La inteligencia no siempre es un placer

Ago 5, 2018

Todos quisieran saberse más inteligentes que los demás. Pero tener mucha inteligencia no siempre es algo grato, y tampoco es un pretexto para presumir una falsa superioridad moral.

La inteligencia no siempre es un placer

Hace algunos días hice una suerte de experimento social en Twitter por medio de una encuesta que preguntaba si el usuario se consideraba más inteligente que la media. El resultado fue un poco curioso ya que el 72% de los votantes dieron una respuesta afirmativa. Si le pregunto a la gente si se considera parte de una minoría estadística «más inteligente», entonces lo sensato es que sólo una minoría contestara la pregunta de forma afirmativa. De lo contrario resultaría que muchos de ellos estarían sobreestimando su inteligencia y muchos de ellos se estarían considerando más inteligentes de lo que en realidad son.

Un amigo me preguntó: ¿pero qué tal si la gente que usa Twitter tuviera un cociente intelectual más alto que el promedio? Entonces reformulé la pregunta y le pregunté a la gente si se consideraba más inteligente que «la media de los usuarios en Twitter». Las cosas no cambiaron mucho, ya que el 62% se seguía considerando más inteligente que la media. 

La inteligencia parece ser un bien muy preciado, y por eso tal vez muchas personas se jacten de tener una inteligencia superior. ¿Pero por qué es muy preciada? Ciertamente, la inteligencia racional (le llamo así para separarla de los nuevos conceptos de inteligencia creados en las últimas décadas) pueden predecir, hasta cierto punto, el desempeño profesional de las personas o el tipo de empleos que podrían llegar a adquirir.

Pero tal vez sea preciado porque quien se asume inteligente piense que su opinión tiene un mayor valor, es una excusa para subestimar a quienes no piensan como él, o porque piensa que, de alguna u otra forma, está más predispuesto al éxito que las demás personas, o simplemente porque quisiera ser reconocida como tal, porque se asume que al inteligente se le reconoce socialmente. Pero la verdad es que tener una inteligencia, digamos, superior, es algo más complejo, y no deja de ser una anomalía. 

Yo sé que a mí me funciona bien la cabeza más que nada porque en los tests que me han hecho al respecto he sacado puntajes bastante altos o porque en los exámenes de admisión que están hechos para ello generalmente me va bien (eso no significa que sienta que soy competente en todos los ámbitos ni que lo sea). Pero que me funcione bien la cabeza no siempre ha operado en mi favor a lo largo de mi vida. Eso se convierte también en una mayor exigencia escolar por parte de padres y maestros (más cuando alguien como yo nunca estuvo en el cuadro de honor) y también el hecho de percibir cosas que muchas veces la gente no ve no siempre suele ser algo grato. Tengo amigos que son muy inteligentes, a algunos de ellos los considero más inteligentes que yo, y dentro de esos círculos los trastornos de ansiedad, depresión, e incluso crisis existenciales tienen una frecuencia bastante más alta que dentro del promedio. No es la norma, pero sí llega a ser algo relativamente común. Mucha gente parece más disfrutar tu condición que tú mismo. 

Si bien la inteligencia es un don, en la práctica no es algo que te vaya a dar la felicidad o el éxito por sí sola. Tampoco va a hacer que siempre tengas la razón ni que, bajo tu supuesto de poseer una inteligencia aparentemente superior, tus argumentos siempre vayan a ser superiores a los de los otros por el simple hecho de ser inteligente; si crees eso más bien deberías cuestionarte tu inteligencia misma. Es cierto que quien tiene más inteligencia tiene mayor capacidad de ver o interpretar muchas cosas, pero eso no implica que se tenga la razón todo el tiempo. De hecho, mucha gente inteligente usa sus dotes para reforzar sus dogmas o sus falsas creencias. 

La inteligencia ha sido muy idealizada, muchas veces se le representa con símbolos como la cabellera estrafalaria de Albert Einstein o la mente de Isaac Newton, pero ser inteligente no te convertirá en automático en uno de ellos; de hecho, lo más probable es que no llegues a ser un ícono como lo fueron ellos porque muchas otras circunstancias juegan para que esto ocurra. El estadounidense con el IQ más alto está muy lejos de ser un genio reconocido y nuestra sociedad más bien suele tener problemas para reconocer aquellos que tienen una mente destacada.

La inteligencia es más bien algo anómalo, que está fuera de lo común, y estar «fuera de lo común» no siempre es algo muy grato para el individuo ya que la sociedad suele ser más bien benévola con aquello que le parece común y familiar. Eso puede acarrear muchos problemas: cuestionar lo que todos dan por sentado no siempre genera la mejor recepción por parte de la sociedad (menos en la escuela o en lugares con un sistema de valores rígidos). Sentirse raro, extraño o que «no encajas» es algo a lo que se le relaciona a aquellos que suelen tener una inteligencia superior, y se habla de ello con cierto romanticismo, pero no es lo mismo que vivirlo o padecerlo.

La inteligencia suele reconocerse (y cuando ocurre) ya algo tarde. En la infancia no se suele reconocer a quien es muy inteligente por parte de sus pares, a diferencia de quienes son buenos para el deporte o tienen un carisma natural. De hecho, en algunos casos se le aísla. Es, tal vez, hasta la edad adulta, cuando el individuo se comienza a desempeñar profesionalmente o académicamente, cuando obtiene alguna suerte de reconocimiento.  

La inteligencia es un privilegio, no un mérito, y siempre me gusta resaltar esto porque el individuo no puede pretender ninguna superioridad moral con base en algún privilegio. La inteligencia es más bien algo dado y en ese sentido el individuo más bien tiene una responsabilidad, porque lo que pueda hacer con ella puede llegar a tener un mayor impacto. La inteligencia tampoco garantiza la intelectualidad ni la sabiduría como muchos asumen ni una es parte de la otra: se puede ser inteligente e ignorante al mismo tiempo sin ningún problema. La inteligencia no se tiene que manifestar en las cuestiones intelectuales o culturales, también se puede manifestar en la técnica o en otro tipo de habilidades. La parte intelectual, como cualquier habilidad, se tiene que trabajar, y con mucho esfuerzo y sacrificio, aunque se pueda tener una mayor habilidad para ello. 

Por eso pensar que los inteligentes están en la gloria es un error, no siempre es así. Incluso, algunos de los «genios» reconocidos, no suelen pasarla tan bien porque hasta tenemos la costumbre de idealizar su sufrimiento. No toda la gente inteligente pasa por estos problemas ni se enfrenta a diversos trastornos, pero estoy seguro que a más de una persona dotada le ha pasado por la cabeza que habría sido mejor tener una vida común, sobre todo a aquella que le ha tocado enfrentar las dificultades que he mencionado anteriormente. Al cabo, basta con tener una inteligencia promedio para poder aspirar a una vida feliz y plena.