Que vivamos en tiempos de verdades relativas y posverdades no es una sorpresa.
El conservadurismo ha insistido en que el relativismo y la decadencia moral es producto de esa izquierda cultural influida por los filósofos posmodernos como Michel Foucault y Jacques Derrida.
Sin embargo, la realidad es que en estos últimos años hemos sido testigos de la aparición de una derecha profundamente «líquida», (como dijera cierto filósofo), en la cual se arropan quienes dicen defender los valores morales, pero que está representada por una corriente de pensamiento nihilista (si es que se le puede llamar corriente de pensamiento) encarnada por Donald Trump.
En el pasado, la derecha procuraba votar a políticos que eran (o aparentaban ser) hombres íntegros, patrióticos, de familia, con una buena conducta, moderación (más allá de si realmente lo eran). Se fijaban mucho en esos detalles y los políticos lo sabían.
Donald Trump es lo opuesto al arquetipo conservador: es un hombre profundamente nihilista para el cual «todo se vale». El concepto de «ley y orden» se ha repetido una y otra vez en su presidencia, pero lo que hemos visto de su gobierno es lo contrario: caos, atropello institucional y un profundo atropello a los valores democráticos de los Estados Unidos. Incluso habría que preguntarse si una de las posturas más importantes para su electorado, como era su oposición al aborto, fue genuina o no. En 1999, él mismo afirmó ser «pro-choice».
Podría esperar, por ejemplo, que en 2016 vieran a Trump como el menor de los males (pero mal al fin y al cabo) y votaran estratégicamente porque son «Prolife», pero no me hace sentido alguno que lo arropen y lo hagan suyo.
Y es que Trump está lejos de ser ese arquetipo que los conservadores antes buscaban: Trump no es un hombre familiar (aunque insista en ello), no es un hombre «fiel a su esposa» ni un padre de familia ejemplar en lo absoluto como un conservador esperaría: no es una persona que promueva valores morales, por el contrario: representa la ausencia de cualquier principio ético o moral. Trump está muy lejos de ser un Ronald Reagan, quien sí parecía encajar mucho más con ese arquetipo.
Esta idea posmoderna de que todo es un mero relato y que tanto han criticado algunos conservadores es también parte de ellos y su postura en torno al Covid lo deja patente. Si algunos posmodernos se atreven a argumentar que la ciencia no es más que un relato, estos sectores conservadores que simpatizan con Trump tienden a hacer lo mismo, y tal vez de una forma más grosera. Estos sectores son los que se han mostrado más reacios a tomar medidas recomendadas por especialistas en la materia (incluido Trump mismo), son los que más «oposición» han tenido frente a las vacunas y los que más consideran las propuestas científicas al mismo nivel que las «soluciones alternativas», e incluso prefiriendo estas últimas. No es que en los demás sectores ideológicos este problema esté ausente, pero es particularmente notable entre los sectores conservadores que simpatizan con Trump.
Estos conservadores nos han alertado una y otra vez que el relativismo y las políticas identitarias son peligrosas para Occidente, pero cuando su líder clama un fraude que no hubo y viola todos esos acuerdos tácitos que explican la supervivencia de la democracia estadounidense no solo hacen mutis, sino que se dejan convencer y aplauden la «irreverencia» antidemocrática de su tirano. Llaman la atención influencers conservadores como Agustín Laje, que tanto se indignaron por las protestas de Black Lives Matter que terminaron en violencia, pero que mide con una vara distinta las protestas de los extremistas simpatizantes de Trump porque son de «los suyos».
Por todo esto es que veo con asombro cómo algunos líderes de opinión de la derecha más conservadora y confesional de México han convertido a Trump en un mártir e incluso le ruegan a Dios que lo proteja. ¿Un hombre corrupto, egocéntrico y misógino que representa la más profunda decadencia de valores y principios éticos y morales un mártir?
Si estos sectores están abocados en denunciar la decadencia moral, deberían empezar por verse al espejo. Hay algo muy grotesco en la idealización de un hombre nihilista por parte de aquellos que dicen ser guardianes de los valores morales.