El tiempo pasa rápido, pareciera que fue ayer cuando Peña Nieto había llegado al poder y que sabíamos faltaban seis largos años donde podían ocurrir un montón de cosas desagradables (predicción que no fue muy lejana a la realidad). Pero, conforme uno crece, parece que el tiempo avanza de forma cada vez más acelerada. Ya estamos viendo los últimos días del peñanietismo, de un presidente que no se ha ido formalmente pero que, al parecer, con las cámaras en manos de MORENA y su alejamiento de los reflectores, en la práctica ya ha dejado el poder.
En pocos días se va un presidente que se despide con una popularidad que se encuentra por los suelos, cuyo desempeño fue diametralmente opuesto al que tuvo como candidato, donde gracias a su figura y a la construcción que se hizo de él como personaje de telenovelas, logró acaparar muchos votos.
La de Enrique Peña Nieto fue una candidatura que se fue construyendo desde años antes con el fin de que el PRI regresara al poder y tal vez se mantuviera ahí por mucho tiempo. Muchos advertíamos años antes de las elecciones de 2012 que él sería el siguiente presidente, para que con la ayuda de su personaje y de las estructuras del partido, regresaran casi sin problemas, a pesar de las manifestaciones que ocurrieron en su contra, del surgimiento del movimiento #YoSoy132 que ciertamente redujo la distancia que tenía con el ahora presidente electo Andrés Manuel López Obrador; aunque tampoco lo suficiente como para poner su victoria en entredicho, la cual ciertamente estuvo plagada de muchas irregularidades, sobre todo lo que tiene que ver con la compra de votos.
Pero no es lo mismo ser un candidato que gobernar: fue tan buen candidato como fue mediocre presidente. El de Atlacomulco incluso llegó generando ciertas expectativas con el Pacto por México, pero después se desinfló, en gran medida producto de sus errores y, sobre todo, por los escándalos de corrupción en los que estuvo involucrado.
Pero no solo eso, durante todo este tiempo vimos a un presidente que parecía estar ausente, que no parecía ejercer ninguna suerte de liderazgo. No vimos nunca a alguien que se pusiera a la altura de su cargo, sino a alguien más bien reactivo ante las circunstancias (y si es que reaccionaba, porque recordemos los tantos días que tardó en dar una declaración alguna sobre la masacre de Ayotzinapa).
Para la mala fortuna de Peña Nieto, él será recordado más bien por sus tropiezos, por sus errores tragicómicos que dieron vasto material para crear memes y parodias. Posiblemente Peña sea más recordado por el «infraestructochur», por los libros cuyos títulos no recordaba, por «la cogida», por la frivolidad de él y su familia, por la Casa Blanca o por su tesis falsificada que por ser el artífice de unas reformas que, en muchos de los casos, tuvieron problemas en su implementación. Peña quiso convertirse en el presidente transformador, pero su falta de liderazgo y presencia, su involucramiento en actos de corrupción o su displicencia ante la masacre de Ayotzinapa destruyeron todas sus pretensiones.
Una vez que has perdido la confianza de los ciudadanos, una vez que ya se han hecho una idea de ti (sobre todo cuando esta es negativa) ya no hay mucho qué hacer. En todo este sexenio, Peña Nieto nunca fue capaz de presentarse ante públicos masivos, con excepción de las primeras ceremonias del Grito de Independencia (ya que las subsiguientes, debido a su escasa popularidad, tuvieron que ser rellenadas con acarreados del Estado de México), incluso parece que vivió todo este tiempo dentro de una burbuja donde solo tenía contacto con sus asesores y su equipo de comunicación que sugerían que se subiera a Twitter una foto con las calcetas para «aclarar el asunto del #Calcetagate».
Construyeron a Peña para traer al PRI de regreso, pero, a pesar de que lo lograron, ahora el PRI está casi muerto. Peña fue una muy buena inversión a corto plazo, pero una bastante peor a largo plazo. Desde luego varias personas se enriquecieron dentro de su mandato, pero muchas de ellas (excepto las que hayan saltado a MORENA) ya no podrán seguirlo haciendo más.
Así se va un presidente que seguramente, al terminar su mandato, desaparecerá del foco público, incluso anunció que dejará la política. Difícilmente tendrá un papel activo como lo tiene Vicente Fox (con todas sus ocurrencias) y ni siquiera como Felipe Calderón que ha mantenido un perfil relativamente bajo pero sin desaparecer de la escena. Tal vez porque, a diferencia de ellos dos, nadie se siente representado por Peña Nieto, nunca ejerció alguna forma de liderazgo, nunca inspiró a nadie.
Adiós Peña Nieto, siento decirte que no, nadie te extrañará. Posiblemente ni los que comparen el régimen de AMLO con el tuyo si es que las cosas se ponen mal.