En las redes sociales circularon unas imágenes de unos presuntos delincuentes a quienes les cercenaron las manos. Sus brazos, o lo que quedaba de, estaban «protegidas» por una bolsa de plástico para que no se derramara la sangre. Había otra foto de las manos dentro también, de bolsas de plástico transparentes.
¿Cuál fue la respuesta de la gente?
-¡Qué bueno, eso se lo merecen por ladrones y por hijos de su puta madre!. -Luego todos nos enteramos que había sido un cártel de la droga quien perpetró semejante barbarie.
Si un hombre estuviera atentando contra tu integridad de un ser querido tuyo y tú tuvieras la capacidad física de defenderlo ¿lo harías? La respuesta es obvia, sí. En ese entendido se entiende incluso que la gente se defienda como ocurre en varios videos que se han subido a las redes, donde pasajeros de un camión se ajustician a un delincuente. Y si bien, desde las vísceras, algún individuo puede llegar a sentir placer al ver como se «ajustician» a una persona que hasta hace poco era una amenaza, la realidad es que ésto es algo que no debería ocurrir.
Todas estas expresiones de violencia tienen algo en común, la gran incapacidad del gobierno por protegernos.
Si los pasajeros tienen que patear delincuentes para ver «si así aprenden» es un claro síntoma de que las autoridades e instituciones han fallado rotundamente ya no solo el monopolio de la violencia, sino en el cumplimiento de la ley para garantizar seguridad a su gobernados.
Aplaudir actos de violencia propios de países realmente subdesarrollados o etapas de la historia que asumimos como superadas es algo preocupante. Pensar que ésta debe de ser la forma de hacer justicia es ignorar toda la evolución de la civilización que tanto trabajo ha costado, incluyendo muchas muertes.
El Estado tiene una razón de peso para ejercer el monopolio de la violencia. Cuando grupos de ciudadanos lo hacen, y se organizan autónomamente para hacerlo, la posibilidad de que se desvirtúen es casi inminente. Como lo comenté en mi artículo sobre la propuesta de un senador de armar a los ciudadanos, la historia nos ha enseñado, con ejemplos claros como la mafia italiana o la guerrilla de países como Colombia, cual es el paradero de estos grupos que en un principio buscan legítimamente defenderse ante la incapacidad del Estado.
Y es sencillo, porque el Estado está llamado a rendir cuentas. Las organizaciones «autónomas» no.
Actuar con las vísceras es muy fácil, construir es muy difícil. Si queremos un Estado eficaz que pueda garantizar un entorno seguro a sus ciudadanos, habrá que poner de nuestra parte para tener instituciones más sólidas. Instituciones que no son respetadas por los ciudadanos ni por sus miembros, nunca tendrán la posibilidad de proteger a los ciudadanos. Una institución corrupta generará cuerpos de seguridad corruptos, los cuales pueden entonces, ser infiltrados por los criminales o los cárteles ¿te suena?
Si no pagas impuestos, si das mordidas o te aprovechas de las instituciones del país para tu propio beneficio, entonces luego no te preguntes por qué México es tan inseguro.
La tarea es mucho más compleja. Pensar que cortando manos y portando armas vamos a garantizar nuestra seguridad y las de los nuestros es estar en un error, por el contrario, lo único que crearemos es una sociedad más violenta donde al final, todo se vale.