La trampa semántica de la 4T

Jun 24, 2019

Todos hablan de la cuarta transformación o la 4T, ¿Pero puede el gobierno de López Obrador autodefinirse como la "cuarta transformación"? La respuesta es un rotundo no y a continuación explicaré por qué.

Nadie, nadie puede tener la osadía de hacer un juicio histórico sobre algo de lo que es parte y cuya obra todavía no ha realizado ni concluido. Debe tenerse una gran megalomanía para definir a un gobierno, el suyo, desde antes de empezar inclusive, como la «cuarta transformación». A lo más que podría tener derecho es a decir que su aspiración es «lograr una cuarta transformación», nada más. Ni siquiera tiene derecho a asegurar que la está llevando a cabo.

Definir una etapa histórica es tarea de los historiadores y de la gente que valida o invalida esa definición para que, intersubjetivamente, sea aceptada y adoptada por el colectivo: es decir, por parte de quienes no son ni juez y parte. Quien osa llamar «cuarta transformación» a su gobierno, corre el gran y grave riesgo de que el significante no corresponda con el significado. De hecho, ahora no existe esa correspondencia ni puede existir en tanto que la obra no está concluida, y posiblemente no exista ni en el futuro ni cuando se concluya la obra, porque ello implicaría un acto excepcional que contraste positivamente con todos los demás actos que no merecen ese significado. Como hablamos de algo excepcional, es más probable, en todos los casos, que no suceda a que sí. Vale decirlo, aunque algunos se engañen y traten de torcer los hechos para que se acoplen a la definición.

Pretender llamarse así es como llamar rascacielos a un baldío en el cual no se sabe con certeza si ahí se va a construir una torre y no se sabe siquiera el número de pisos que va a tener (información necesaria para saber si será un rascacielos o un pequeño edificio de departamentos). Para que algo sea, debería ya haber tomado forma: debe ser en acto. Pero tampoco podemos hablar de una cuarta transformación en potencia siquiera, porque no sabemos si aquello que se está formando derivará en alguna «cuarta transformación».

Es muy posible que esta misma definición será reinterpretada por el juicio de la historia. Si, a ojos de un gran sector de la población, este gobierno sale del poder sin entregar buenos resultados, el término, tal vez reconocido en lo cotidiano (por la insistencia del gobierno en llamarse así) adquirirá un tono peyorativo, como el «arriba y adelante» de Luis Echeverría, pero no será tomado en serio por los especialistas, historiadores o intelectuales.

La cuarta transformación no es más que una trampa semántica, donde un gobierno pretende legitimarse a partir de una autodefinición que no tiene derecho a hacerse porque ni le corresponde (está siendo juez y parte) ni está en tiempo de hacerlo (no ha tomado forma).