¿Convertirá López Obrador a México en Venezuela?

Jul 6, 2017

Cuando escuchamos sobre le crisis política y económica de Venezuela, lo primero que viene a la mente es que López Obrador nos podría llevar ahí. Pero ¿es cierto?

¿Convertirá López Obrador a México en Venezuela?

A la fecha no conozco una asociación de un político con un país que no es el suyo que sea más fuerte que la de López Obrador y Venezuela, posiblemente ni la de Chávez y Cuba. Desde la campaña del 2006 se ha hablado que AMLO convertiría a México en ese país; y ahora, ante la fuerte (y predecible) crisis que sufren nuestros hermanos venezolanos, la insistencia va in crescendo (aunque en ciertas ocasiones también cansa).

Por eso me he dado a la tarea de contestar esta compleja pregunta. No me molestaré en dar una respuesta categórica, un sí o un no. La idea es que con las argumentaciones que haga, ustedes puedan terminar de contestar esta pregunta.

Y no puedo dar una respuesta categórica porque juzgar cómo gobernará un mandatario es como juzgar el futuro que tendrá un joven tomando como referencia el desempeño escolar en la preparatoria: te puedes dar una idea, pero también te puedes llevar muchas sorpresas. No sin ignorar que es más complejo analizar a AMLO que a una boleta de calificaciones. 

Existen paralelismos, sí, entre López Obrador y lo que representa y el régimen venezolano. No sólo por que ambos se presentaron como una izquierda nacionalista anclada en el pasado, sino porque algunos cercanos a López Obrador tales como la Secretaria General de MORENA Yeidckol Polevnsky, John Ackerman y Héctor Díaz Polanco han apoyado explícitamente al régimen venezolano. Tanto López Obrador como Hugo Chávez se presentaron como líderes carismáticos y redentores del pueblo oprimido. Ambos han sido capaces de polarizar a la sociedad, ambos han creado un enemigo en común, ambos pugnan por una mayor intervención estatal en la economía e insisten en la soberanía como condición necesaria para el desarrollo del país. 

De la misma forma, ninguno de los dos han sido respetuosos de la institucionalidad y han jugado con las instituciones, bajo el argumento tramposo de la justicia y la bondad del pueblo (a diferencia de regímenes como el PRI que lo hacen de forma cínica), para lograr avanzar en su ambición de poder. No hace falta recordar el penoso bochorno de Juanito y Clara Brugada

Pero también existen discrepancias. Por ejemplo, López Obrador (a diferencia del gobierno venezolano) propone reducir el gasto público (reduciendo la corrupción). Otros de sus cercanos (como Alfonso Romo, entre otros líderes y empresarios) son más bien promotores de una economía de mercado, o de un sistema económico al menos más parecido al que existe actualmente que al venezolano. También, como referencia, podemos tomar el paso de López Obrador por la Ciudad de México, que más bien tuvo poco de parecido con el régimen de Hugo Chávez (obviando las diferencias que implica gobernar la Ciudad de México y un país entero). 

Es difícil decir si un presidente gobernará como aquel otro porque el contexto importa muchísimo.

También, a diferencia de Chávez, quien vendió a Estados Unidos y al «imperialismo» como los enemigos de la patria, la crítica que ha hecho AMLO a Estados Unidos es más bien escueta, ni siquiera se ha terminado de pronunciar firmemente contra Trump e incluso ha visitado Estados Unidos (sin mucho éxito) como parte de una estrategia diplomática. El «enemigo» de AMLO no es externo sino interno (la mafia del poder), y si bien, AMLO y Chávez utilizan el término neoliberalismo de forma denostativa, el concepto que tienen de esa palabra no es necesariamente igual, en tanto AMLO lo entiende como los deficientes procesos de privatización que convirtieron monopolios públicos en monopolios privados

Aunque todas fueran coincidencias, es difícil decir si un presidente gobernará como aquel otro porque el contexto importa muchísimo. Incluso si comparamos a Venezuela con sus aliados tales como Ecuador y Bolivia, podemos encontrar diferencias entre los distintos regímenes. 

Y no sólo eso. Importan mucho las decisiones que se vayan tomando a lo largo del tiempo, y las cuales irán determinando el rumbo del país. Venezuela no sólo es producto de un régimen económico condenado al fracaso, sino también de la suma de muchas decisiones que se han tomado, de muchas eventualidades que han ocurrido, de entornos que tienen que ver hasta con la geopolítica que ubica a México y a Venezuela en contextos muy diferentes. 

Los recursos naturales son, valga la redundancia, el recurso idóneo para sostener una dictadura. Dichos recursos están comenzando a escasear en México. 

Si bien, la realidad actual de México se parece a la de Venezuela antes de Hugo Chávez (en medio de un gobierno muy corrupto y desacreditado), también es cierto que el gobierno chavista gozó de una gran abundancia de recursos naturales para sostener su régimen populista, y también es cierto que Chávez, a diferencia de López Obrador, fue un militar que llevó a cabo un golpe de Estado frustrado y por el cual fue encarcelado. Los recursos naturales son, valga la redundancia, el recurso idóneo para sostener una dictadura. Cuando un régimen obtiene recursos por este medio y no por medio de los impuestos, tiene menos incentivos para sostener un régimen democrático que rinda cuentas. 

Mientras que Venezuela encontró en el oro negro una buena fuente para sostener un régimen autoritario, en México se busca, ante la escasez de petróleo, buscar otras alternativas de ingreso como aumentar los impuestos y ampliar la cobertura (no es que hayan querido ser buena onda con nosotros al hacer mucho más fácil el pago de los impuestos en los últimos años), lo cual deja patente, como ocurre en Cantarell, que los recursos petroleros de México se están agotando y que es necesaria la inversión privada para extraer el petróleo desde aguas someras. 

Quitarle la autonomía al Banco Central es una condición necesaria para implementar un «gobierno chavista». El problema es que si López Obrador quisiera aspirar a eso (en dado caso que tuviera la intención, lo cual ignoramos), se encontraría con que no tiene los suficientes votos en el congreso. AMLO tendría que ostentar un nivel de aprobación al cual ningún presidente se ha acercado desde hace más de 30 años para arrasar en las elecciones intermedias y que así su partido gane las curules suficientes. 

AMLO se expresa bien de Fidel Castro, pero también lo hace de Franklin Roosevelt, a quien menciona constantemente en sus discursos.

El discurso de AMLO suele ser muy ambiguo. Mientras que los opositores más férreos están muy preocupados por lo que podría ser la «venezolización de México», muchos de los más radicales titubean al considerar que López Obrador se está «haciendo muy a la derecha» al aliarse con hombres de negocios, algunos de los cuales han sido cercanos a Carlos Salinas.

López Obrador no apoya públicamente al régimen de Venezuela ni tampoco lo condena, aunque dice que sí se han h echo algunas cosas bien al tiempo que ha criticado que Maduro se haga de prisioneros políticos y considera que Leopoldo López debe ser liberado. AMLO se expresa bien de Fidel Castro, pero también lo hace de Franklin Roosevelt, a quien menciona constantemente en sus discursos. Habla del socialista Cárdenas, pero también del demócrata (frustrado) Francisco I Madero. Lo mismo ocurre con su propuesta de desarrollo, mientras que en algunos ámbitos aspira a la intervención estatal, también habla de la participación de la iniciativa privada.

Cuando veo en una misma mesa a López Obrador sentado junto con empresarios junto con simpatizantes venezolanos, lo que recuerdo más bien son esas puestas en escena de los regímenes priístas en un alarde de pragmatismo intentando amalgamar a todos los sectores para ganar legitimidad y mantenerse como partido hegemónico. Más que ver a Chávez, veo a un López Obrador más parecido al PRI de entre los años 50 y principios de los  80 con la diferencia del carisma del líder que sostiene un discurso populista, y unas instituciones (como referí al Banco de México) que no le permitirían establecer del todo un régimen como el de aquellos años.

Yo, como muchos, tengo mucho escepticismo por este líder que mueve a las masas y algunas propuestas suyas me parecen muy preocupantes; también veo con mucho recelo su mesianismo e intolerancia. Que pueda no parecerse a Chávez no significa que no puedan existir riesgos (los cuales también son difíciles de predecir), ni que pueda a meter al país en un serio problema sin haberse parecido nunca a Venezuela. Pero creo que aventurarse a comparar a su eventual gobierno con el de Chávez y Maduro es una aseveración muy precipitada, y en muchos casos, emitida desde la parcialidad. Es válido alertar sobre las similitudes (el mesianismo, el nacionalismo), pero también hay que hablar de diferencias y contextos. 

Los humanos somos muy complejos para hacer pronósticos sobre nosotros mismos. Más complejo es hacerlos tomando en cuenta la ambigüedad de un discurso ambiguo dentro de contextos externos y  relaciones de poder en las cuales se sostiene este tan interesante pero odiado arte de hacer política.