Es paradójico que en esta era en la que se nos dice que somos parte de una sociedad interconectada, en la cual tenemos más acceso y conocimiento que nunca, mostremos una clara tendencia a la polarización.
No se trata, como esperaría, de un ejercicio de espíritu crítico o de criterio propio donde, de forma individual, el sujeto llegue a sus propias conclusiones. Se trata de tomar un bando y pensar que a éste se le opone necesariamente otro, sin ser capaz siquiera de detectar los matices o los grises. Se trata de ignorar la complejidad de todas las dinámicas en las que estamos inmersos para así intentar explicar todo bajo una narrativa monotemática.
Así, si no eres libertario entonces eres socialista, si no eres feminista entonces eres machista, si no eres conservador estás casi tentado por Satanás. Incluso esta tendencia a la polarización la vemos dentro del marketing donde o eres Apple o eres Android, donde eres DC o eres Marvel.
Tomar una bandera de esta forma es muy fácil, porque no requiere un ejercicio de dialéctica entre las diferentes corrientes de pensamiento (o marcas de teléfonos celulares) para llegar a una conclusión propia. Así, el individuo no llega a su propia conclusión, sino que abraza la conclusión del colectivo. El individuo, así, se desindividualiza, y se adhiere a una narrativa. Uno los ve en Twitter defendiendo dicha narrativa a capa y espada, no busca por medio del debate adquirir un mayor conocimiento o criterio, busca ganar, busca tener la razón. El sujeto creará dentro de sí una cámara de eco ya que no estará dispuesto a confrontar su forma de pensar. Leerá solo los libros y los medios que reafirmen su postura.
En cambio, quien llega a una conclusión propia puede terminar siendo más libertario, más feminista, más cristiano o más Apple, pero sabrá reconocer los matices y los grises. Es, al fin y al cabo, su propia conclusión.
Quien decide tomar banderas suele privarse de la mayor parte del otro conocimiento. Rehuye de él y se condena a tomar una postura indudablemente sesgada. Equivocadamente, confunde a quienes ejercen su criterio propio con la pusilanimidad o las posturas equidistantes. Y digo que lo hace de forma equivocada porque mientras los equidistantes y los pusilánimes adoptan su discurso al entorno en el que se encuentran para quedar bien con todos, quienes ejercen su criterio propio son capaces de tomar posturas claras (que no necesariamente empatarán con esas banderas que cualquiera puede agarrar) pero, como entienden que el mundo es algo complejo que no se puede encerrar en una sola narrativa simple e insulsa, puede darse el caso en el que no hayan tomado una postura definida ante un tema porque sienten que les hace falta aprender más para poder definirse. Los que toman las banderas no tienen problemas en definirse porque basta agarrar la bandera, los valores, principios y slogans que ya están listos para usarse; los que usan su criterio propio entienden que antes de definirse necesitan debatir fuertemente dentro de su fuero interno.
Hasta los que toman las banderas de renegar de las categorías binarias, terminan entrando al mismo juego binario de estás conmigo o estás en mi contra.
Al tomar banderas, el libertario tendrá graves complicaciones para detectar las falencias de su ideología, el que toma la bandera progre tendrá problemas para darse cuenta que el conservador no es necesariamente machista o excluyente, el cristiano no terminará de darse cuenta que los ateos pueden ser buenas personas. el fan de DC se privará de una buena historia de Marvel porque ¡Es de Marvel! y el Applefan nunca llegará a la conclusión de que comprar ese Android podría no ser tan mala idea.
Esa es la paradoja de nuestro tiempo, en un mundo donde más información que nunca se encuentra disponible para desarrollar un criterio propio, para comparar, para confrontar ideas, tenemos a una sociedad cada vez más polarizada y dividida.