Judith Butler – El género en disputa. Una crítica necesaria.

Sep 22, 2019

La gran obra de Judith Butler ha puesto los puntos sobre las íes en cuanto al género. No se puede renegar de la importancia de su planteamiento, pero también es importante señalar sus problemas.

Judith Butler - El género en disputa. Una crítica necesaria.

El género ha sido uno de los temas más polémicos en las últimas décadas. Es un tema que también se ha polarizado mucho, que ha generado muchas discusiones (muchas de ellas innecesarias) ya que implica un cuestionamiento de las estructuras sociales.

Hasta hace poco, la mayoría de nuestras sociedades asumía que el género (el rol) estaba predeterminado por completo por el sexo biológico (de hecho, el término «género» en este sentido es una creación reciente). Es decir, asumíamos que nuestros roles como hombres y mujeres estaban predeterminados por la biología y que la cultura tenía un papel muy limitada, marginal y contingente. Bajo argumentos naturalistas se llegó a argumentar que la mujer no podía votar o que la homosexualidad era una enfermedad.

En muchos casos, los conceptos y categorizaciones evolucionan como oscilando en un péndulo para después llegar a superarse, casi podría decir que se trata de un giro dialéctico hegeliano (tesis – antítesis – síntesis). Por ejemplo, hace varias décadas se consideraba que el cerebro era un órgano más y que la conducta podía explicarse por un impulsos y respuestas, como lo relataba el conductismo de Pavlov y Skinner (tesis). Después, se le dio al cerebro una posición suprema sobre el resto del organismo: el cerebro era la esencia humana y no lo demás (antítesis) en tanto que ahora hay quienes sin restar importancia al cerebro tratan de explicar cómo es que el resto del cuerpo incide en nuestra esencia como personas (síntesis).

Algo parecido podría estar ocurriendo con el género que de la tesis se ha trasladado a su antítesis. En nuestros tiempos se trata de deconstruirlo e incluso negar su existencia fuera de lo subjetivo. Aquí es donde entra Judith Butler, quien en 1990 escribió su libro El Género en Disputa. Un libro bastante controversial para su época (Incluso para la nuestra) que me di a la tarea de leer.

Su propuesta es radical, subversiva y abrasiva. No es radical en el sentido que entendemos el concepto de «feminismo radical» que podría traducirse más bien en misandría o hembrismo, por lo que no vas expresiones de ese tipo en esta obra. Es más bien radical a nivel filosófico, tanto que tiene el atrevimiento de poner «patas pa’rriba» toda la metafísica occidental con el fin de deconstruir y desestabilizar uno de los conceptos binarios torales de nuestra civilización: la idea del hombre y la mujer, y que que va más allá de dar una significación a la forma en que percibimos el sexo, ya que se funde con lo mítico, lo religioso y lo filosófico (lo masculino y lo femenino). Una empresa de ese tamaño no puede dejar de generar polémica.

Como buena postestructuralista (o posmoderna), veremos desde la primer página un bombardeo de deconstrucciones que tienen como base a Jacques Derrida (a quien casi no menciona pero que se encuentra implícito) y a Michel Foucault. Judith Butler parte de una premisa noble: se pregunta por qué las personas que tienen otra preferencia sexual quedan al margen y fuera de eso que ella llama «el cuerpo» o por qué históricamente la mujer (influida por Beauvoir, a quien luego también cuestiona y deconstruye) ha tenido un papel menor en la sociedad.

Pero Judith Butler no se queda en la idea de separar al sexo (biológico) del género (cultural), sino que va más allá deconstruyendo esa dicotomía binaria (sexo biológico – género cultural) para llegar a la conclusión de que el sexo mismo es una construcción social (con base en la interpretación que hacemos del sexo) y que el género no puede ser una categoría ontológica, sino meramente performativa. Es decir, Butler considera que uno es hombre o es mujer porque repetimos patrones de conducta que le dan identidad a nuestro género.

Coincido con aquello que le motivó a plantear su propuesta (la inclusión de otras personas con otras preferencias o identidades sexuales), pero si bien tiene algunos argumentos interesantes, tengo varias dudas sobre su planteamiento, lo cual me parece normal porque considero que la deconstrucción es muy proclive a crear arbitrariedades (de lo cual Butler no está exenta) y me voy a explicar:

Parto del hecho de que los seres humanos, quienes percibimos la realidad objetiva de forma subjetiva y fenoménica (tomando un poco como referencia a Kant), categorizamos lo que se nos da a nuestros sentidos: una mesa como objeto existe de forma objetiva e independiente del individuo y dicha existencia no depende la actitud que tengamos hacia ella, la cual no va a modificar su forma (desde una perspectiva más realista como la de John Searle), pero la definición de mesa como tal es intersubjetiva y no reside fuera de quien la percibe: nosotros decimos que es una mesa porque tiene cuatro patas (la definición de «mesa» es intersubjetiva pero el hecho de que tenga cuatro patas es objetivo, porque nuestra actitud no hará que el objeto que tiene cuatro patas tenga tres o cinco, pero intersubjetivamente sí se puede aspirar a cambiar la definición de «mesa» de tal forma que desde ahora sea un objeto que tenga cinco patas, por ejemplo).

Así, con base en ciertos rasgos que percibimos, categorizamos al hombre y a la mujer (el primero es más fuerte físicamente, tiene una voz más grave, tiene un pene, la segunda tiene una vagina, es capaz de embarazarse; y a esto se suman patrones de comportamiento que señalamos como comunes a cada género, independientemente de que puedan tener un origen biológico o cultural). Decimos que el término mujer u hombre (hecho social e institucional) se atribuye a esto que percibo, que existe y cuya existencia en sí misma no depende de mi actitud (hecho bruto). Incluso los roles de género que son culturales y no naturales son hechos brutos objetivos que residen fuera de nuestra mente y que nosotros amalgamamos en los conceptos de hombre y mujer como hechos sociales intersubjetivos.

Decía entonces que el hombre y la mujer son categorizaciones intersubjetivas con base en fenómenos que percibimos. Dichas categorizaciones también podrían catalogarse como hechos institucionales (que son intersubjetivos, que de ahí se desprenden muchas normas y que no existen fuera de la mente del individuo) que tienen como base hechos brutos (que residen fuera de la mente del individuo). Y esto es importante notarlo porque ello explica el error de muchos críticos de Butler al atacarla de una perspectiva equivocada. Insisten en que su postura es anticientífica, que sí hay diferencias entre mujeres y hombres. Pero me parece que Butler está argumentando desde otra perspectiva diferente de la que recibe los ataques, ya que la suya tiene que ver más bien con los significantes y significados partiendo desde el estructuralismo (o sobre como se construirían los hechos sociales con base en los hechos brutos si tomamos a Searle) al punto que, incluso existiendo algunos factores biológicos, ella podría seguir sosteniendo su argumento.

En este sentido, proponer otros géneros u otras categorías distintas para identificarnos (incluso su abolición) no sería anticientífico siquiera, en tanto ello se haga con base en la realidad objetiva que percibimos de forma subjetiva (es decir, que no inventemos rasgos que no existen ya que los hechos brutos existen con independencia de nuestra actitud) aunque también es cierto que hay categorías que nos pueden ser más eficientes que otras, y a ello voy más adelante, porque no parece haber alguna propuesta sólida que responda a ello.

En su obra no va a tratar de contrariar en sí a lo objetivo aunque sí lo va a desestimar, no va a negar las variaciones cromosómicas (XX y XY) ni que una persona tiene un pene y otra una vagina. Ella se va enfocar en los relatos construidos a partir de los fenómenos que se nos presentan, y es en este punto donde encuentro varias discrepancias.

Algunas de las discrepancias que tengo con Butler son muy parecidas a las que tengo con Michel Foucault (vaya, son filósofos posmodernos), y es la dimensión que le dan a las relaciones de poder. Al igual que la crítica que Habermas hacía a Foucault donde lo acusaba de darle al poder tal dimensión que no hay espacio para el consenso, considero que Butler falla al explicar el género binario casi exclusivamente con base en el poder y a discursos hegemónicos políticos opresores porque dicha insistencia le impide matizar y entender la complejidad de la construcción del género. Lo mismo ocurre con la misma crítica que hago sobre Jacques Derrida, quien afirma que en una categoría binaria necesariamente uno de los elementos es más fuerte que el otro y, por tanto, lo oprime.

Me parece que detrás de la categorización que hicimos de «hombre» y «mujer» no solo hay razones de poder y razones políticas como Butler afirma, sino también prácticas: un ejemplo es el hecho de que el hombre y la mujer pueden reproducirse, porque saber con quien me puedo reproducir y con quien no ha sido importante para la preservación de la especie, por lo cual sería casi indispensable que una propuesta categorización alternativa pueda, en cierta medida, satisfacer esta necesidad (naturalmente no es necesario que absolutamente todos se reproduzcan ni este argumento puede usarse para excluir o marginalizar a quienes tienen otra preferencia o identidad sexual).

Es evidente que el género binario es una categorización sencilla porque, incluso prescindiendo de roles culturales o performativos, al individuo le suele parecer relativamente fácil categorizar a sus pares con relación a su aspecto en muchas de las ocasiones. También es cierto que la «sencillez» de la categorización puede dejar del lado la complejidad y excluir a quien no embone dentro de dicha categorización. Butler exhibe este problema en lo que considero es uno de los mejores aciertos de su libro.

Tampoco creo que el consenso esté completamente fuera de dicha categorización. Sí hay elementos de poder y políticos, pero no explican el todo y ello es importante notarlo. ¿Cómo señalar los elementos inequitativos dentro de la categorización binaria entre hombre y mujer, y sus implicaciones sociales y políticas, sin dejar de poner atención en su practicidad? Ello es un matiz que Butler no hace y lo cual constituye un problema porque excluye opciones alternativas a la desestabilización del género binario.

Si se quiere proponer otras categorías, habría que pensar también en la practicidad, y ello es lo que hasta la fecha ha brillado por su ausencia. Las personas con otra orientación sexual no han tenido tanto problema para irse insertando, de forma progresiva, al ethos social, porque, si bien suelen diferir el género y lo que se espera que su orientación sea, siguen manteniéndose dentro de la categorización binaria. Pero hemos visto cómo han ido apareciendo decenas de géneros diferentes que solo nos han hecho caer en una profunda confusión por la poca practicidad que implica tomar decenas de géneros en cuenta: al final, un género binario es mucho más fácil de abstraer a la mente que un sinnúmero de géneros que, paradójicamente, en vez de terminar de desestabilizar el género binario como Butler desearía, terminan siendo meros subproductos de éste (donde todos terminan recurriendo a lo masculino o a lo femenino) e inclusive crean inequidades nuevas (una persona con sexo biológico masculino pero que se asigna género femenino contendiendo en una competición donde las demás son mujeres biológicas tendrá una natural ventaja física). ¿Cómo hacer para incluir a distintas expresiones e identidades que no caben dentro del ethos social de una forma práctica? Es una pregunta que habría que responder.

Después de sus intensas y constantes deconstrucciones, dentro de las cuales se pueden ver algunos argumentos bastantes sensatos al señalar las limitaciones que el género binario puede tener como lo hizo con el caso de Herculine narrado por Michel Foucault junto con otros que incluso no puedo tomar en serio por más empeño le ponga (sobre todo la sección que tiene que ver con psicoanálisis, donde aborda el falocentrismo de Lacan y el Edipo de Freud, que analiza de forma tan literaria y rebuscada), pareciera que deja «abierta la herida que abrió para operar al paciente». Su argumento es que el género debería ser irrelevante porque ontológicamente no existe, pero no deja salida alguna (algo muy constante dentro de las deconstrucciones hechas por filósofos posmodernos). Me parece que esa deconstrucción tan abrasiva que Butler hace del género hace que ella misma se la piense dos veces o se sienta imposibilitada de crear cualquier o proponer cualquier otra categorización: Al caer Butler en esa trampa relativista donde como cualquier relación o jerarquía implica alguna forma de opresión, entonces se encuentra con que le es imposible proponer algún sistema o estructura convincente.

Deconstrucción no es lo mismo que destrucción. En tanto que una destrucción pulveriza por completo un elemento, la deconstrucción lo disecciona y lo separa por sus partes. El problema es que Butler ha dejado todas esas partes desmontadas y no hemos sabido cómo ordenarlos (no creo que el género sea más fácil de armar que un mueble de Ikea).

Butler habla de desestabilizar el género binario para que quepan más orientaciones e identidades y no queden relegados a la periferia. Pero no queda claro qué es lo que sigue. Su postura es muy radical y ambiciosa al poner de la cabeza uno de los conceptos torales de nuestra civilización, pero dentro de ese radicalismo no hay una hoja de ruta. Su tesis sería algo análogo a aquellos revolucionarios que vencieron sin dejar rastro del gobierno anterior y que no supieron bien qué hacer al llegar al poder.

Cuando luchamos por nuestros derechos no estamos sencillamente luchando por derechos sujetos a mi persona, sino que estamos luchando para ser concebidos como personas. – Judith Butler.

¿Habría necesidad de desestabilizar por completo el género binario hombre-mujer para que las otras personas quepan? ¿Por qué sería necesario? ¿O bastaría con incluir a los otros sin necesidad de deshacernos de la dicotomía hombre-mujer? ¿Qué ventaja tiene su postura sobre otras más desarrolladas como aquellas que conciben al género no como switches sino como diales o perillas, que me parecen más convincentes y que logran incluir a otras expresiones e identidades sin prescindir del binarismo hombre-mujer, además de que no requeriría una sacudida al ethos social muy fuerte como lo que ello propone (tanto por la radicalidad de su propuesta, como por el hecho de que deja muchas cosas sin resolver)? Comprendiendo los irrefutables y grandes avances que ha tenido la mujer y que en los últimos tiempos ha adquirido mayor relevancia ¿se puede sostener que la existencia de la categorización binaria hombre-mujer siempre va a implicar una forma de opresión? ¿Por qué razón? Si se proponen otras categorías de género distintas a las actuales o su ausencia ¿cómo podrían construirse de tal forma que nos sean prácticas, tomando en cuenta las implicaciones anatómicas y médicas?

No cabe duda que Judith Butler es una filósofa importante dentro de varios colectivos feministas y LGBT+, su radicalidad y su ambición le dio un espacio en el discurso. Sin embargo, también se vuelve necesario trascender esa posmodernidad (cuyo relativismo y arbitrariedad no permiten configurar sistemas nuevos) y responder todas aquellas preguntas que ha dejado abiertas y sin responder para terminar de hacer ese giro dialéctico que nos lleve a la síntesis.

Para concluir, quiero decir que esta obra, que es algo densa en su escritura, debe leerse con criterio. Se debe abordar de la misma forma en que uno abordaría a Nietzsche, sin interpretar de forma literal lo que se lee (y que, por lo visto, ocurre mucho con esta obra) sino saber hacerlo entre líneas y contextualizando. Evidentemente, cierta preparación filosófica será muy útil para abordar este libro de mejor forma.