Priansplaining

Mar 15, 2018

Atacar al mensajero y no al mensaje. En las redes sociales, varios seguidores de López Obrador cuestionan y amedrentan a quienes hacen una crítica del candidato tabasqueño.

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Hay algunos seguidores de López Obrador que conozco y que son razonables: ellos están muy abiertos al debate y he discutido con ellos de forma civilizada. Pero a veces temo que sean la minoría. 

La constante, al menos por lo que veo en las redes sociales, es que no. Pareciera que muchos de sus seguidores intentan crear un clima donde es «políticamente incorrecto» criticar a López Obrador (aunque no siempre lo hagan de forma deliberada) y eso es preocupante ya que los seguidores dicen algo de su líder. Esto no ocurre, al menos en esa magnitud, cuando uno hace crítica de otros actores políticos. 

Si bien no son los únicos que se comportan de forma agresiva (sus contrapartes muchas veces suelen ser agresivos con ellos utilizando términos despectivos como «chairos»), y si bien es cierto que los otros actores pueden introducir ruido en la red para desviar la conversación (como los infames bots del PRI) sí son quienes más acostumbran a hacer juicios morales y a «vigilar» lo que están opinando los demás. Si las críticas hacia AMLO empiezan a circular en las redes, ellos se ponen en acción. Parecen no distinguir entre un ataque propagandístico en contra de AMLO y las opiniones críticas hacia el tabasqueño, o entre un analista pagado (que los hay) y uno que simplemente quiso hacer una crítica, el trato es casi igual. 

Haz un ejercicio, busca un artículo crítico de AMLO escrito por alguna persona que consideres razonable (es decir, descarta a Ricardo Alemán, Pablo Hiriart y a todos esos columnistas por consigna). Puedes utilizar Twitter para hacer ese ejercicio, es la herramienta indicada. Observa con detenimiento los comentarios: están llenos de personas que cuestionan incluso la integridad de los columnistas (crítico de AMLO = PRIAN = corrupto) y les exigen probidad, en su muy personal definición de lo que la probidad es (simpatizar con AMLO y no cuestionarlo).

Los juicios morales abundan. Es muy común que, por ejemplo, te cuestionen porqué has escrito más artículos críticos de AMLO que de Meade en la última semana, aunque eso se explique por razones coyunturales. A veces me ha ocurrido con algunos de sus seguidores que ni siquiera se dan la tarea de contar bien y les tengo que hacer la tarea.

Algunos de ellos están a la expectativa de lo que vas a publicar, aunque digan que eres un «analista muy chafa que no vale la pena», están ahí esperando un tuit crítico de López Obrador para contraatacar. A veces los cuestionamientos tienen un componente falaz; me ha llegado a ocurrir que cuando cuestiono a AMLO me dicen ¡y por qué no dices nada de Peña Nieto, vendido! Cuando mi tuit o artículo que le antecede a ese precisamente era una crítica al gobierno de Peña. 

Recurren de forma constante a los juicios ad hominem, ya no es la crítica en sí a la que tratan de desarmar, sino al mensajero. Si cuestionas el programa de gobierno de AMLO, no llegarán a decirte, como sucede en muchas ocasiones, por qué tu crítica sobre dicho programa está mal. Simplemente cuestionarán tu persona: eres un vendepatrias, te pagan, estás manipulado por los medios. 

Hay quienes (sin éxito) intentan despojarte de cualquier autoridad moral como esperando a que ya nadie te lea o te haga caso: que si critico a AMLO es porque tengo un interés oscuro en ello, que tal vez alguien me paga, que si la mafia del poder esto o aquello, que «Televisa me idiotiza» (vaya, yo ni televisión veo). Así esperan que cuando cualquiera te lea, haga un juicio a priori antes de leer tu texto. 

Yo puedo ver esto con algo de gracia, pero no sé si sea lo mismo para los analistas a quienes este tipo de cuentas persiguen y hostigan, quienes en muchas ocasiones suelen sacar de contexto afirmaciones de quienes consideran sus adversarios. Un caso muy ejemplar es el de León Krauze, quien escribió una nota donde dijo que la campaña de López Obrador debía de tener cuidado con la injerencia rusa. La petición era razonable ya que los rusos han estado interviniendo en varios países a favor de los candidatos que sean o parezcan lo más opuestos a los intereses de Washington (aunque lo sean de forma moderada, como creo, es el caso de AMLO, quien no parece tener un discurso agitador en contra del país del norte). Sus seguidores tergiversaron, tal vez de forma deliberada, lo que León Krauze quiso decir, y afirmaron que había dicho que los rusos estaban detrás de López Obrador con el fin de desprestigiarlo. Pero León nunca afirmó que estuvieran detrás de él, solo dijo que AMLO tuviera cautela con la posibilidad y tomaran medidas al respecto. 

Lo mismo ha ocurrido con Jesús Silva-Herzog, a quien han acusado de charlatán, e incluso llegó a ocurrir lo mismo con Julio Astillero, a quien increparon cuando el columnista de la jornada cuestionó el conservadurismo social de López Obrador. 

Nadie se ha salvado de esta «persecución», ya ni siquiera Carmen Aristegui, tal vez con excepción de los columnistas muy afines a López Obrador como John Ackerman o Genaro Villamil, porque básicamente nunca lo cuestionan. 

Y la realidad es que nadie debería escribir para complacer a nadie. Me atrevo a decir que sería buen negocio darle la razón a sus seguidores. Algunos columnistas y hasta Youtubers tienen muchos seguidores porque básicamente les dicen lo que quieren escuchar. Habemos muchos otros que nunca vamos a amoldar nuestras opiniones para «quedar bien con los demás» porque, para empezar, es algo intelectualmente deshonesto.

Seguramente este artículo me va a costar algún que otro unfollow, lo cual no me molesta en lo absoluto. Por el contrario, porque lo que menos aspiro con este sitio es crear una cámara de eco.

¡Sapere aude!