La batalla rosa

Jun 28, 2019

Las personas con otra orientación o identidad sexual han logrado ganar espacios, aceptación y mayor relevancia en la sociedad. Contrario a las teorías de la conspiración de algunos, ha sido producto de una lucha muy ardua.

La batalla rosa

Si hay un sector que ha sido muy estigmatizado y relegado es el de la comunidad gay. Se han inventado miles de términos para referirse a ellas y ellos: «joto, puto, maricón, marimacha», e incluso se ha hecho uso de su orientación sexual para mofarse de otras personas a quienes consideran débiles: «no seas joto, compórtate como hombre».

Pero la homosexualidad no es una anomalía, ha estado presente a lo largo de la historia de nuestra especie: ha existido, existe y existirá hasta que nuestra especie desaparezca (aunque haya quienes insistan en lo contrario o aspiren a ello).

Intentar combatir algo que ha sido una constante dentro de nuestra especie a lo largo de nuestra historia termina volviéndose un absurdo. Pero a estas alturas existen quienes todavía piensan que se trata de una enfermedad o un «cáncer a curar». Insisten en que hay que llevar a los homosexuales a una terapia de conversión que merecería categorizarse al mismo nivel que la frenología, el terraplanismo, los movimientos antivacunas y la medicina de Galeno.

Quienes están preocupados por la moral son los primeros que deberían estar preocupados por integrar a los gays dentro del ethos social en vez de pedirles que se curen o, en su versión más condescendiente, «que sean gays en lo privado y que no anden pidiendo derechos». Ellos son los primeros que deberían estar preocupados de que a estas alturas haya quien excluya a su hijo de su familia por ser gay, privándolo de su formación ética y moral y, sobre todo, privándolo del cariño de sus padres con todo el impacto que ello tiene para su psique (luego se sorprenden de sus mayores tasas de suicidio o depresión).

Reconozco la ardua y durísima lucha que han llevado a cabo para que, con el paso del tiempo, sean más y más aceptados dentro de nuestra sociedad. Son, y serán cada vez serán menos los que insistan en que hay una conspiración «marxista» (comunismo gay, le dicen algunos) supuestamente orquestada, paradójicamente, por grandes «capitalistas» como George Soros, Bill Gates y los Rockefeller para «amariconar» a la población y así controlar la natalidad (en especial en países donde la natalidad ya es baja mientras que en muchos de los países donde la natalidad es muy alta la homosexualidad es un crimen).

Pero su lucha ya ha logrado que incluso jerarcas religiosos como el Papa Francisco se reúna en privado con parejas gays y transexuales (cosa inédita) sin que les pida «corregir su orientación sexual» o que repruebe públicamente el rechazo hacia ellos. Ya han logrado que varias empresas, entidades públicas y privadas se sumen a su causa como lo hemos visto en este mes. Han logrado muchos avances antes impensables que no son tanto parte de un plan macabro, sino de una lucha complicada, muy complicada, de varias décadas, y que ha trastocado algunos mitos y tabúes que han estado enraizados en nuestras estructuras sociales y paradigmas de pensamiento.

Dentro de las personas homosexuales y lesbianas que conozco hay historias de lucha, de personas que lucharon contra la adversidad y que trascendieron a pesar del rechazo. A todas esas personas, a quien estimo y admiro por su carácter (porque el mero hecho de ser gay no es fácil, incluso ahora), van dedicadas estas palabras.