Una políticamente incorrecta descripción de la corrección política

Ene 27, 2020

¿Qué es la corrección política? ¿Es algo nuevo o no? ¿Es buena o mala para sociedad? ¿Qué función tiene dentro de la sociedad y qué problemas puede generar?

¿Qué es eso de la corrección política?

Últimamente se ha vuelto muy común hablar de la corrección política o lo políticamente correcto. Se le relaciona mucho con aquel propósito progre de evitar que un discurso dado ofenda a las minorías.

Pero la corrección política no es un fenómeno nuevo ni es propio de una corriente política específica. De hecho, hasta hace poco eran los conservadores los que la usaban más. Fue hasta tiempos recientes que el progresismo se convirtió en su principal promotor.

Pero la corrección política siempre ha formado parte del ethos social y está ahí presente con el fin de que la convivencia en la sociedad sea más llevadera. Sin la corrección política, la convivencia sería casi imposible y nos llevaría a una pesadilla hobbesiana.

Por ejemplo. Si voy caminando y veo a un hombre con un aspecto desagradable, será políticamente incorrecto decirle: «Hey, me das asco». Sería una severa falta de educación e incluso me podría llevar un puñetazo en la cara. También lo es usar términos despectivos como «naco o indio» para dirigirme a personas de tez morena. Y ello está bien. Si tienes prejuicios que atentan contra la dignidad de otras personas es mejor que te los guardes.

Cuando a alguna minoría se le integra a la sociedad, nuevas normas de corrección política surgen y ello es inevitable. La corrección política busca la sana convivencia en un contexto dado y si una mayoría se integra, las normas sociales deben cambiar para poderla integrar. Por ejemplo, cada vez es más políticamente incorrecto decir «maricón, joto o p**o» de forma despectiva a una persona con una orientación o identidad sexual distinta a la heterosexual, ya que ese tipo de etiquetas los relegan a la periferia. Que cambios así se den es loable, es una forma de reconocer y respetar la dignidad aquellas personas a las que se les ha integrado a la sociedad.

Pero también podemos hablar de excesos de corrección política y que tienen que ver con una suerte de sobreprotección y paternalismo hacia un conjunto de personas donde se asume que cualquier cosa que pudiera llegar a ofender o molestar a alguien no pueda decirse. Por ejemplo, que alguien exprese un punto de vista del cual se piense pueda afectar a un tercero sin que el emisor tenga ninguna intención de oprimir o atentar contra la dignidad de alguien como ocurrió con el caso de Google, o que se piense que cualquier tipo de crítica implica algún tipo de ofensa, cuando el debate, la discusión y el diálogo pueden ayudar a dirimir ese conflicto y aclarar cuestiones.

Esto puede llegar a ser un problema, porque cuando la gente se vuelve completamente indispuesta a escuchar cosas que le pueden llegar a incomodar se corre el riesgo de que la sociedad se tribalice y se atrinchere en distintos sectores identitarios con su propia cosmovisión del mundo y de los cuales no está dispuesto a salir. En lugar de crear cohesión social termina fragmentándola.

También hablamos de un exceso cuando se espera que una entidad superior como el Estado se encargue de censurar aquellas expresiones que se asume puedan ofender a alguien, porque 1) es una postura paternalista, 2) porque corre el riesgo de atentar contra la libertad de expresión y se le da poder excesivo al Estado del cual una minoría que aspira emanciparse puede volverse dependiente 3) porque muchas de las normas sociales no tienen que ser calificadas por el Estado sino por medio de convenciones sociales a menos que aquella cosa que se dice o hace ponga en peligro la integridad de un conjunto de personas (alguien que llame a agredir a personas por poner un ejemplo) donde sí podría intervenir.

Peor aún, en nuestros tiempos la censura resulta contraproducente, porque en un mundo tan conectado como el de hoy solo magnífica la difusión de aquel mensaje con el que no se está de acuerdo, además que lo terminan legitimando al no haber siquiera confrontado el mensaje como tal (Agustín Laje y sus compinches han logrado explotar esto) dándole a su vez más voz a aquel discurso de odio que tiene la explícita intención de atentar contra las minorías.

Por último, como expliqué anteriormente, a veces se puede volver complicado determinar dónde debe estar la frontera de lo políticamente correcto. Mientras algunos insisten en censurar aquello que pueda parecer ofensivo, en el otro extremo se encuentran aquellos otros que dicen que su libertad de expresión está siendo coartada al ser criticados por discursos de odio evidentes y flagrantes porque no desean que alguna minoría se integre al ethos político (discursos abiertamente homofóbicos o racistas). Pero es evidente que debe estar en un punto donde se garantice la libertad de expresión al máximo, en tanto dicha libertad no se utilice expresamente para atentar contra la libertad y la integridad de otros, haciendo alusión a la Paradoja de la Tolerancia de Karl Popper.

El exceso de corrección política crea el mismo efecto que su ausencia, una sociedad incapaz de poder tener una convivencia sana.