Contrario a lo que dicen los obradoristas, la mayoría de quienes nos consideramos opositores al régimen somos una suerte de huérfanos políticos.
O sea, no simpatizamos con el PRI, el PAN, MC, o el PRD. Para muchos de nosotros no son algo más que un salvoconducto para frenar la deriva autoritaria de MORENA y para otros, ni eso.
Basta ver todas las encuestas que se han levantado al respecto. MORENA tiene mucha aprobación y muchos seguidores mientras que los otros partidos se encuentran en un estado lamentable con una gran cantidad de negativos.
Los partidos de oposición no solo no brillan, sino que son un estorbo, un dique para la construcción de una candidatura que pueda brillar por sí misma y pueda ser competitiva frente a la corcholata destapada (posiblemente Claudia Scheinbaum).
Hoy, a un año de las elecciones, ya tendría que haber una figura que empezara a llamar la atención y de la cual se empezara a figurar como el o la candidata a la Presidencia y figura ante la cual los partidos comenzaran a cerrar filas. Tendría que existir esa candidatura que trascendiera a los propios partidos.
Hoy eso no existe. Sí, hay una gran lista de personas que han levantado la mano pero nadie brilla. Existen figuras profesionales y técnicas como Enrique de la Madrid, Claudia Ruiz Massieu o Santiago Creel que lamentablemente no es como que sean personas muy atractivas como candidatos. Luego están aquellas personas que le apuestan a la división y a la confrontación (incluso entre la misma oposición) como Lilly Téllez tratando de posicionarse como una mujer «conservadora de derechas» para luego titubear al respecto al «arrepentirse» de haber firmado la Carta de Madrid.
Pero el problema no son solo las candidaturas, tal vez estas sean el menor de los males. El gran problema son los propios partidos de oposición. Es inverosímil que un partido que tiempo atrás se ostentó como un partido ciudadano en los tiempos del partido único cierre, en este contexto y en estas circunstancias, las puertas a los ciudadanos. Mientras esto pasa, los pre-candidatos como Santiago Creel y Lilly Téllez se difaman y se atacan con mensajes frívolos (sobre todo de parte de la reportera) que parecen un chiquero o un lodazal y que nada evoca a un sentimiento de unidad.
Lo peor del caso es que esa pugna por el poder dentro del PAN no queda ahí, porque luego tendrán que negociar con el PRI que, paradójicamente, parece tener mejores perfiles que el partido blanquiazul y que, a su vez adolece de las ambiciones de su presidente Alito Moreno.
Tampoco queda claro para la ciudadanía que el PRI termine de jugar su papel de oposición. Si bien, en algunas ocasiones se han opuesto contundentemente a las acciones de MORENA, en otras parecen ir un poco más de la mano o han mostrado cierta cercanía.
Y claro, un papel aparte juega MC que trata de capitalizar el continuo descrédito del PAN y del PRI para en un futuro posicionarse como una nueva alternativa, pero sus últimas acciones no han terminado de generar confianza en la ciudadanía opositora. No pocos le reprocharon no haberse sumado a la alianza: decisión que, a mi parecer, podría ser acertada para los intereses de ese partido en un futuro. El problema es que tampoco han mostrado una oposición contundente frente a MORENA y han tenido un estire y afloje con ese partido.
Dicho esto, los ciudadanos que se oponen al régimen guardan dudas sobre si el PRI o MC realmente van a jugar el juego de la oposición o los van a terminar traicionando. Tienen más seguridad con el PAN, pero ven una y otra vez cómo los ignoran, les cierran las puertas y hasta los ningunean.
Y todo esto pasa en un contexto donde los simpatizantes del régimen son mayoría. Es decir, el oficialismo seguiría teniendo cierta ventaja sobre una oposición unida y cohesiva formada por partidos que aprendieron su lección en el 2018 y llevaron a cabo un proceso de cambio. Pero no. no hay siquiera eso, no hubo reflexión, no hubo autocrítica. La gente ve lo que hay: políticos ambiciosos que quieren recuperar su privilegios y cuyo único atractivo es que «es menos malo que el régimen obradorista, pero malo al fin».
Y pues está pal perro.