¿Qué es el posmodernismo?

Sep 13, 2018

Se nos dice que vivimos en una era posmoderna, que esto o aquello es posmoderno. Pero ¿qué es el posmodernismo? ¿Estamos utilizando bien el término? Aquí lo explico con lujo de detalle.

Seguramente has escuchado esta palabrita en más de una ocasión. Lo has escuchado de algún filósofo, de algún sacerdote o de tu mamá. Seguramente te has percatado de que muchas veces se le pronuncia con una connotación negativa, o bien, para referirse a las corrientes postestructuralistas (yo mismo llegué a caer en el error de utilizarlo con esta connotación). 

Pero hacer una mejor definición de este concepto nos ayudará a aclarar muchas cosas y entender algunos de los procesos sociales y culturales de nuestra especie, sobre todo en Occidente. Al posmodernismo lo tenemos que concebir en un sentido mucho más amplio, lo tenemos que explicar como una de las eras del desarrollo de la especie humana y no como una ideología. Cuando muchos se refieren al posmodernismo como una ideología, están más bien refiriéndose a ciertas ideologías o corrientes de pensamiento insertas dentro de la era posmoderna, pero que no explican el posmodernismo como un todo.

Para entender el posmodernismo, primero tenemos que hablar del modernismo, al cual se le suele situar desde el renacimiento pero, sobre todo, de la Ilustración, y hasta entrado el siglo XX. El modernismo apela al progreso y a la idea de un futuro promisorio producto de la Revolución Científica, los avances tecnológicos y el método científico. Dentro de la era moderna también se insertan los valores tradicionales de la democracia liberal como la libertad de expresión, los partidos políticos y la economía de mercado, así como el marxismo tradicional. El modernismo se despojó de la idea de un ser divino al centro para poner en su lugar al hombre y la razón.

El posmodernismo viene a fungir como una suerte de antítesis del modernismo. Si el modernismo tenía una inquebrantable fe en el futuro y en el hombre, el posmodernismo viene a cuestionarlo todo. Las guerras mundiales y la Guerra Fría nos rompieron esa ilusión de progreso en la ciencia y la razón. La ciencia también podía matar y crear instrumentos masivos de aniquilación humana como nunca antes, la ciencia también podía servir como instrumento de dominación y colonización. El posmodernismo parte de una visión oscura y sombría del ser humano. Ya no sólo hay una verdad divina, tampoco hay ya una verdad objetiva, las relaciones importan e incluso algunos pensadores se atrevieron a afirmar que la verdad literalmente no existe y es una construcción social.

La postura de Michel Foucault ante las instituciones carcelarias (y todo lo que se le pareciera) es un gran ejemplo de este cambio de narrativa. De un positivismo donde el mundo ya no era más que una gran máquina que operaba bajo determinadas leyes, a uno donde las estructuras no eran engranajes sino instrumentos de opresión. El Estado, el mercado, las instituciones, la prisión y la escuela ya no eran esas entidades que existían para procurar una forma de organización social más justa y eficiente, sino instrumentos para controlar al ser humano y a su cuerpo. Esas entidades que, se decía, procuraban la libertad del ser humano, terminaban restringiéndola. Así, Foucault concibió todas las estructuras y jerarquías sociales como un instrumento de poder y no como una convención o contrato social. 

Podemos resumir el posmodernismo en tres conceptos: una visión sombría y pesimista de la humanidad, la crítica a las estructuras y jerarquías sociales y el final de las grandes narrativas (en ese orden).

1.- Una visión sombría y pesimista de la humanidad

Como comentaba, el posmodernismo se vuelve una suerte de desencanto ante la idea de que bajo el progreso, la ciencia y la razón, el ser humano aspiraría a un futuro prometedor por medio del cual llegaría a satisfacer sus necesidades de mejor forma. Decía también que las guerras mundiales y la escalada nuclear dentro de la Guerra Fría hicieron que la postura de nuestra especie ante el progreso racional y científico se pusiera en tela de juicio. Esto es lo que antecede a los demás conceptos y el punto de partida. Esta nueva percepción, alimentada también por filósofos cuyas historias de vida de desarrollan en consonancia con la modernidad como un problema y no como un beneficio, terminó reemplazando al entusiasmo fincado en el progrezo y la razón. El propio Michel Foucault, quien intentó suicidarse varias veces, conoció el sufrimiento desde niño debido a su atracción por los varones para lo cual su padre lo llevó a un hospital y fuese testigo de la amputación de una pierna para que «se volviera hombre». El argelino-francés Jacques Derrida sufrió la represión del gobierno de Vichy y fue expulsado de su instituto argelino por motivos racistas. 

2.- La crítica a las estructuras y jerarquías sociales

Ese pesimismo y esa visión oscura del mundo fue la que motivó a muchos pensadores a crear una filosofía contrapuesta a lo moderno. Si bien, la filosofía crítica de la Ilustración había surgido desde hace tiempo (Nietszche es un gran ejemplo) e incluso casi a la par de la Ilustración, todavía no se reflejaba en ella este aire pesimista, en la cual los conceptos de razón, institución, estructura, jerarquía o progreso tan típicos de la Ilustración debían ser diseccionados y hasta deconstruidos. 

Como suele ocurrir con cada era humana, las artes suelen ser las precursoras de la era que está por llegar. Así como el renacimiento antecedió a la Ilustración, podemos ver las primeras manifestaciones posmodernas en La Fuente de Marcel Duchamp

Dentro de la era posmoderna podríamos hablar de tres corrientes filosóficas principales: El existencialismo en donde encontramos a pensadores como Heidegger, Sartre, Simone de Beauvoir, o los escritores como Albert Camus o Fiodor Dostoievski; la Escuela de Frankfurt compuesta por pensadores influenciados principalmente por Hegel, Marx y Freud como Erich Fromm, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno o Jürgen Habermas; y por último, el postestructuralismo (corriente a la cual se suele referir comúnmente como «posmoderna») en el cual suele clasificarse a pensadores como Michel Foucault, Jacques Derrida, Jacques Lacan o Gilles Deleuze.

Todas estas corrientes se caracterizan por cuestionar las estructuras y el status quo prevalecientes y por guardar cierto escepticismo sobre la idea del progeso humano, pero no todas lo llegan a hacer de la misma forma (aunque unas pueden llegar a influenciar a otras, como el caso de Heidegger a Derrida). Las tres son corrientes de izquierda que pretenden cuestionar y transformar. en mayor o menor medida, las bases sobre las que se encuentra cimentada la civilización. Erich Fromm estaba preocupado porque pensaba que en el futuro los hombres se convertirían en una suerte de robots, Heidegger quiso sustituir la relación entre sujeto y objeto hasta en ese entonces vigente en la filosofía por el Dasein (estar ahí, o estar en el mundo), mientras que Jacques Derrida apostó a la deconstrucción o a «mirar la estructura debajo de la estructura».  

Fue en especial el postestructualismo el que buscó destruir, o bien, deconstruir las estructuras y las jerarquías que consideraba opresivas por medio del lenguaje (podemos tomar como referencia la deconstrucción de las ideas binarias de Derrida como negro-blanco u hombre-mujer bajo el argumento que en una categorización binaria una necesariamente oprime a la otra). De las tres corrientes, esta fue la que adquirió una postura más relativista tanto en lo filosófico como en lo moral. Ya no hay una verdad absoluta ni una verdad objetiva, ya no hay un centro desde el cual agarrarse o tomar como punto de partida, ahora todo tiene una explicación de acuerdo a la relación que tiene con otra cosa.

3.- El final de las grandes narrativas

El posmodernismo significa también el fin de todos los «ismos» (ya fuera cristianismo, comunismo o capitalismo) y de las grandes narrativas (como refiere Jean-François Lyotard en su libro «La Condición Posmoderna»). Si bien, algunos de los pensadores (sobre todo dentro de la Escuela de Frankfurt) tuvieron una fuerte influencia marxista, quedaron profundamente desencantados después de darse cuenta de lo que pasaba en la Unión Soviética para poner así al comunismo en conjunto con el fascismo (y no muy lejos al capitalismo) como la gran justificación de su desencanto con el progreso de la especie humana. 

La crisis de representatividad política que se vive en Occidente tiene parte de su razón de ser en este fin de las grandes narrativas, en donde los partidos políticos se han ido vaciando progresivamente de contenido ideológico al punto en que los electores se muestran inciertos sobre las diferencias entre unos y otros, ya que estos se han vuelto muy pragmáticos. Francis Fukuyama, de forma precipitada, anunció el triunfo de la democracia liberal, pero incluso esta permanece muy incierta. Inclusive los movimientos de extrema derecha que han surgido en Europa no se caracterizan por tener una narrativa contundente que vaya más allá de sus peticiones en torno a la migración o la pérdida de empleos.  

Legado

Sería irresponsable hacer un juicio de valor categórico sobre el posmodernismo, empezando porque no es en sí una corriente de pensamiento sino una era en las que nos encontramos insertos, parte de la evolución de la humanidad. De lo que tal vez sí podemos hablar es de su legado:

En los aspectos positivos, podemos decir que el posmodernismo nos dejó una sociedad cada vez más preocupada por el medio ambiente, que entendió que el desarrollo tecnológico debía tener limitaciones y que había que tomar medidas al respecto (aunque a juicio de algunos pueda ser algo tarde). También encontramos un legado positivo en lo relacionado con la equidad de género o el progresivo reconocimiento de minorías (personas con otra orientación sexual o raza) producto del cuestionamiento de paradigmas y creencias. 

Este escepticismo que nos lega el posmodernismo se ha vuelto necesario para abordar los avances tecnológicos, sombre todo en el advenimiento del transhumanismo o la inteligencia artificial. Gracias al posmodernismo somos capaces de cuestionar cómo es que un avance tecnológico podría incidir dentro de la sociedad y qué deberíamos de hacer ante las externalidades que estas podrían traer. 

En los aspectos negativos (me atrevo a decir que en gran medida gracias a las corrientes postestructuralistas) tenemos una sociedad cuya base filosófica y tal vez hasta moral es muy líquida e inestable, ya que si bien la era posmoderna ha sido campeona en cuestionar las estructuras, se ha visto imposibilitada, debido al profundo relativismo de la posmodernidad de los últimos años, de crear una nueva estructura que surja como producto de estos cuestionamientos. Es difícil concebir una nueva forma de estructura social si se asume, como Foucault hace, que en toda estructura con lleva por sí una relación de poder de una entidad sobre otra, o si se considera, como propone Derrida, que todas las categorizaciones binarias son opresivas. Si los cimientos de cualquier estructura son opresivos, entonces es ilusorio poder construir una. 

Vemos algunas de sus manifestaciones en la supeditación del método científico ante lo que consideran estructuras de poder, así negando cualquier objetividad dentro de la ciencia, que por ejemplo, consideren que cualquier diferencia psíquica que sea ilustrada de esta forma entre el hombre y la mujer es necesariamente una construcción social opresora. Este relativismo y creencia en la manifestación de opresión en cualquier estructura también ha alimentado a los sectores más radicales de causas sociales como el feminismo, ecologismo o colectivo de personas con otra preferencia sexual, creando un discurso muy victimista donde no existe otra alternativa que derrumbar las estructuras y las jerarquías para aspirar a una suerte de justicia social, donde no existe la posibilidad de consensos y entendimientos entre los seres humanos, ya que para estas corrientes toda interacción humana involucra una relación de poder.

Este relativismo excesivo dentro de algunas de las corrientes posmodernas no solo es denunciado por la derecha, sino que también es criticado por algunos de los filósofos que son parte de la era posmoderna, como la crítica que hace Jürguen Habermas a Derrida y a Foucault en su libro El Discurso Filosófico de la Modernidad, La Modernidad Líquida de Zygmunt Bauman que podría ser considerada una crítica la sociedad actual (el título de su libro es muy revelador al respecto) o incluso Slavoj Žižek, el pensador de izquierdas que, a pesar de estar influido por Lacan, ha decidido mantenerse lejos de esa «ortodoxia relativista». 

No solo vemos el legado del posmodernismo en el arte contemporáneo, sino también en el cine o en la televisión. Mientras que Los Simpsons es una crítica hacia el modelo de familia tradicional y a la sociedad típica norteamericana, Matrix (muy influenciada por obras como 1984 o Un Mundo Feliz) nos muestra una distopía futurista y Black Mirror nos alerta de los grandes problemas que la tecnología podría traer a la humanidad. También tenemos una fuerte dosis posmoderna en la música popular, en el rock que funge como música de protesta o de crítica social. Y si bien, las iglesias suelen utilizar este término de forma peyorativa para denunciar el relativismo moral, no están necesariamente exentas de los «vientos posmodernistas». La encíclica del Papa Francisco «Laudato Si» muestra una considerable dosis de posmodernismo al mantener una postura escéptica hacia la modernidad enfocándose en cuestiones como el ecologismo, el consumismo, y el «desarrollo irresponsable».

El mito del marxismo cultural

Desde hace décadas, ciertos sectores conservadores han mantenido un discurso de que el posmodernismo es una suerte de marxismo cultural en la que se afirma que hay una conspiración marxista para acabar con los valores de Occidente. A esta se le suman otras teorías de la conspiración como «la promoción de la homosexualidad» para reducir la población. Pero si entendemos el posmodernismo como una consecuencia de la dialéctica entre ideas filosóficas, la visión pesimista del mundo y como una consecuencia de filósofos que en su mayoría crecieron bajo una idea pesimista del mundo producto de sus historias de vida, podemos entender que se trata de un tránsito natural de nuestra especie humana y no de una teoría de la conspiración. De la misma forma podemos entender aquello que los conservadores llaman «ideología de género» como una deconstrucción de los géneros como oposición binaria herencia en gran medida del pensamiento de Butler, Derrida y Foucault, e impulsada por sectores sociales que se han sentido excluidos, lo cual los ha motivado a adquirir una postura más beligerante, y no como una política de la ONU para destruir Occidente. No se trata de una estrategia artificial sino de la constante evolución y tránsito de las ideologías que, benéficas o nocivas, influyen en las estructuras nuestra sociedad. Vaya, ni al surgimiento del nazismo se le puede considerar una conspiración sino que se explica en gran medida por muchas razones históricas recientes a su surgimiento. 

Es cierto que a los teóricos de Frankfurt se les puede asociar más con Marx ya que su influencia es más directa, pero se trata de una dialéctica de ideas consecuencia de la natural evolución filosófica e ideológica de la especie humana y Habermas está lejísimos de proponer una restauración comunista. Últimamente se asocia más el término marxismo cultural con el postestructuralismo, pero sus teóricos están más alejados de Marx que los teóricos de Frankfurt. Foucault recibió críticas por su escepticismo hacia el marxismo y Derrida siempre se mantuvo distante a pesar de las tentaciones

Estas etiquetas terminan siendo irresponsables porque implica negar de forma categórica todo el pensamiento surgido dentro de esta era. Yo no soy ni marxista ni comunista en lo absoluto, pero vaya que leer a Fromm o a Habermas me ha ayudado mucho a abrir mis horizontes. Incluso Foucault, a pesar de que en lo particular difiera con varios de sus argumentos, tiene otros varios que me parecen muy rescatables. 

¿Qué sigue?

Como cualquier etapa de desarrollo humano, el posmodernismo será remplazado por algún otro. ¿Cuál es? ¿Cómo será? La verdad no lo sabemos y no me atrevería a decirlo porque si algo he aprendido a lo largo de mi vida es que los seres humanos somos muy torpes para adivinar el futuro. Sin embargo, como escribí hace algunos días, me parece particularmente interesante el concepto de Metamodernismo, no tengo idea si en el futuro vayamos a vivir una era metamoderna, pero sí puede ser un punto de partida para «repensar el futuro».