Lo que Anaya no tiene y AMLO sí puede presumir

Abr 26, 2018

¿Qué es lo que quiere Anaya? Nadie sabe. Y las posibilidades que el candidato del frente tiene dependen mucho de que pueda contestar esa pregunta de forma contundente.

Lo que Anaya no tiene y AMLO sí puede presumir

Seguramente en la campaña de Ricardo Anaya se preguntan, frustrados, por qué no encuentran la forma de bajar a López Obrador en las encuestas. Todos concuerdan en que Anaya le asestó uno que otro golpe al tabasqueño en el debate pasado, pero no lo noqueó y, de acuerdo a Massive Caller, que es por el momento la única fuente que tenemos a la mano (a falta de que se publiquen otros estudios), la afectación a López Obrador fue ínfima si no es que nula. Anaya subió, pero a costa de Meade, no de AMLO.

Se preguntarán también por qué la guerra sucia, que desde hace dos o tres semanas ha sido lanzada por la campaña de Meade y luego por la campaña de Ricardo Anaya, no ha tenido casi ningún efecto. Su lógica es intensificarla ya no solo con spots sino con llamadas telefónicas y anuncios en los camiones. En esas dos o tres semanas AMLO ha mantenido el mismo porcentaje que no sólo está compuesto de sus fieles seguidores, sino también de una suerte de voto útil cuya prioridad en estas elecciones es ejercer un voto de castigo en contra del PRI y del sistema. 

En la campaña asumen que con la guerra sucia podrán robarle a López Obrador ese voto útil, que hay que asustarlos para que así voten por Ricardo Anaya. Dicho voto útil es muy atractivo porque, a diferencia de cualquier otro tipo de voto, tiene un efecto duplicador. Es decir, si Anaya le quita un punto cierra la brecha en dos (porque cada punto que gana es un punto que pierde López Obrador). Pero, al parecer, no están entendiendo que si ese voto se fue con AMLO es porque el hartazgo genera un impacto en su intención de voto más fuerte que el miedo. 

Algunos dirán que basta con que se den cuenta de que las propuestas de López Obrador no tienen mucho sustento mientras que las de Anaya, dicen, al menos, que sí están bien sustentadas (más por su elocuencia a la hora de hablar que por otra cosa). Pero en realidad eso no importa mucho. Algo que Ricardo Anaya no tiene, no ha construido y que AMLO sí, es un ideario; y esto puede determinar la elección, sobre todo cuando el ideario embona perfectamente en el contexto en que se desarrolla dicha elección que está caracterizada por el hartazgo al sistema. 

Las propuestas son un medio para llegar a un fin (dicho ideario), y el problema de Ricardo Anaya es que sus propuestas, por más buenas que puedan ser, no parecen apuntar a ninguna parte. ¿Qué es lo que quiere Ricardo Anaya? Nadie lo sabe. De hecho, es demasiado ambiguo. En cambio, López Obrador sí tiene su ideario muy bien definido y tiene como piedra angular la justicia social: habla de disminuir la desigualdad, de combatir a esa «minoría rapaz» compuesta por unos pocos políticos y empresarios, habla de combatir la corrupción. Peor aún para Anaya es que lo ocurrido en estos últimos 6 años ha fortalecido mucho el discurso de Obrador. Ya no parece tanto una «teoría conspiranoide» como hace 12 años sino que pareciera hacer más sentido que nunca. 

Todo se centra en eso, en la justicia social, en un país donde hay 50 millones de pobres donde el crecimiento no es suficiente y donde la desigualdad es mucha el mensaje se vuelve muy atractivo. Así como Adorno decía que los judíos se convirtieron en el enemigo por darle rostro a la idea del capitalismo, la clase política se ha convertido en el enemigo por darle rostro a la idea de la corrupción y la injusticia y López Obrador ha sabido capitalizar ese hartazgo. Votar por López Obrador no es necesariamente un acto racional producto de un concienzudo análisis de sus propuestas (seamos francos, son pocos los electores que lo hacen ese tipo de análisis) sino que es producto de una mentada de madre colectiva en contra de la clase política. Dado que Obrador tiene un ideario muy definido y que embona muy bien en este hartazgo, se ha convertido en el medio para «rayársela a ese sistema político podrido». 

En un contexto como el actual, es un mayor problema tener propuestas sustentadas (en realidad o en apariencia) que no tienen ningún fin en concreto que propuestas vagas que no se han terminado de construir pero que apuntan juntas a un fin concreto. El ideario despierta más emociones que los tecnicismos de las propuestas y Anaya está muy lejos de tener un ideario. Les vuelvo a preguntar ¿qué quiere Anaya?

No tener propuestas bien terminadas o fundamentadas (aparte que se presta para permitirle a sus opositores sacarlas de contexto como el caso de la amnistía) puede generar preocupación en algunos y reforzará la postura de ese sector que se ve más afectado por el miedo que el hartazgo (los que nunca votarían por AMLO) pero el que vayan acompañadas de un ideario muy concreto emocionará a todo aquel que quiere castigar al gobierno (y recordemos que el voto anti PRI es más poderoso que el voto anti AMLO). El caso contrario, el de tener propuestas terminadas y concretas (al menos en apariencia) puede generar tranquilidad en el votante que está asustado, pero la falta de ideario convertirá al candidato en un ente gris que no ofrece nada, que «suena a lo mismo» y que aburre. No es casualidad que, a raíz del debate, Anaya le haya robado votos a Meade y no a López Obrador. 

Por eso es que tejer una alianza explícita entre Anaya y el PRI como algunos, desde la desesperación, suguieren, puede volverse un balazo en el pie, no sólo porque AMLO consolidará ese voto útil, sino porque probablemente parte de los indecisos terminen decantandose con el tabasqueño. Por eso es que las campañas del miedo generan, a diferencia de 2006, un efecto bastante marginal.

La tarea de Anaya es construir una narrativa de tal forma que la gente sepa que quiere y que eso embone en la realidad actual. Si Anaya lograra concretizar un ideario, su elocuencia lo dejaría en franca ventaja frente a López Obrador, ya que así él se convertiría en un medio por el cual la gente se la «pueda mentar al PRI y al sistema» y tenga la esperanza de un México más justo, pero sin que eso implique riesgos. Ese voto útil sabe muy bien que AMLO puede conllevar algunos riesgos pero lo asumen, creen que vale la pena y muy posiblemente esos riesgos sólo se conviertan en un factor si alguien más les permite rayársela al gobierno. 

El problema para Anaya es que faltan poco más de dos meses para las elecciones y está muy lejos de construir ese ideario (en contraste con López Obrador, que lleva más de 12 años en campaña). Es muy sintomático de ello que después de empezar con una campaña irrelevante y aburrida, tuviera un muy buen debate, para regresar a esa campaña irrelevante y aburrida.