Entre la autenticidad y las apariencias.

Jul 25, 2010

Hay quienes cantan la marsellesa sin ser franceses.

Este es un difícil artículo de escribir. De hecho no estoy seguro de haberle puesto el título correcto, y de hecho este artículo lo estoy escribiendo a pedido, porque una amiga me aconsejó escribirlo dado que ambos tenemos un conocido en común (ex-amigo de ella, y de mí nunca fué mi amigo porque siempre me cayó mal). Si algo yo siempre he odiado de las personas es la hipocresía, y algo que valoro infinitamente es la autenticidad. Yo, entre mi número innumerable de virtudes y defectos que tengo, es que creo ser una persona auténtica (una virtud que me ha costado muchísimo trabajo adquirir y que todavía me falta pulir, por cierto), que trata de mostrarse al mundo tal como es. Claro que si bien la autenticidad es una virtud apreciada por la gente, muchas veces nos pueden traer algunos problemas, porque siempre va a ver gente a a la que no le parezca nuestra forma de ser, y muchas veces se tiene que pagar el precio de ser como uno es.

La autenticidad, un precio que pagar.

Uno cuando intenta ser auténtico se da cuenta de esto. Así pasa por ejemplo cuando escribo algo en este blog a y mucha gente no le parece. Un amigo me criticó ayer en una fiesta por mi artículo del comunismo. -¿Pero, que le puedo hacer?, así soy yo y esa es mi forma de pensar. En este caso mi amigo trataba de hacer una crítica constructiva, porque pensaba que no estaba escrito por un periodista. Traté de tomar lo mejor de su crítica pero a la vez me dije en mi mente -¡Que demonios Cerebro, no puedes complacer a todos!. De hecho en mi blog lo último que he tratado de hacer es complacer a todos mis lectores. Creo que eso más que ahuyentar visitas, ha logrado atraer a unos cuantos lectores, aunque sean poquitos. Si estuviera aquí inventándome falsas apariencias, sería muy incómodo para mí estar escribiendo en este blog, ya lo hubiera dado de baja.

Como decía, ser una persona auténtica es algo muy difícil. Tengo que aceptar que hace algunos años era todo lo contrario, me esforzaba mucho por encajar con todo el mundo, y la verdad que era algo bastante incómodo. No me la pasaba bien en ningún lugar, porque creía que los demás no me iban a aceptar tal como era. Pero en algún momento de mi vida descubrí que no tenía que adaptar mi personalidad al gusto de los demás, sino que simplemente tenía que ser yo. Dejar tener miedo al «que dirán los demás» es muy difícil, y creo que todos en cierta medida lo tenemos, unos más, otros menos. Es curioso que la fórmula para ser aceptado por los demás sea no preocuparse tanto por ser aceptado, sino por poder ser uno mismo y sostenerlo en cada situación. Y hay algo real detrás de todo esto: No a todo mundo le vamos a caer bien. Es algo duro, pero es una realidad.

Es la mitomanía, estúpido.

Pero en el camino me he topado con personas que son tan poco auténticas y viven tanto de las apariencias que caen al grado de ser nocivas. ¿Por qué razón?. Porque mientras las personas auténticas son las que generan más confianza, las que no lo son generan incertidumbre y desconfianza entre las demás personas. Es curiosa y a la vez entristecedora la historia de una persona conocida que no había acabado la universidad pero que presumía (con un falso orgullo) que estaba estudiando una maestría y que tenía un trabajo donde ganaba más de $15,000 pesos mensuales. En realidad no tiene ni trabajo ni estudios porque es una persona muy floja. El sobrante del cambio de casa de sus padres le permitió tener un auto de lujo último modelo, era la cereza del pastel de la mentira que se estaba inventando. ¿Que pasó?, en algún momento tendría que dejar sus trapos rotos en evidencia. Gastaba más dinero del que tenía para sostener su falso status social, se empezó a endeudar y a deberle dinero a sus amigos. No solo se le empezó a crear la fama de que no pagaba, sino que todos empezaron a hablar sobre la falsa apariencia que se estaba inventando. La gente dejó de confiar en él, lo dejaron de inventar a reuniones, cada vez eran menos las personas que iban a las que el hacía porque lo consideraban una persona falsa, y al final terminó perdiendo a sus mejores amigos. Era tal su grado de necesidad de aparentar frente a los demás que se portaba muy bien en frente de las personas, y las criticaba por atrás. Su arrogancia y su poca inteligencia hizo que su «status social» se desvaneciera y perdiera todo lo que tenía.

El seguramente ya adquirió un desorden psicológico llamado Mitomanía, ya se había acostumbrado a mentir. Mentía sobre su forma de vida, sus pasatiempos, su filosofía de vida. Es lamentable ver como la vida de este joven se va desfigurando con el paso del tiempo.

Más triste es cuando las personas niegan sus virtudes para encajar en un círculo social. Eso es lo que sucedió con otra persona conocida que aparentemente tenía una personalidad muy peculiar, que en mi punto de vista era muy atractivo. Pero sucede que esta persona deseaba encajar con cierto círculo social, que al parecer le exigía ser de cierta forma. Esta persona terminó negando sus virtudes para terminar inventándose una personalidad que no tenía. En algún momento parecía que su «falsa apariencia» tenía éxito. Tenía más amigos (más en cantidad, menos en calidad), pero había dejado de irradiar autenticidad. Dejó a ojos de muchos de ser una persona confiable y terminó siendo una persona del montón entre la masa social. Esta persona terminó modificando y moldeando sus historias de vida con tal de que se adaptaran a las supuestas necesidades de este círculo social. Si tenía una amiga que la había subestimado, terminaba negándolo y diciendo que siempre habían sido grandes amigas, por poner un ejemplo.

Tampoco hay que ser demasiado transparente.

La autenticidad tiene un precio, pero también hay que recalcar que también es malo irse al otro extremo. Una cosa es mostrarse tal y como es, y otra cosa es llevar esa autenticidad al otro extremo. Voy a poner un ejemplo un poco radical, pero creo que de esta forma se puede entender bien. Imaginemos que estás en un país árabe, eres una persona católica y unos bandidos radicales te detienen preguntando por tu religión (sabiendo que si no dices que eres musulmán te matan). En este caso si eres auténtico mueres, tienes que protegerte, y tal vez lo más prudente sea que te hagas pasar por musulmán. A lo que quiero llegar es que hay que ser auténtico, pero no al grado en que acabemos siendo vulnerables. Ser auténtico no significa contarle todos nuestros problemas a todo el mundo, ni mostrando nuestras intimidades a quienes no nos conocen. Es necesario tener diferentes grados de intimidad con las diferentes personas con las cuales tenemos una relación. Por eso se dice que tenemos diferentes roles o formas de comportamiento con las demás personas (tenemos un rol con nuestros padres, otro con nuestros amigos, otro con nuestra novia).

A lo que me refiero con ser auténtico es más bien, que deberíamos ser nosotros mismos y no estar tratando de cambiar nuestra personalidad para tratar de ser aceptados. No hay nada mejor en un ser humano que su autenticidad, eso es lo que diferencia a las grandes personas, de las personas del montón.

Como que ya me cansé de escribir, se me van las ideas, pero creo que ya he recalcado lo que quiero decir. Si me quieren tirar «caca»  por lo que acabo de escribir (y por lo cursi que pudo ser) les doy permiso.