Las oposiciones binarias siempre han acompañado a nuestra especie humana:
- Bien vs mal
- Hombre vs mujer
- Capitalismo vs socialismo
- Amigo vs enemigo
- y un largo etcétera.
Los oposiciones binarias nos son altamente eficientes porque son simples, porque dentro de todos los modelos son los que requieren la menor abstracción. Esa es una de las razones, por ejemplo, por las cuales la búsqueda de la deconstrucción del modelo «hombre vs mujer» en favor de un modelo donde exista una gran cantidad de identidades de género para incluir a aquellos que tienen una identidad distinta a las tradicionales ha generado mucha resistencia. Ciertamente, modificar las instituciones humanas y los procesos para abarcar a un sinnúmero de géneros se podría antojar complicado y poco eficiente.
Las oposiciones binarias pueden ser muy útiles, ya que si utilizaramos siempre marcos de referencia complejos, estos obligarían al ser humano a detenerse a pensar ante cualquier circunstancia que le requiera tomar una decisión pronta (pensar lleva tiempo y consumo de energía) lo cual lo haría más lento y torpe. Esto último también es una de las razones por las cuales los valores morales (muchas veces basados en oposiciones binarias) existen y son útiles: determinar que algo está bien o mal por medio de una predisposición a priori le permitirá al individuo tomar una decisión más ágil y pronta que si el ser humano se detuviera a analizar toda la complejidad del caso en cuestión y le diera un valor entre varios matices o conceptos de bondad o maldad.
Estas oposiciones reducen un fenómeno complejo a algo simple. Por un lado, son más eficientes porque requieren una menor abstracción, pero por otro lado, puede conducir al error al no reparar la complejidad del asunto. En esa simplicidad también se encuentran sus defectos.
De ahí viene esa idea de que no toda la vida es blanco y negro, sino que implica una escala de grises.
Y es que, en diversas circunstancias, es indispensable detenerse y salir de esos marcos de referencia binarios para conocer la realidad de mejor forma y poder tomar mejores decisiones. La política es un claro ejemplo de ello:
La polarización política es un claro ejemplo de una oposición binaria: tenemos a quienes simpatizan con López Obrador y a quienes lo detestan. Conforme la polarización se acrecenta, los dos polos toman una postura más rígida en donde ambas partes se vuelven más homogéneas entre sí. Los matices desaparecen para volver este conflicto en una feroz batalla entre dos partes.
No es indeseable que los conflictos existan, por el contrario. De hecho, la democracia presupone el conflicto y le da un espacio para que este se desarrolle. Pero también es importante reparar en la forma en que se desarrolla este conflicto, porque su destino final dependerá en gran parte de ella. La mayor capacidad de abstracción es lo que nos ha permitido crear sistemas sociales más complejos y sofisticados.
Cuando reducimos la política a una mera confrontación binaria (estoy con AMLO o contra AMLO) los puentes tienden a romperse porque se descartan a priori la posibilidad de tener coincidencias, dialogar o llegar a acuerdos, pero eso es un problema menor. El mayor problema es aquella «alienación autoinflingida» con la cual el individuo ya no tiene siquiera la capacidad de preguntarse por qué ha tomado esa postura y mucho menos de llegar a la conclusión de que aquella postura que ha tomado, aunque posiblement loable, no es necesariamente perfecta. Aquí es donde el fanatismo y la irracionalidad se manifiestan.
Esto no significa que siempre sea deseable que las partes lleguen a acuerdos. En algunos casos las diferencias son irreconciliables y ello no tiene nada de malo. Matizar y ser autocríticos con nuestra postura no implica dejar de tomarla o mantener una postura tibia o ambigua. A veces las circunstancias nos obligan a tomar decisiones duras: si un tirano o una amenaza exterior pretende atacarnos, lo que toca, sí, es confrontarlo porque es lo más eficiente.
Pero los fenómenos de polarización social como los que vive nuestra sociedad nos da mucho margen para salir de esa oposición binaria y entender los matices y las complejidades del problema con el fin de abordarlo de mejor forma, e incluso hasta para combatir el problema del que surgió dicha polarización.
¿O de qué otra forma muchos de los que le temen a López Obrador podrían persuadir a aquellos que votaron por él pero que le guardan escepticismo? ¿Cómo podría uno darse cuenta que si un mandatario busca polarizar a la sociedad, actuar de forma visceral sólo le va a hacer la chamba? ¿O de qué otra forma podría uno dejar de estigmatizar a los del bando contrario y ponerles etiquetas que en muchos casos no se merecen?
Naturalmente, ello requiere de una mayor abstracción (es decir, pensar y razonar más). Tal vez suene incómodo decirlo, pero en una sociedad excesivamente polarizada muy posiblemente la mayoría no se hayan detenido a analizar la situación y estén muy seguros de una postura que posiblemente ni han terminado de entender bien. Por ello es que la oposición binaria termina convirtiéndose en una gran herramienta para el demagogo.
Entendiendo que el ser humano se diferencia de las demás especies animales por su capacidad de abstracción, podemos entender que un conflicto político que se mantiene en un nivel binario donde todo son blancos o negros (abstracción baja) termina siendo más primitivo que en uno donde los integrantes de dicho conflicto tienen la capacidad de matizar y de entender sus complejidades.
Porque nuestra sociedad y nuestro mundo es de una complejidad tal que conocemos muy poco de ella. Nuestra evolución consiste en ir entendiendo y descubriendo dicha complejidad de mejor forma. Tanto las matemáticas, la física, la filosofía, la política, la economía, la sociología y gran parte de las disciplinas apuntan en esa dirección y, en este sentido, reducir o someter conflictos y diferencias a una mera oposición binaria (donde la gente tome posturas irreconciliables donde sea incapaz siquiera de matizar) significa un estancamiento, si no es que un retroceso a la hora de buscar construir mejores sociedades.