Hace unos días, el Instituto Jalisciense de las Mujeres lanzó un interesante estudio sobre la masculinidad donde se abordaron los roles entre el hombre y la mujer, el machismo, la conducta hacia los homosexuales y demás cuestiones de género. No recuerdo que se hiciera un estudio tan completo al respecto en nuestro país; y si bien éste se llevó a cabo en la Zona Metropolitana de Guadalajara (una entidad urbana, que como cualquier ciudad grande, tiende a ser más abierta y desarrollada que sus contrapartes rurales), sí nos da una luz de lo que está ocurriendo en México.
Mi intención no es hacer un minucioso análisis de este estudio, pero sí retomar algunas cosas para hablar de los problemas e inequidades que todavía existen entre ambos géneros. También puedes ver un análisis de éste en el programa que tuvimos en Sin Comentarios donde, junto con Susana Ochoa, se analizó el contenido de dicho estudio.
Cuando lo leí me quedé con dos impresiones: que al menos dentro de los estratos urbanos sí existe una mejoría con respecto a la equidad entre el hombre y la mujer y, a la vez, que todavía hay concepciones bastante preocupantes y que tienen que erradicarse de nuestra cultura, como las siguientes:
– 50% piensa que “da permiso” para que ella trabaje
– 49% considera que hacer piropos a mujeres en la calle es un halago
– 60% señalan que la mujer puede controlar la violencia que reciben del hombre
– 38% dicen que las mujeres no deben de andar solas en la calle
– 53% relaciona el papel de la mujer con labores domésticas.
Anteriormente, he argumentado mi discrepancia con algunos círculos feministas que suelen pintar un escenario donde la mujer está profundamente oprimida por el hombre ya que entonces no podrían entenderse los avances que se han logrado, que son evidentes y que se palpan en el estudio. Son innegables los avances que existen en materia de género y, al menos en mi caso, parece ser que el hombre poco a poco (aunque evidentemente no de forma suficiente) ha comenzado a tomar conciencia sobre el problema. Seguramente las respuestas de algunos hombres en el estudio se habrán contradicho con sus actos (que no quieran ser juzgados o señalados por tener conductas machistas), pero pienso que el discurso de la equidad de género empieza a tener efectos sobre la sociedad y ésta, poco a poco comienza a tomar conciencia sobre el problema que implican conductas que han estado normalizadas y que han perjudicado a las mujeres.
Sin embargo, también discrepo con quienes dicen que ya no hay inequidades entre el hombre y la mujer, y que solo son simples «feministas queriendo hacer desmadre influenciadas por la malévola ideología de género que quiere destruir al mundo». Los problemas que existen en la actualidad siguen siendo bastante preocupantes y todavía hay mucho camino por recorrer. La idea de que una mujer puede llevar a cabo su proyecto de vida de la misma forma que el hombre todavía no termina de penetrar en toda la población.
Es posible que muchas personas (sobre todo las más grandes) no estén dispuestas a cambiar en su modo de pensar, ya que la concepción que ellos tienen sobre la vida y sobre las relaciones sociales está ya muy consolidada. ¿Son ellos malas personas? No, en lo absoluto. Quien tiene ideas que a nosotros nos parezcan arcaicas o retrógradas no es necesariamente una mala persona, de hecho no creo que la mayoría de ellas lo sean, porque ellos crecieron y se desarrollaron con las estructuras sociales de su tiempo.
Pero muchas otras personas sí deberíamos cuestionarnos los roles, la forma en que concebimos a las mujeres, la forma en que nos relacionamos con ellas de tal forma que evitemos que nuestra conducta pueda limitarlas o restringirlas. Muchas de las características del masculinismo ya no tienen razón de ser en una sociedad como la actual. En aquella época en que la fuerza y la violencia eran rasgos necesarios para la supervivencia, podía entenderse la existencia de rasgos que ahora se han vuelto más bien inútiles. En una sociedad como la nuestra, que el hombre no llore solo sirve para reducir la esperanza de vida del género masculino y para que no desarrolle su inteligencia emocional de la mejor forma.
Yo no soy creyente de esta idea heredada del postestructuralismo que sobreestima y generaliza las relaciones de privilegio entre dos entidades opuestas (hombre-mujer, negro-blanco), porque el hombre no necesariamente tiene más privilegios que la mujer en todos los casos. A la mujer se le permite más expresarse emocionalmente que al hombre y eso termina afectando, de una u otra forma, su psique y su integridad emocional. Pero no podemos negar que todavía sigue existiendo una disparidad, por lo que creo que la tarea de nosotros los hombres es evitar que nuestras conductas puedan afectar o limitar la libertad de las mujeres por el mero hecho de serlo.
Muchas de las conductas que refiere el estudio suelen estar normalizadas. Es decir, los individuos son incapaces de darse cuenta del efecto que esas conductas tienen porque crecieron y fueron educados con ellas, con lo que se integraron a su estructura de pensamientos como si fuera algo común y corriente. No creo que sea por medio de ataques o juicios de valor como se pudiera llegar a cambiar estas estructuras sociales sino con estrategias de concientización, de forma que el sujeto comprenda por qué determinadas conductas son erróneas y tienen efectos indeseados sobre la mujer. Es innecesario hacer sentir culpable a una persona por algo que no entiende y que aprendió durante toda su vida que estaba bien.
Pero también es tarea de nosotros tratar de detectarlas. Es simple sentido común: entendemos que una conducta que afecta de forma negativa a algún semejante no puede ser buena, ¿por qué deberíamos pensar que dicho sentido común no puede aplicar con las mujeres? Si se piensa eso es que tácitamente se está aceptando que se concibe a una mujer como si fuera un «ser de segunda», o como «el otro» (como lo llamaba Simone de Beauvoir).
No se pueden negar los avances, pero es innegable que el problema de la inequidad de género no se ha resuelto. El estudio es una muestra palpable de ello (en especial porque fueron hombres los que contestaron los reactivos).