no llegó al poder y de hecho las probabilidades de López Obrador parecían ser pocas. Recordemos que Peña Nieto comenzó con una ventaja amplísima que se fue estrechando ya posteriormente con la aparición del movimiento #YoSoy132 y con una campaña obradorista coordinada por Luis Costa Bonino (que trabajó para Pepe Mujica y Emmanuel Macron) que por momentos funcionó bien y que llegó, según Reforma a estrechar la ventaja del mexiquense por solo 4 puntos, pero que posteriormente se volvió a ampliar por errores del propio Lopez Obrador.
Ebrard, que a regañadientes apoyó a López Obrador (tal y como lo relató el propio Costa Bonino) durante su campaña, tuvo que huir tras la explosión del escándalo de la línea 12.
Pero gracias al corrupto gobierno de Peña Nieto, un López Obrador que parecía muerto revivió de su tumba. Ahora sí parecía la oportunidad de Marcelo Ebrard: me sumo a la campaña de López Obrador a quien le he sido leal y en el 2024 yo quedo de candidato.
Marcelo se integró en el equipo de López Obrador y ahí volvió a ser leal casi al grado de la abyección. Marcelo se convirtió en uno de los peores cancilleres que ha tenido en este país, no tanto por su incapacidad, sino por ser leal a los caprichos del Presidente.
El asunto aquí es que López Obrador no es alguien que entienda de lealtades. Para el tabasqueño todos son prescindibles excepto él mismo. Así lo ha demostrado en todo su sexenio. Ebrard posiblemente haya pensado que iba a ser diferente.
López Obrador prescindió de Marcelo simplemente porque considera que lo puede controlar menos que a Claudia Sheinbaum y piensa que ella le garantiza la continuidad de la mal llamada cuarta transformación. Es decir, Claudia le es más funcional a López Obrador para sus intereses políticos.
Y López Obrador operó todo para que ella fuera la candidata, su elección fue un dedazo simulado pero donde ya todo estaba previsto desde un principio para que los deseos del Presidente ocurrieran de la forma que el quería.
Marcelo Ebrard denunció irregularidades en las encuestas y en el proceso, y evidentemente todo ello tuvo la anuencia del Presidente. Andrés Manuel desechó sin piedad a aquel político gracias al cual llegó hasta donde llegó.
El error de Marcelo fue pensar que en política lealtad con lealtad se paga y no contó con que López Obrador es un político especialmente desleal. Es algo que López Obrador ha mostrado de forma consistente a lo largo de su carrera política. ¿Por qué tendría que ser distinto con Marcelo?
Y repitiendo los patrones de comportamiento de su mentor Manuel Camacho Solís, Marcelo decidió hacer un berrinche muy «atrevido» (tal vez sobre bases justificadas) que pragmáticamente le podría costar mucho. Al salirse de la contienda y al deslegitimar el proceso, el propio régimen podría ajustar cuentas, abrir carpetas de investigación sobre algunos actos en su historial (como el de la línea 12). Las probabilidades de que eso ocurra pueden aumentar si su acto de rebeldía se vuelve más grande, si se va con otro partido, como MC por poner un ejemplo.
Y así como el enamorado cree que cumpliendo todos los caprichos y deseos de su crush se va a ganar su corazón, Marcelo pensó que mostrando una lealtad cuasi-abyecta frente a López Obrador le iba a garantizar la candidatura.
No fue así, fue groseramente desechado.
Lastimosamente ,a Ebrard le conviene llevar la fiesta tranquila y apaciguar las aguas. Es posible que sus aspiraciones políticas hayan terminado.