México, ese niño bueno que nadie quiere ser

Ene 25, 2017

Ante la falta de confianza en sí mismo, México se asume como un niño bueno: tímido, que no asume riesgos y que no sabe defenderse de los bully.

México, ese niño bueno que nadie quiere ser

Se dice, que quien se siente incapaz y débil suele protegerse bajo el manto del niño bueno. Así, cree justificarse moralmente para cuestionar por qué es que le va mal y reclama al mundo por qué está colocado en una situación de desgracia. -Pero yo soy bueno, yo no le hago daño a nadie ni me meto en problemas -. Intenta mantenerse irrelevante esperando que la justicia caiga por cuenta propia, cree que su pusilanimidad es parte de esa bondad, de ese sentimiento de superioridad moral por asumirse como bueno. No tiene muchos problemas porque no se mete en problemas, no le gusta tener conflictos con la gente porque asume que tener conflictos es malo.

El niño bueno muestra una faceta conciliadora al exterior, pero se agravia mucho internamente y vive en un eterno conflicto. El niño bueno suele lastimarse a sí mismo ante la frustración y la impotencia, se compara con sus semejantes y se frustra al ver que él no tiene lo que ellos sí. No sabe como forjarse a sí mismo ni adquirir una identidad propia porque todo está supeditado a lo que hacen los demás. Desvaloriza sus virtudes -sin importar su potencial- porque no empatan con las que sus semejantes presumen. El niño bueno no es atractivo, tiene dificultad para crear amigos y a veces deja dominarse por ellos para no perderlos creando una relación de codependencia. Al niño bueno tampoco le va muy bien con las personas del sexo opuesto:

México: Hey Canadá ¿Quieres andar conmigo… en el TLC?

Canadá: No, lo siento querido México, tú vales mil, ojalá hubieran más países como tú -tus tradiciones, tu cultura, tus minas que nosotros explotamos- pero podemos ser muy buenos amigos.

México: ¿Pero por qué te vas con él -Estados Unidos-? Es grosero y arrogante, es un patán.

Entonces Canadá decide irse con el macho alfa naranja.  El macho beta nieto le parece algo tierno, pusilánime y aburrido. El macho alfa es fuerte y poderoso.

México representa al arquetipo del niño bueno, siempre ha pretendido jugar un papel similar. Su historia, como la del niño bueno, es la de quien funge constantemente como víctima: Me robaron el territorio, me invadieron los franceses, me explotaron, me robaron mis recursos.

Pero México, como el niño bueno, nunca se molestó en resolver sus conflictos internos, su «división interna». La historia de México es la de una víctima que trata de quedar bien con el victimario (el bully) para evitar cualquier conflicto, aún así si eso implica darle el lonche del recreo. No es gratuito que Peña Nieto apenas, y de forma timorata, se haya pronunciado y haya dicho que México no va a pagar el muro. 

México suele tomar una postura lo más neutral ante conflictos internacionales para no «meterse en pedos». Si la toma -como sucedió en la Segunda Guerra Mundial donde se limitó a mandar un escuadrón- es bajo el manto protector de uno de sus pocos amigos, con el que tiene una relación codependiente y quien -supone- lo va a defender si alguien quiere «acomodarle unos buenos trancazos». 

Lo más triste, es que algunos de estos niños buenos -entre ellos ese que se llama México- no son personas tontas ni discapacitadas. Por el contrario, tienen el potencial intelectual como para poder superar su condición y convertirse en personas relevantes, pero debido a su autodesprecio y su falta de confianza, no se han molestado siquiera en descubrir sus talentos y virtudes. Son diamantes en bruto que no tienen los arrestos para sacar su brillo.

¿México puede ser un país «chingón»? por supuesto que sí. ¿México puede convertirse en un país relevante, un país que tenga peso? Sí. No sólo por sus recursos naturales o su geografía, sino por sus recursos humanos. ¿Por qué no lo es? ¿Por qué México sigue siendo ese niño bueno? Porque no tiene confianza en sí mismo, porque mira al pasado, porque se cuenta una historia donde siempre ha sido víctima cuando nunca se ha respetado a sí mismo. 

-¡Hey Peña! Te veo en el recreo, y más vale que me des tu dinero porque quiero hacer mi lonche great again-.