Las figuras populistas emergen en el momento en que las instituciones se han resquebrajado; cuando quienes supuestamente deberían tener la cordura lo pierden todo, las propuestas sin fundamento empiezan a volverse atractivas como estrategia contestataria antes quienes se han denigrado.
Por ahí del 2007 o 2008 ya pensaba que Peña Nieto podría ser el próximo presidente de México, y lamentablemente así fue. Ante el descrédito del PAN, una figura que dependiera del voto duro era factible, no importa si lo que menos tiene son dotes de estadista o si no está preparado, populismo mediático al fin y al cabo. Lo lamentable es que junto con el pronóstico de su llegada, también se ha cumplido el pronóstico de muchas cosas que temíamos de su gobierno (sólo falta la crisis económica para que dicho pronóstico sea redondo).
Así como hice el pronóstico a 4 años de su llegada, ahora pronostico que Andrés Manuel López Obrador será el Presidente en el 2018. ¿Por qué?
Andrés Manuel tiene todo a su favor. Algunos dirán que ha perdido fuerza, y al menos eso parece ser porque para la Reforma Energética no tuvo la convocatoria que se esperaba. Pero Andrés Manuel también de alguna forma ha elegido mantener un perfil bajo y eso le conviene. Le conviene porque será menos sujeto a críticas, porque las críticas hacia sus decisiones y comportamiento quedarán más en el pasado, porque sólo necesita surgir en el momento indicado y ahora se ha preocupado más por construir su organización (MORENA) tan democrática como una… tómbola.
No es un secreto que el escenario actual en México tiene similitudes con el de Venezuela antes de Hugo Chávez. El descrédito es total, la situación es cada vez más insostenible, el Presidente dentro de escándalos de corrupción; una oposición cómplice que critica por encimita pero que no hace nada por lo cual se hacen corresponsables por omisión. Exceptuando al panista Javier Corral, no hemos visto figuras que puedan fungir como oposición, y la mayoría de los mexicanos no ven en los partidos políticos una esperanza ante la difícil situación en la que se vive.
López Obrador no hace mucho ruido, incluso algunos afirman que su postura es algo tibia. Pero su movimiento poco a poco ha ido creciendo y dentro de los partidos actuales es el único que me atrevo a decir, logra fungir como oposición frente al gobierno.
Hace 6 años nadie pensaba que López Obrador podría ser competitivo en las elecciones del 2012, incluso poco después tuvo el atrevimiento de formar parte de un episodio vergonzoso en las elecciones intermedias del 2009 cuando traicionó a Juanito, un peculiar personaje al que utilizó para buscar quedarse con la delegación Iztapalapa. A pesar de todo ello, AMLO logró surgir de la nada y llevarse el segundo lugar en la contienda.
Ahora con un perfil más bajo (posiblemente a propósito) donde se limita a criticar al gobierno actual y a decir obviedades sobre éste, parece hacer lo justo para no hacer el suficiente ruido que se traduzcan en críticas en su contra, pero lo suficiente como para no quedar en el olvido.
López Obrador tiene muchos defectos y muchos señalamientos en su contra, pero tiene la ventaja de poder presentarse como un hombre limpio sin huella de corrupción (o aparentarlo, al menos). El Peje puede ser calificado de populista, de bloquear Reforma, de emitir propuestas sin fundamento que de ser aplicadas al pie de la letra sumirían a México en una crisis, y de dividir a México en 2006 (créditos compartidos con Felipe Calderón), pero difícilmente se le pueden encontrar actos de corrupción como los de Grupo Higa (algunos hablan de supuestas casas en La Toscana). Posiblemente porque el gusto de López Obrador por el dinero es inversamente proporcional al gusto por el poder, o al menos, el gusto de ser adorado y seguido por las masas.
En momentos de crisis, el individuo busca a un líder que pueda ayudarle a cambiar su realidad, y más en el México tradicionalmente paternalista. López Obrador cuadra bien en el perfil, sin importar si sus propuestas puedan ser contraproducentes. Pero a estas alturas de deseperanza, una figura como la de él en un país donde viendo la situación política actual ya no hay tanto que perder, podría obtener el voto útil necesario que haga la diferencia, en tanto comienza a consolidar el voto duro con MORENA.
Porque si con el PRI no se pudo, hay que buscar al otro PRI, pero que sigue siendo PRI (en su esencia) pero con otras siglas y con un tufo carismático. Para algunos AMLO sería el nuevo Chávez, para otros no, y creen que su discurso contestatario es más bien una estrategia política, para que cuando llegue al poder tome una posición moderada (algo así como Lula). A AMLO le conocemos las dos facetas, el que fue Jefe de Gobierno en el Distrito Federal donde no entregó malos resultados, y el otro que manda al diablo a las instituciones (que al final del día se han mandado solas), que es necio, que no cambia de opinión, y que comete actos dudables justificados en una falsa y maniquea superioridad moral que es dada por un considerable número de seguidores que lo justifica sin importar si para ello deban alterar la realidad y traten a quienes no piensan como ellos como algo más que el enemigo.
La posiblidad está, ese es mi pronóstico, aunque no simpatice mucho con la idea de tener a alguien como López Obrador en el poder. Y López Obrador puede recobrar fuerza en la coyuntura de un desencanto mundial que hace surgir en Europa a la izquierda dura, como el «Podemos» de España, la victoria de Syriza en Grecia; o la creciente ultraderecha en Francia, Suecia y otros países del orbe.