Bartlett. Cuando se caiga el sistema y se vaya la luz

Jul 30, 2018

El nombramiento de Manuel Bartlett debería haber causado mucha indignación en el votante de AMLO que se dice antipriísta y que denuncia los fraudes. Pero eso no es lo que está ocurriendo.

Barlett. Cuando se caiga el sistema y se vaya la luz

El fraude del 1988 fue uno de los primeros recuerdos (si no es que el primer recuerdo) de la política mexicana en mi vida. En ese entonces tenía 5 años y mi madre tenía pegada una calcomanía de Clouthier en su Brasilia. Carlos Salinas de Gortari era el malo, el de los ratas, el del PRI. Me acuerdo que acompañé a mis papás a votar, pero eso era de gente grande y estaba muy chico para votar y, a ciencia cierta, no sabía muy bien qué era un voto. Después, los tíos hablaron de cómo el PRI se había robado los votos y se me quedó esa idea de que eran unos rateros (aunque luego aprendí que no sólo los del PRI lo eran).

Es bastante curioso y paradójico que, quienes atacaron con más fuerza y ahínco al PRI en este sexenio, son los que están relativizando más el nombramiento de Manuel Bartlett como director de la CFE (curiosamente las mismas siglas tenía el Consejo Federal Electoral que presidía cuando «se cayó el sistema»). Entre los fervientes seguidores de López Obrador tejen argumentos que van desde el «Sí, en ese entonces se equivocó, pero hoy está luchando por la soberanía energética» o hasta el que dice que «la caída del sistema es un mito». 

Es curioso porque ellos decían que con «el PRI ni a la esquina». Es curioso porque ellos dijeron votar en contra de la corrupción y hacen mutis ante un personaje tan corrupto como Bartlett. Pero es más curioso aún que siendo ellos quienes más han hablado de fraudes electorales, sean ellos quienes relativicen y a veces hasta glorifiquen al oscuro personaje que se encargó de orquestar el fraude que permitió a Salinas (el innombrable y némesis de la izquierda) llegar al poder. Algunos tienen el descaro de decir que cuando llegue a presidir la CFE van a ser muy críticos pero que mientras van a chiflar y aplaudir,  que hay que darle el beneficio de la duda a alguien que no dejó ni de lejos una buena impresión a su paso por la gobernatura de Puebla.  

La indignación ante tal nombramiento vino más bien de los detractores de AMLO y tan solo de unos muy pocos que, de alguna forma, simpatizan con él. Algunos incluso han tomado una postura beligerante ante quienes cuestionan tal nombramiento: «acepten que perdieron», «su tiempo ya se acabó», «AMLO va a gobernar aunque no les guste». 

Cierto es que AMLO no es el primer Presidente en nombrar innombrables, lo mismo se puede decir de Peña Nieto, de Calderón o de Fox. El problema es el simbolismo y el mensaje que se envía por el personaje del que se trata. Bartlett es la antítesis del discurso de AMLO o, más bien, de la idealista interpretación que muchos han hecho del discurso de AMLO. Ante el antipriísmo, un priísta de cepa dura; ante la oposición al fraude, el político que orquestó el fraude más importante de la historia moderna de México. Incluso, ante unos medios de comunicación tradicionales que no les abrían espacios, fuertes ataques e intentos de censura en las redes sociales.

Parece que el PRI solo puede ser sujeto de críticas cuando se le ubica en la derecha política y no en la izquierda. Una izquierda priísta que carga con los mismos vicios que su par derechista: con la trampa, con la corrupción y con el fraude.

Habrá que preguntarse si esta postura más bien sumisa y complaciente es la que les veremos en estos seis años (incluidos algunos académicos o personas que presumieron formar parte de las filas del activismo): una postura donde al líder no se le cuestiona, donde cualquier crítica conlleva a fuerzas una mala intención no sólo de atacar al líder, sino también a los intereses de la nación. No solo es una postura anti-intelectual, también es una postura peligrosa donde la disensión será apaciguada no sólo por el gobierno sino por unos simpatizantes que se sumarán a las descalificaciones en las redes sociales y espacios similares. 

Porque les es más fácil reinterpretar la realidad con el fin de que esa «luz de esperanza» no se apague (esa luz que se puede ir con una sencilla caída del sistema en la CFE), con su ingenua creencia de que basta la voluntad de un líder para que el país cambie. Estoy seguro que no todos los que votaron por AMLO lo hicieron pensando en ello, yo conozco muchos que no y que son capaces de sostener una postura crítica. Pero sí hay muchos otros que, siguiendo la tradición vertical y corporativa de nuestro país (aunque sea de forma inconsciente) siguen creyendo que basta la voluntad de un líder, que la voluntad de los ciudadanos, de las leyes, de la democracia o la institucionalidad, no importa tanto.