Margarita Zavala quiere ser la esposa de Calderón

Abr 9, 2018

Margarita tiene la intención de representar la continuación del proyecto de su marido. Su proyecto es el de él, su imagen también y apunta a los nostálgicos del régimen de Felipe.

Margarita Zavala quiere ser la esposa de Calderón

Puede que el impulso de más de alguna persona que haya leído el título de mi artículo lo orille a pensar que soy una persona misógina, que cree que la mujer debe de estar al servicio del hombre. Nada más falso, lo que ocurre es que en realidad este título refleja mucho de lo que la campaña de Margarita es, pero sobre todo, lo que ella y su equipo quieren que sea. La imagen de la campaña de Margarita es sorprendentemente parecida a la de Felipe Calderón y su catálogo de propuestas está muy vinculada al ideario calderonista. Margarita intenta posicionarse como una suerte de extensión de lo que fue la presidencia de su marido porque sabe y asume que esa es la forma en que puede ganar más puntos y porque el proyecto calderonista es un proyecto más bien compartido hasta en la alcoba donde Felipe tiene la mayor parte de la iniciativa.

Margarita es más conservadora y a la vez más rebelde que su marido, quien es más pragmático, metódico y hasta autoritario. En su libro lo deja claro: de niña vivió en una familia donde la religión y la moral tenían un peso muy importante. Dentro de la época de la revolución hippie y de la libertad sin restricciones, Margarita vivió en una familia muy estricta que le restringía severamente los programas de televisión que podía ver; pero también tenía, ahí muy oculto, una vena un tanto rebelde con algunas preocupaciones que podrían encajar en la izquierda (como su preocupación por la desigualdad y los derechos humanos), aunque esa rebeldía era lo suficientemente edulcorada y tímida que nunca incomodó demasiado en su vida. Margarita intenta compaginar el feminismo (ella se dice feminista) con sus creencias conservadoras: defiende los derechos de la mujer pero luego dijo que el papel que le correspondía como Primera Dama era «quedarse calladita».  

Margarita es una «especie rara» porque pareceria ser una mujer más bien tradicional (algo a la antigüita) dentro de la política en un país donde las mujeres «tradicionales» no acostumbran a involucrarse en ella. Guarda muy poco en común con su tocaya inglesa Margaret Thatcher, también conservadora en sus creencias, pero con una actitud demasiado opuesta: mientras que la trayectoria de quien fuera Primer Ministro del Reino Unido narra la vida de una mujer que se forjó a sí misma en un mundo político dominado por el hombre, la de Margarita es más bien modesta y sobria. Thatcher era muy elocuente e imponente. Margarita inspira más bien timidez y se muestra bastante torpe al hablar. 

Tampoco podemos hacer una analogía con los Clinton. Hillary siempre ha mostrado cierta autonomía con respecto de su marido. Los electores estadounidenses no veían en Hillary una simple extensión del gobierno de su esposo Bill, veían un proyecto propio. Eso no ocurre con Margarita quien no sólo no intenta mostrar cierta independencia con respecto de su marido, sino que parece empecinada en fortalecer el vínculo porque, de esta forma, podrían atraer los votos de los simpatizantes de Felipe Calderón a su causa, como si se tratara de una reelección de Felipe con el «toque sensible» de su mujer. Por eso es que, a pesar de que Margarita es mujer, su candidatura no parece abonar mucho a la causa de su género: aquella mujer independiente que tiene un ideario propio y que se rebela ante los paradigmas sociales heredados de una sociedad históricamente patriarcal.

Ricardo Anaya le arrebató (haiga sido como haiga sido) la posibilidad de contender por el PAN, lo cual no anuló su carrera por la presidencia (después de conseguir, contra marea y corriente y en medio de algunos cuestionamientos, las firmas necesarias) pero sí anuló la posibilidad de ser presidenta ya que, al no contar con ninguna estructura partidista que la soporte, y al ver que el voto de centro y centro derecha ya estaba repartido entre Anaya y Meade, podrá aspirar a más bien a muy poco.

Dicen los analistas que su presencia terminaría beneficiando a López Obrador ya que sólo conseguirá pulverizar  más el voto de la derecha. Algunos sugieren que en un momento dado se decantaría por Meade, a quien conoce bien ya que trabajó en el gobierno de su marido. Su postura, por tanto, va en consonancia con el comportamiento de Felipe en Twitter, quien está preocupado en dividir sus garrotazos contra Anaya y López Obrador, las dos némesis electorales del ex mandatario, mientras que con Meade tiene un trato un poco diferente, más caluroso. Hace como que critica al PRI porque el contexto de las elecciones casi la obliga a ello pero con Meade, el candidato, es muy cuidadosa, como previendo algo.

Si es prácticamente imposible que Margarita gane ¿entonces cuál es el objetivo de su candidatura? ¿Esperara una suerte de milagro? ¿O sabe de antemano que su derrota está garantizada y buscará jugar cierto papel intentando modificar el equilibrio de la campaña a un escenario más deseable (descartemos de antemano a López Obrador y Ricardo Anaya)? ¿Será una suerte de ansia vengativa de su marido al ver a AMLO y a Anaya derrotados, aunque los números digan que la candidatura de Margarita bien podría empeorar las cosas? ¿O querrán utilizar la candidatura para dotarle de cierta fuerza al calderonismo, ya sea para recuperar al PAN o para crear una corriente independiente? 

Gracias a la candidatura de Margarita, el calderonismo estará representado en la boleta aspirando a acaparar los votos de la gente que siente nostalgia por el régimen de Felipe Calderón, que no son pocos, pero que están lejos de ser los suficientes como para crear una candidatura competitiva. Con el tiempo veremos por cuál estrategia se decanta Margarita si es que tiene alguna, y también veremos cómo su presencia modifica la correlación de fuerzas dentro de estas elecciones.