El mito del vaso lleno y el vaso vacío

Jun 29, 2018

Nos han repetido en muchas ocasiones que tener una actitud positiva es "ver el vaso lleno". En realidad, eso no es más que una disonancia cognitiva, y explicaré por qué.

El mito del vaso lleno y el vaso vacío

El vaso se te rompió

Lo has escuchado muchas veces. Te ponen un vaso que contiene exactamente la mitad de agua y te preguntan si lo ves lleno o vacío. El argumento es que si ves el vaso «medio lleno» eres una persona positiva, y si lo ves «medio vacío» eres una persona negativa que debe de cambiar su actitud. Proponen que veas el vaso «medio lleno».

En realidad el argumento es falso. Percibir un vaso «medio lleno» o un vaso «medio vacío» implica percibir de forma errónea la realidad. En efecto, quien ve el vaso «medio vacío» suele tratarse de alguien negativo, pero quien lo ve «medio lleno» no es una persona positiva, más bien es una persona ilusa.

La cultura new age nos ha intentado educar con frases como «si lo deseas, se te dará», «si realmente deseas algo, los planetas se van a alinear». En muchas ocasiones pretenden decirte que todo lo que ocurre en tu vida es causal (es decir, todo lo que te ocurre es producto de tus decisiones y nada más) cuando en realidad son dos elementos los que escriben la historia de tu vida: el causal, el que puedes trabajar, y el casual, que consta aquellos factores externos sobre lo que no tienes control alguno.

El argumento es que si piensas positivo, si tienes una «actitud positiva», que en este lenguaje significaría pensar que las cosas van a suceder porque tú lo decretas tan solo con tu intencionalidad, entonces estarás del otro lado. Eso es totalmente falso, y voy a explicar por qué.

La actitud positiva es necesaria, pero esta no implica desconstruir la realidad de tal forma que piense que las posibilidades de que algo ocurra son más altas de lo que en realidad son (el vaso lleno). La realidad es objetiva, no es un constructo que pueda estar sujeto a modificaciones y reinterpretaciones. En realidad, para que las posibilidades de éxito sean mayores, es indispensable partir de la realidad o lo más aproximado a la realidad (con los argumentos que tengamos a la mano) para que, a partir de ahí, podamos tomar decisiones. En lugar de hablar de «ver el vaso medio lleno o medio vacío» yo propondría la siguiente categorización basada en el justo medio de Aristóteles:

Percepción negativa – Percepción realista – Percepción ilusa.

La actitud positiva no puede ni debe negar la realidad, ¿por qué? Porque si el individuo percibe una versión tergiversada de la realidad, entonces desarrollará su estrategia con base en esa percepción y, como esta no empata con la realidad, lo más probable es que la estrategia fracase. Así como es importante conocer el subsuelo donde se va a levantar un edificio para diseñarlo y que este no se caiga, es importante conocer, en la medida de lo posible y de forma objetiva, la realidad sobre la cual se parte.

La actitud positiva no es pensar en positivo como se dice, tal vez el término sea inadecuado, pero yo la definiría con base en tres elementos: el autoconocimiento, el esfuerzo y el desarrollo de habilidades. 

Cuando deseas algo (un empleo, una relación sentimental, una beca, o ganar en un partido de futbol) te darás cuenta que ese deseo consta de una ecuación que contiene algunas variables que tú puedes controlar, otras que no puedes controlar y unas constantes que tampoco puedes controlar, pero que están ahí, que conoces su valor y cuyo conocimiento te puede ayudar a adaptarte de mejor forma al entormo.

La actitud positiva no consiste en esperar que las variables que no conoces tengan el número más favorable ni mucho menos que las constantes tengan un valor más alto del que en realidad tienen (es decir, ver el vaso medio lleno cuando está a la mitad). La actitud positiva consiste en que aumentes el valor de la variable que sí puedes controlar al mayor grado posible.

Para lograr esto, tomamos los tres elementos que he mencionado:

Autoconocimiento: por mejor te conozcas como persona, vas a ser más consciente de tus habilidades y capacidades. Sabrás de mejor forma en qué eres bueno y en qué no lo eres. Conocerte es indispensable para desarrollar estrategias que te lleven a la meta. Quien se conoce bien tenderá a estar en franca ventaja frente a quien no se conoce a sí mismo.

Esfuerzo: El esfuerzo es indispensable. Si quieres llegar a una meta no lo vas a lograr con buenos deseos, sino con sacrificio, con la tolerancia a la frustración necesaria que implica dejar los placeres inmediatos para apuntar a objetivos más trascendentales.

Desarrollo de habilidades: Este elemento necesita de los otros dos: el autoconocimiento para conocer dónde te encuentras actualmente, y el esfuerzo, para desarrollar de mejor forma tus habilidades. Tal vez, en determinado momento de tu vida, te conozcas bien a ti mismo, pero hay áreas en las que no te sientes cómodo y tienes que desarrollar de mejor forma para tener mayores posibilidades de éxito.

Hecho esto, tendrás más confianza en ti mismo. Pero la tendrás no por deseos positivos inocuos producto de un libro de autoayuda del Sanborns, sino porque tienes argumentos para sentir más confianza en ti mismo, y eso hace que las posibilidades de éxito aumenten.

No sólo hay que soñar cosas chingonas, hay que trabajarlas

Pongo un caso propio como ejemplo. Hace unos meses apliqué de último momento a una maestría en Ciencias Políticas del CIDE, la primera etapa consistía de un examen de matemáticas que no era nada fácil. Lo primero que hice fue analizar la realidad hasta donde pudiera. Sabía de antemano que la tasa de aceptación es cercana al 10% y que yo no veía álgebra desde la preparatoria (la constante de la ecuación). A la vez, como la mayoría de las personas que van a estudiar la maestría en ciencias políticas suelen venir de carreras que no llevan muchas matemáticas, entonces es posible que muchos estén en una situación parecida que yo, pero en realidad no lo sé bien y no sé cómo se van a desempeñar (la variable que yo no puedo controlar).

Tomando en cuenta esto, sin necesidad de decirme: sí, sí vas a pasar. tú puedes, desarrollé mi estrategia. ¿Cuál fue? Qué tenía que partirme la madre estudiando dos semanas: dos horas entre semana y el día entero los sábados y domingos. Para mi sorpresa, pasé el examen. Yo fui consciente de que lo más probable era que, de acuerdo a la información que tenía la mano, no lo pasaría. Pero sabía que la posibilidad de pasar la etapa del examen (entre el 10% y el 20%) si bien era baja, no era imposible. Yo le aposté a mi esfuerzo y a mi talento para aumentar el valor de mi variable y, por tanto, las posibilidades de entrar, y dejé todo lo demás en mano del destino. Si no pasaba el examen no me iba a sentir mal porque sé que hice el máximo esfuerzo posible para que mi variable tuviera el máximo valor posible.

¿Qué hubiera pasado si hubiera visto el vaso «medio lleno»? Es posible que si hubiera pensado de antemano que «sí, si lo voy a hacer, sí lo voy a lograr» y eso tal vez me hubiera provocado cierto exceso de confianza. Saber que las posibilidades eran bajas es lo que me hizo tomar la decisión de «romperme la madre». Si, por el contrario, lo hubiera visto medio vacío, simplemente no habría confiado en mis capacidades, me hubiera abrumado y hubiera hecho un mal examen. Acerté al ver exactamente la cantidad de agua que el vaso tenía.

Desafortunadamente no pasé la etapa de la entrevista por razones ajenas a mí (aunque podía haberme confiado, decidí no hacerlo y decidí prepararme de la mejor forma y hasta viajar para tener una entrevista presencial cuando pudo ser de forma remota). No pasé aunque me preparé de la mejor forma porque asumo que si bien mi esfuerzo influye mucho sobre el resultado, también lo tienen circunstancias ajenas a mí o que desconozco. Por eso es bueno, en estos casos, pedir retroalimentación para saber si uno puede mejorar en ciertos apartados en caso de volver a intentar.

Wishful Thinking. El sesgo cognitivo disfrazado de actitud positiva

Esta falsa actitud positiva o «wishful thinking» que dice que la actitud positiva significa «pensar en positivo» y deconstruir la realidad, es algo que se ve de forma constante tanto en la campaña electoral como en el desempeño de la Selección Mexicana. Por ejemplo, antes del Mundial, yo pensé que lo más probable es que México perdiera contra Alemania, la información que tenía a la mano me decía que eso es lo que ocurriría con mayor posibilidad (aunque uno sabe, que no se puede descartar en lo absoluto, por más improbable que parezca, una victoria de México, de lo contrario no hubiera visto el partido), no era una actitud negativa, porque incluso las empresas y organizaciones que se dedican a los pronósticos, pronosticaban algo similar. Ganó México contra Alemania y, como yo percibí un buen partido ante una potencia mundial, subió mi expectativa. Pero esta luego bajó cuando fue goleada por Suecia (al percatarme de que también podrían tener un pobre desempeño) y porque Corea le ganó a Alemania (a quien México le jugó bien, pero donde quedó demostrado que Alemania no venía de la mejor forma).

Mi aproximación se puede equivocar en un deporte tan caprichoso como el futbol, pero tal vez si hubiese sido excesivamente positivo sobre el partido de México como Alemania, posiblemente hubiese visto el juego como un mero trámite. Tal vez fueron mis pocas expectativas lo que hizo que disfrutara mucho el triunfo.

Muchos piensan que los aficionados deben tener una buena actitud, que hay que magnificar las victorias y relativizar las derrotas. La realidad es que la «actitud» en realidad no hace diferencia alguna porque los aficionados prácticamente no tenemos injerencia sobre el resultado (siento decirles a los que piensan eso de «deséalo y ocurrirá» o «lo estás decretando» que la realidad es así). La selección va a tener el mismo desempeño si tú piensas que es una basura a que si tú piensas que es el candidato ganar el Mundial.

Algo muy similar ocurre con las elecciones. A mucha gente no le gusta que diga que es muy probable que gane López Obrador y me sugieren mantener una «actitud positiva». La realidad es que, a menos de que seamos un líder de opinión reconocido o un operador político que puede movilizar centenas de miles de votos, los ciudadanos sólo podemos incidir con nuestro voto y tal vez poco más (que alguien se ponga a convencer a dos o tres personas). La realidad es que nuestro voto es solo uno entre decenas de millones de distintas voluntades cuya mayoría posiblemente no piense igual que a nosotros.

Es muy posible que quienes quieren aferrarse demasiado a la idea de que su candidato va a ganar, lo vayan a pasar mal el domingo cuando se anuncien los resultados. Los más extremos hasta se van a preocupar por su futuro (con la historia de que nos van a convertir en Venezuela). Si eso ocurre, como he percibido desde hace tiempo, con base no solo en las encuestas, sino en el tono de la elección, lo más probable es que yo esté tranquilo o incluso pueda estar feliz porque AMLO no ganó mayoría en el Congreso (creo que, cualquiera sea el ganador, no es deseable que en un país como México gane mayoría).

Eso no quiere decir que una persona debe resignarse y no salga a votar (además que es su obligación como ciudadano). Al contrario, si Oráculus dice que la posibilidad de que gane AMLO es del 99.5%, existe una mínima, muy mínima posibilidad de que eso ocurra (es improbable, pero no imposible), y quien no quiere que ocurra, debería votar por su candidato. Pero también debe estar preparado para el hecho de que es muy posible que el resultado va a ser el que no quería.

Conclusión: Es la estrategia, no la ilusión

Pero el wishful thinking, eso que muchos tan maletiquetado como «actitud positiva», en realidad no tiene utilidad alguna más que para las utilidades de los libros y conferencias de los pseudogurús que promueven estas formas de pensamiento. Por el contrario, puede convertirse en un lastre para el individuo que se sumerge en él, sobre todo si tiene que tomar decisiones. El individuo debe reconocer que el wishful thinking (pensamiento desiderativo), al igual que el negativismo, son sesgos cognitivos que distorsionan la realidad y que entorpecen la toma de decisiones. Estos sesgos son muy comunes, pero es tarea de los individuos de reconocerlos para poder lograr interpretar de una mejor forma la realidad.

La «actitud positiva» es algo que tarda más en desarrollarse, no le puedes decir a una persona que nunca ha cortejado a una mujer y vaya a hacerlo con una actitud positiva y esperes que le vaya bien. El ser humano necesita conocerse, necesita tropezarse, necesita experimentar, necesita fracasar de vez en cuando. Los seres humanos no somos perfectos y las ilusiones no pueden, por sí mismas, controlar nuestro destino. Eso es lo que quieren vender los libros, porque suena fácil, suena cómodo, para un mundo donde algo que nunca le falta a la gente son problemas.

Se trate de elecciones, de selecciones, de becas en el extranjero o de decisiones familiares, el individuo siempre debe partir de una realidad objetiva la cual debe tratar de conocer en la medida de lo posible con las herramientas que tenga a la mano. Los vasos medio llenos o medio vacíos tan sólo son distorsiones de la realidad: el vaso está, en realidad, exactamente a la mitad.