La insoportable levedad de imaginarse cosas chingonas

Jul 16, 2018

Nos hemos concentrado tanto en imaginarnos cosas chingonas y en pintarnos la cara color esperanza que hemos olvidado trabajar en ellas para que se vuelvan una realidad.

La insoportable levedad de imaginarse cosas chingonas

La frase de «imaginemos cosas chingonas» se convirtió en el lema del aficionado mexicano en el Mundial de Rusia 2018, así como en 1998 fue el «sí se puede» y en 2014 el «no era penal». Esa fue la frase que marcó a los aficionados que vieron un desempeño un tanto mediocre de su selección en el mundial.

La frase se originó de una entrevista del Chicharito con el comentarista deportivo David Faitelson quien le dijo que México no está para campeón del mundo. El Chicharito reviró diciendo que por qué no podíamos ser la «Grecia de le Eurocopa» o el «Leicester City». El video comenzó a rolar en las redes como si se tratara de un discurso motivacional: el «imaginemos cosas chingonas» traslapó por un momento la psique del aficionado quien comenzó a usar la frase para aludir a una supuesta actitud positiva.

El tiempo le daría la razón a David Faitelson, cuyo único error fue asegurar que Alemania tenía asegurado el grupo. A pesar de un partido inicial esperanzador donde la selección venció a Alemania y que incluso a mí me generó algunas ilusiones (donde se combinó un muy buen partido de la selección con un mal partido de la escuadra teutona), México tuvo un desempeño más bien mediocre donde no pudo ni siquiera meter las manos con Suecia y Brasil.

Por alguna razón, los mexicanos estamos muy acostumbrados a recurrir a frases, clichés, e incluso a música motivacional como bandera para tratar de salir adelante. Cuestionar su uso o su contenido significa, para muchos, una actitud negativa hacia la vida: soñar es positivo, despertarse del sueño es algo negativo. La crítica se confunde con el pesimismo porque muchos no desean ser despertados de su letargo, de su ilusión que tiene como vigencia el día en el cual se van a topar con la realidad: déjenos soñar mientras dure. 

Así me ocurrió cuando aseguré que México tenía muy escasas posibilidades de pasar los cuartos de final; dijeron que era muy pesimista, que estaba transmitiendo pesimismo, que qué estaba pasando con mi «actitud hacia la vida». La realidad es que había pocos elementos para asegurar que México llegaría a tales instancias e incluso los pronósticos más serios del mundo coincidían con el pronóstico que hacíamos muchos. 

Nos gusta «imaginarnos cosas chingonas» porque es muy fácil, no requiere nada de esfuerzo ni sacrificio. Basta cerrar los ojos y visualizar a los jugadores festejando por su pase a semifinales. Es sano que el individuo tenga sueños o que se imagine un futuro promisorio y tal vez hasta cierto punto sea una condición casi a priori al trabajo que debemos desempeñar para que eso suceda, pero otra cosa es quedarse empotrado en esos sueños como si el mero hecho de soñar fuera transformador. 

Tal vez esa sea una de las razones por las cuales los aficionados mexicanos sean de los que más llenan estadios en los mundiales (a pesar de la lejanía del país sede), los que hacen más ruido y algarabía. Pero en realidad no parece haber una correlación tan clara entre la candidez del aficionado y el desempeño de la selección que vaya más allá de la motivación que el jugador pueda tener en el momento. En 2010, los franceses le dieron la espalda a su selección por su mediocre desempeño (en el cual fue vencido por nuestra selección dos a cero) pero a partir de ahí comenzaron a crecer hasta al punto de llegar a la final de la Eurocopa y ganar el Mundial que acaba de pasar. México, entretanto, con su afición siempre jubilosa e incondicional, se mantiene estancado en la medianía.

El mexicano se postró en su eterna esperanza. Francia, en cambio, diseñó una estrategia metódica y bien planificada aprovechando la inmigración de africanos a su nación. No es que no hayan soñado, tuvo que haber algo de ilusión y sueños que antecedieron la construcción de la estrategia, pero supieron pasar del sueño a la acción antes de estancarse en su letargo. 

El mero hecho de soñar no es transformador, soñar sirve como una suerte de agente motivador para realizar una acción ya que el individuo puede imaginarse logrando la meta a la que quiere llegar y de esa forma se motiva a llevar a cabo dicha acción. Menos un aficionado puede acusar a otro de «no soñar tanto» dado que sus acciones ni siquiera influyen en el desempeño de su amada selección y se reducen tan sólo a un sentimiento emocional: si es improbable ver a mi selección en las alturas, mejor «imaginemos cosas chingonas». 

Si no hay una estrategia o un método de por medio, el sueño se vuelve inocuo porque tan sólo termina motivando a soñar más en vez de tomar acción. Así es como llega el aficionado mexicano cada cuatro años a soñar, ni siquiera exige, ante el desencanto, a la Federación o a los hombres de pantalón que diseñen mejores estrategias o que limpien las instituciones del futbol de corrupción, el sueño se esfuma y se esfuma todo, el interés inclusive. 

Tal vez hace falta pintarse menos la cara color esperanza y sentarse más veces en un escritorio para comenzar a planificar una estrategia o un método. Tal vez a nosotros los mexicanos nos hace falta más aprender a postergar el «sentimiento bonito» y trabajar en aquello que es aburrido y requiere sacrificio para obtener mejores resultados (independientemente si se trata de futbol o de lo que sea). 

https://www.youtube.com/watch?v=y2PeG9OLL9A