Un día te vas a morir

Nov 2, 2017

Hoy es un día especial, porque hoy es el mejor día para recordar que todos nos vamos a morir, que no somos eternos, ni viviremos para siempre en este mundo.

Foto: Carlos Pacheco

La muerte es algo que nos obsesiona a los seres humanos. 

Y nos obsesiona porque es algo que nos va a pasar a todos pero no sabemos a ciencia cierta cómo es la experiencia de la muerte. 

¿Nos vamos ir al cielo, al infierno? ¿reeencarnaremos en otra persona, en un animal, en materia inerte? ¿O simplemente desapareceremos y dejaremos de existir?

Podemos ver a la gente morir desde fuera, podemos ver el sufrimiento de su cuerpo cuando la mente es dolorosa, pero somos incapaces de ver lo que vive el alma en esa transición. Y en parte, es por eso que las religiones son poderosas, porque por medio de la fe el individuo puede sentir cierta seguridad de lo que va a ocurrir cuando se vaya. Por eso, la idea de la inmortalidad del alma de Platón que plasmó en su «Fedón» se volvió muy poderosa. El concepto del alma como una entidad espiritual venció ante aquel concepto del alma meramente material. Tampoco son pocos los casos de aquellas personas no creyentes, que en el lecho de su muerte, solicitaron la bendición de un sacerdote. Por si las dudas, ante la incertidumbre que es muy grande e inminente, por si estaba equivocado. 

Como la incertidumbre de nuestro futuro post-mortem es grande, a veces preferimos ignorar el tema. Vemos la muerte como algo que va a ocurrir en un tiempo muy lejano: «todavía faltan algunas décadas, no hay por qué preocuparnos, al cabo eso va a suceder cuando estemos muy grandes y ya no seamos conscientes de nosotros mismos«. 

Así, ignoramos que la muerte puede adelantarse: «a mí no me va a pasar«. Ignoramos que un accidente automovilístico, alguna enfermedad o alguna catástrofe podría quitarnos la vida en cualquier momento: «a mi no me va a pasar«. De alguna forma, queremos sentirnos especiales, como si tuviéramos una suerte de privilegio que todos los demás no tienen, que si soy consciente de mí mismo y no de alguien más, es porque yo soy especial, tal vez este mundo es creado por mi mente y los demás son tan sólo manifestaciones de mi pensamiento: «a mí no me va a pasar». 

Pero la muerte está ahí, rondando. Si la definiéramos como una entidad (como se ha hecho en muchas ocasiones para darle forma), podríamos decir que se trata de un individuo cuyos criterios de selección son un tanto arbitrarios y, a veces, hasta irracionales. Esa arbitrariedad es la que explica que en cualquier momento podría llegar por nosotros.

Pero si yo me portaba bien, pero si soy un padre o madre de familia de quien depende el futuro de varios niños, que si estaba destinado a derrocar aquella dictadura que oprime sanguinariamente al pueblo. Parece que la muerte no toma mucho en cuenta la realidad de sus víctimas, aunque dicen, que puede tener cierta predilección por las personas que fuman mucho, que comen demasiado y no hacen ejercicio; por las personas que disfrutan mucho de la violencia, o por aquellos que viven en aquellas zonas donde las calamidades, tales como huracanes y terremotos, son frecuentes. 

El individuo más sagaz podrá hacerle a la muerte la tarea un poco más difícil, pero lo que ocurre es que en ese momento la muerte anda un poco cansada y está preocupada por las presas más fáciles. La muerte saca su agenda, y simplemente pospone el destino de dicho individuo para cuando tenga más energías y esté más de buenas.  A la muerte no se le escapa nadie. Dicen que de más de cinco billones de «chambas» que ha tenido, no ha fallado una sola vez. Nadie, absolutamente nadie, se le ha escapado vivo.

¿Y tú quien eres para sentirte tan especial como para creer que a ti no te va a pasar? ¿Por qué eres tan especial para sentirte privilegiado entre billones de semejantes? 

Tal vez te rías de mí. pero nadie te puede garantizar que ahora que bajes las escaleras para ir por un vaso de agua, des un mal paso, tropieces, golpees tu cabeza y fallezcas. 

Y la muerte te anotará en su lista, como uno más de tantos. 

Porque tú estabas desprevenido.
A tu espaldas se postró la muerte.
Tan especial te habías sentido.
Pero hoy te tocó mala suerte.
En ultratumba volveremos a verte.