La visión que tiene López Obrador sobre la política tiene que ver mucho (si no es que prácticamente todo) con su percepción de la realidad. Los humanos somos seres subjetivos: es decir, solo podemos percibir la realidad objetiva (aquella que es independiente de nuestra percepción) de forma subjetiva, y es por ello que hemos creado herramientas que nos sirven para acceder de mejor forma y más aproximada a la realidad objetiva: el método científico es una de ellas. AMLO, como todos, percibe la política (que como tal no es una realidad objetiva como tal, sino una construcción intersubjetiva, ya que requiere de la percepción y el consenso de los seres humanos para su existencia) de forma subjetiva y la interpreta de acuerdo con la forma en que percibe el mundo.
La historia de vida de López Obrador (y de cualquier ser humano), su temperamento, el contexto en el que creció y muchos otros factores determinan la forma en que percibe el ejercicio político. Es, por lo tanto, natural que intente imprimir su visión subjetiva de las cosas a la hora de querer hacer política. Es imposible desentenderse de esa dinámica.
Pero a la hora de hacer política, es indispensable empatar aquellas «pulsiones personales» con la técnica. Su visión personal y subjetiva le dirá de qué punto a qué punto debe de desplazarse pero no cómo es que debe de hacerlo. Aquí es donde la técnica, las disciplinas y el conocimiento entran al quite. Pero, al parecer, AMLO las está ignorando.
El trabajo de López Obrador en estos días tiene que ver con su visión personal, los manotazos en la mesa van en este sentido. Con el aeropuerto quiso dar un golpe de autoridad como para decir que los empresarios (o al menos los empresarios que no son cercanos a él) ya no van a poder abusar de su relación con el poder y que desde ahora ambas entidades (Estado y capital) operarán de forma completamente separada. Con la amenaza de eliminar ciertas comisiones que los bancos cobran (porque no es un secreto que dichas comisiones son muy altas y los bancos hacen su agosto en nuestro país) parece que apelaron a un mensaje parecido.
Pero los «cómos» han sido los grandes ausentes en su ejercicio de poder que ya ejerce como líder de una bancada legislativa mayoritaria. Poco se detuvo López Obrador a analizar las implicaciones económicas y técnicas de la cancelación del aeropuerto. Hizo caso omiso a los numerosos estudios y observaciones sobre los cuales hizo una descalificación a priori. Lo que importaba para él era dar el mensaje, no las consecuencias que éste podía tener. Pero incluso parece que ni se detuvo en sopesar lo político, porque si bien AMLO ha llegado al poder con un alto bono de capital político, también es cierto que ha gastado un tanto de ése de forma bastante torpe.
Con el asunto de los bancos ocurrió igual. No es reprobable que se proponga restringir las altas comisiones que los bancos cobran a sus clientes (en muchos casos, el doble que en su país de origen) y es entendible que por esa propuesta los bancos vean alguna afectación sobre el valor en la bolsa. Pero tendría que ser una propuesta clara, que partiera del conocimiento del funcionamiento de los propios bancos para saber hasta donde restringir o acotar dichas comisiones de tal forma que tal medida, que busca evitar este tipo de abusos, no afecte con la dinámica del mercado. Pero eso no ocurrió, la propuesta de su bancada se hizo al aire: no solo los bancos, sino el mercado reaccionaron muy mal, y ante lo que ya era muy evidente tuvo que recular. También ignoró que era rotundamente imprudente lanzar esta propuesta justo en medio de la polémica suscitada por la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
AMLO está generando mucha incertidumbre, y no tiene tanto que ver con una postura radical, sino con una que atiende solamente lo subjetivo e ignora las herramientas para poder empatar eso que es subjetivo con la realidad, con aquello que se puede medir o comprobar. Dicen que el camino al infierno está tapizado de buenas intenciones, y generalmente ocurre que ese tapiz tan solo contiene buenas intenciones que se han convertido en caprichos, desorden e improvisación.
Ante un gobierno así, es natural que se guarde una profunda incertidumbre, no solo con relación a los intereses de «los de arriba», sino con relación a la estabilidad económica y política. Sí, eso nos afecta a todos, incluso al «pueblo bueno».