Democracia de dos patas

Dic 2, 2016

La gente está cada vez más decepcionada de la democracia. A pesar de que los problemas son reales, se han acostumbrado tanto a ella que ignoran sus beneficios.

La democracia es el peor sistema diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás. Winston Churchill

Democracia de dos patas

Se me viene la mente esta analogía que hacía un amigo mío:

Las vacunas son muy buenas, son tan buenas que ni nosotros ni la gente cercana a nosotros ni nuestros grupos de referencia nos enfermamos de aquellas enfermedades de las que nos vacunamos. Como nunca hemos vivido sin vacunas y no entendemos como viviríamos con su ausencia, las damos por sentado y no terminamos de valorar los beneficios que tienen. Entonces, un grupo anti-vacunas bajo el cobijo de la conspiración -y no la ciencia- puede promover el no uso de las vacunas, porque dicen que provocan autismo -de acuerdo a un estudio que en un principio lo sugería pero cuya hipótesis terminó siendo completamente descartada por la comunidad científica– y la gente se escandaliza. Los movimientos anti-vacunas no conocen la dimensión del problema que ocurriría si la gente dejara de tomar vacunas. Una minoría creyó su discurso, y el número de enfermos por sarampión se disparó.

Algo así ocurre con la democracia. Nos hemos acostumbrado tanto a ella que subestimamos sus beneficios. Los damos por sentado.

Los millennials, según un estudio de Harvard, son quienes están más decepcionados con la democracia, son quienes creen menos en las elecciones y no ven con tan malos ojos un levantamiento militar.

Pero los millennials nacieron en democracia y siempre han vivido en ella, es decir, no han vivido dentro de otro régimen político, y los menos informados ni siquiera entienden bien a bien como se viviría dentro de un régimen autoritario.

No me imagino a un joven promedio usuario de las redes sociales tratando de derrocar a un dictador a punta de pistola. Varios jóvenes de hoy ven inclusive con romanticismo a esas naciones donde muchas libertades están coartadas porque dicen, las otras están garantizadas. Cuba, por ejemplo.

Esta gráfica ilustra la posición de los más jóvenes frente a la democracia. La pregunta que plantea es ¿consideras que tener un sistema político democrático es una mala o muy mala forma de gobernar a este país? Los más jóvenes consideran que es una mala forma, y también ha crecido esa creencia en los últimos años:

Pérdida de fe en la democracia

Fuente. quartz.com

¿Existen problemas en el mundo moderno que aquejan a la sociedad? Naturalmente. Es cierto que en algunos países desarrollados las clases medias no la están pasando muy bien, es cierto y tienen razón quienes dicen no sentirse representados por sus políticos. Los problemas existen. Pero son problemas que deberían poder resolverse dentro de una democracia en vez de tratar de prescindir de ella.

Regresando a la analogía de las vacunas, es cómo si los efectos secundarios que algunas de estas pudieran provocar -mareos, debilitamiento, por suponer- fueran razón suficiente como para prescindir de ellas. En vez de presionar a las farmacéuticas para que mejoren sus fórmulas, dejamos de tomar vacunas, no importa si nos volvemos vulnerables ante el tétanos, la polio o la malaria.

Hace tiempo escribí sobre la responsabilidad que las corrientes políticas democráticas tienen en el ascenso de figuras como Trump. De hecho, es muy sano que quienes creen en la democracia y quienes simpaticen con corrientes políticas que forman el consenso democrático liberal (desde la socialdemocracia hasta la centro-derecha) empiecen a hablar y a escribir sobre lo que dejaron de hacer. Me parece muy acertado que muchos liberales hablen sobre como cayeron en excesos con la cacareada corrección política y la política de identidad, excesos que cayeron en la arrogancia y contradicen el espíritu democrático como la negativa a debatir con los conservadores (muchos de ellos incluso parte de ese consenso democrático-liberal).

Pero estos inconvenientes están muy lejos de ser una razón de peso para optar por un régimen autoritario.

Por ejemplo, en los círculos liberales no se invita a los conservadores a debatir y se les recrimina por aquellas creencias suyas, que se afirma, atentan contra la igualdad o las minorías (ej, estar en contra del matrimonio igualitario). Pero los conservadores pueden poseer medios de comunicación, programas de radio, sitios web para expresar sus ideas y no ser reprimidos por ello. En un régimen autocrático -ese que se anhela al igual que se desconoce-, la libertad de expresión queda severamente comprometida. Ya no es que no te inviten a debatir, sino que te repriman por expresar tus ideas, que pises la cárcel o inclusive que pierdas la vida. Claro, esto no significa que pasemos por alto que a los conservadores no se les invite a debatir, sino que estos problemas y conflictos se solucionen dentro de la democracia.

Muchos de quienes se dicen decepcionados por la democracia posiblemente no terminen de entender qué signifique vivir con estos derechos restringidos -cuando menos-. Posiblemente no entiendan los riesgos que conlleva vivir bajo regímenes autoritarios.

De igual forma podemos hablar de los inconvenientes económicos. Las clases medias ya no están creciendo y la desigualdad es cada vez mayor, pero los régimenes autoritarios no suelen ser grandes promotores de clases medias -con excepción de países como Singapur, o en cierta medida China, a costa de varias libertades civiles- y los que están en la élite del poder tienden a acaparar casi todos los recursos. Incluso en aquellos países donde la igualdad es la bandera.

Los desencantados no proponen una nueva forma de gobierno, sino que voltean atrás a esas fórmulas que fracasaron en tiempos pasados. Ante la escasez de líderes en las democracias modernas, voltean a los populistas y demagogos cuyas propuestas pueden ser desmentidas por aquellos que tienen conocimientos medianos en la materia. Los millennials, decepcionados e indiferentes, decidieron hacerse a un lado, y cedieron la iniciativa a aquellos que se sienten indignados que buscan soluciones fáciles e inmediatas a sus problemas.

Parece que la democracia, como si se tratara de una relación sentimental, volverá a ser valorada hasta cuando ya no esté. Y si eso pasa, vamos a tener que esforzarnos pero mucho para que regrese con nosotros.