A muchos no nos agrada mucho Lilly Téllez. No nos agrada como política y tampoco nos agrada su postura conservadora.
Pero algo ha de reconocerse. Es la opositora que, al día de hoy, ha creado el discurso más consistente y ha puesto a las «corcholatas opositoras» la vara un tanto más alta.
No es que sea un gran discurso: se sigue percibiendo cierto acartonamiento y se sigue percibiendo que es producto de una estrategia marketinera. Más bien es que los discursos en la oposición han sido tan pobres que el de ella llama la atención.
Los discursos de la oposición han tratado de ser un «atrápalotodo» tratando de quedar bien con todos sin quedar realmente bien con nadie: el discurso opositor ha estado lleno de lugares comunes, sin posiciones claras, llenas de titubeos, pronunciamientos acartonados de tal forma que siempre caen en las rejas del discurso oficial.
Si en algo «innova» Lilly Téllez (lo pongo entre comillas porque solo aplica para el caso de la oposición mexicana) es que muestra un posicionamiento más claro: yo soy de «derecha moderna» (concepto que trata de convertir en slogan), defiendo la vida, la familia, el estado limitado. El discurso trata de ser provocador y algo políticamente incorrecto: al menos fue lo suficiente para generar conversación en Twitter.
Claro, el discurso de Lilly Téllez no tiene mucha sustancia, es algo superficial, pero naturalmente sabemos que el grueso de los electores no son científicos políticos y posiblemente no se percaten de los profundos huecos en el análisis político de la ex conductora de televisión.
A una persona estudiada le parecerá algo irrisorio decir que el Reino Unido es un ejemplo de «derecha triunfante» dado que la derecha torie y la izquierda laborista se han alternado el poder, cosa que ocurre en la gran mayoría de los países desarrollados, pero si López Obrador ha rediseñado de forma tan absurda conceptos como liberalismo y conservadurismo y mucha gente ha aceptado estas arbitrarias definiciones, no deberíamos pensar como algo imposible que haya gente que compre estos conceptos tal como los promueve Lilly Téllez. Al final, es mera retórica, y la política en la práctica suele construirse así: no es gratuito que los discursos simplones y triviales que apelan a las emociones muchas veces suelan ser exitosos.
Al parecer, Téllez trata de emular de forma algo tímida a las «nuevas derechas», en especial suena a la primera ministra italiana Giorgia Meloni (y no tanto a Le Pen) o a un Vox descafeinado: Tanto Téllez como Meloni son mujeres y conservadoras, y seguramente sus estrategas vieron ahí una oportunidad para posicionarla.
Ciertamente, el discurso de Téllez sigue lejos de ser incendiario y difícilmente podría catalogarse de extremista o de «ultraderecha», aunque haya quienes insistan que es así. Téllez se muestra como una derechista conservadora a secas y con ideas algo arcaicas en la vertiente social, pero, al parecer, no existe algún discurso xenófobo o nacionalista que caracteriza a estas nuevas derechas populistas.
¿Acierta Téllez con su discurso?
Contrastar la noción de un Estado limitado con la imagen de un Estado grande e inoperante puede resultar en una perspectiva interesante. Mientras se enfoca en mejorar el sistema de salud, una agenda que a menudo no se considera prioritaria para las ideologías de derecha, apuesta por el desarrollo económico y la seguridad, temas que siempre son relevantes para la población. A partir de esta comparación, se puede destacar las diferencias entre ambos enfoques y contrastarlos con el régimen actual.
Sin embargo, no sé si en el contexto actual lo más acertado sea apelar a la vertiente conservadora-progresista que ya está generando rechazo en un sector de la población. Aunque en nivel estatal MORENA ha empujado algunas causas progresistas (como el aborto), lo cierto es que se vuelve dificultoso terminar de catalogar al obradorismo como progresista (en el sentido woke estadounidense) como para contrastar con éste en este rubro. López Obrador ha sabido ganarse al votante conservador popular con su simbología religiosa, sus alianzas con diversos colectivos religiosos y con su discurso moralizante en tanto ha tenido una relación muy ríspida con el feminismo.
Tampoco sé si es lo más acertado apelar a la vertiente izquierda – derecha y definir esos conceptos de forma torpe como ella lo hace. Tendría sentido si la gran mayoría de los izquierdistas simpatizaran con López Obrador, pero la realidad es que no son pocos los arrepentidos.
Abrir estas vertientes puede generar problemas. Dividir a un voto opositor heterogéneo, donde hay tanto votantes conservadores como progresistas, y donde es imperante sacar a votar a los más indiferentes, muchos de los cuales son jóvenes y que tienden a ser más progresistas que la gente mayor puede ser un gran problema. Lilly Téllez difícilmente le arrebatará votos de ese «conservadurismo popular» a López Obrador y tendría que conformarse con un sector de la oposición y no necesariamente con toda. El obradorismo estaría muy contento con un escenario así.
Lilly Téllez acierta al tomar posturas un tanto más claras que sus compañeros opositores, parece mostrar que tiene convicciones un tanto más firmes (tal vez no demasiado dado el acartonamiento que se sigue percibiendo), pero tal vez la estrategia no sea la adecuada en el contexto actual. El o la candidata de oposición tendrá que encontrar una fórmula donde convoque a los opositores sin alienar a una parte de este sector, y hacerse muy conservador o muy progre no parece ser una gran idea. Posiblemente tendría que enfocarse en lo que a la gran mayoría de la gente le preocupa en la actualidad: la economía, la seguridad, la salud y la democracia. Antes que izquierda vs derecha, la vertiente más importante debería ser aquella entre la democracia y el autoritarismo, entre futuro vs pasado.
En lo particular, figuras como Enrique de la Madrid, Mauricio Vila o Claudia Ruiz Massieu me parecen perfiles bastante más aptos para que nos gobiernen, pero no han logrado encontrar una fórmula o un discurso que los ayude a posicionarse. Lilly Téllez logró dar un paso más allá al presentar un discurso más consistente, pero nada más. Sin embargo, tal vez este paso ayude a que las demás candidaturas aceleren el paso para que logren construir un discurso más coherente o sensato que no solo les ayude a ganarse la candidatura, sino que les permita competir con quien sea candidato o candidata del régimen.