La dictadura del like

Ene 1, 2017

El like, esa forma de expresión y evaluación social que por sí sola ya ha generado un impacto sobre la sociedad y que ha cambiado las reglas del juego.

La dictadura del like

La serie británica Black Mirror, famosa por su crítica a la forma en que la tecnología influye en nuestras vidas, tiene un episodio que me llamó la atención, el cual presenta un futuro distópico donde todo el mundo califica a las demás personas mediante su smartphone, tal y como calificamos un servicio o a un chofer de Uber. Todos pueden conocer tu calificación, y con ella, la gente puede saber si eres una persona agradable, o bien, una empresa puede decidir si te contrata para su nuevo puesto de trabajo.

A pesar de que el planteamiento que hace el episodio tiene algunos detalles cuestionables -no creo que el rating pueda tener alguna utilidad para poder comprar una casa o rentar un coche, como lo muestra la serie-, logra su cometido: mostrar un mundo posible donde los individuos puedan hacer un juicio de las demás personas por medio de la opinión que los demás tienen de ellas.

Entonces tenemos que hacernos la siguiente pregunta:

¿Hasta qué punto la tecnología y la ciencia pueden afectar a las estructuras sociales y a nuestras relaciones?

Con el progreso de la humanidad, y sobre todo, con el método empírico, el individuo aprendió a medir fenómenos para sacar conclusiones a través de éstos. Por ejemplo, podemos hacer estudios cuantitativos para medir la opinión o preferencia que el individuo tiene sobre alguna cosa, para que con sus resultados podamos anticiparnos y hacer los necesarios ajustes para que dicha cosa logre su cometido en función tanto de quien oferta como de quien consume.

Con el crecimiento de la tecnología digital y la irrupción del big data, este tipo de herramientas ha adquirido otra dimensión. Ya no sólo puede el individuo evaluar el servicio que recibe de tal forma que los usuarios puedan hacer un juicio a priori de aquel producto que van a consumir con base en la calificación y críticas que las otras personas hacen, sino que puede de alguna forma evaluarse, e incluso puede intentar hacer un juicio acerca de su valía como persona.

Pero, ¿es posible, en estos momentos, que un individuo pueda hacer un juicio de sí mismo con base en los instrumentos cuantitativos que miden la interacción del individuo en redes sociales, como por ejemplo, los likes o el número de seguidores de Facebook?

Mi respuesta sería que no del todo. Si bien los datos pueden tener algún valor en este sentido, es todavía muy difícil llegar a una conclusión objetiva e imparcial.

Algo sí sabemos, estos instrumentos cuantitativos ya afectan la psique de las personas. Un like o un share generan una sensación de bienestar en el organismo de muchos de los usuarios de Facebook, mientras que la ausencia de, suele generar el efecto contrario. Esto se debe a la dopamina, sustancia, que por cierto, es altamente adictiva, la cual puede generar problemas de aislamiento en quienes usan en exceso las redes sociales. 

Debido a esto, muchos usuarios pueden tentarse a hacer un juicio de ellos mismos con base en el número de seguidores que tienen en Facebook o el engagement (número de likes, comentarios o shares) que sus publicaciones tienen comparándose con los demás usuarios. Y lo hacen porque se ha incrustado la idea de que un mayor número significa una mayor popularidad: las empresas que tienen presencia en redes siempre quieren obtener un número mayor, un influencer (como un videoblogger o un líder de opinión) suele tener muchos seguidores y muchos likes. Entonces se asume que:

A más seguidores o likes, mayor popularidad, y quien es más popular es más exitoso.

Y de eso se sigue que quien no tiene muchos seguidores o tiene pocos likes en comparación con otras personas es menos popular y menos valioso. Y así mucha gente lo cree: muchos usuarios intentan incrementar su engagement por medio de fotos más atrevidas (véanse las selfies) o citas que piensan que a todos les va a gustar. 

Pero como dije, no creo que el usuario pueda hacer un juicio objetivo sobre su persona de acuerdo a su popularidad en redes o al engagement de sus publicaciones, existen variables que un like no puede medir por sí solo. Es más, ni siquiera puede el individuo comparar la calidad de su vida con la de otros de acuerdo a lo que publican en redes. Existen muchos factores que sesgan ese análisis, enlisto algunos: 

  • Frecuencia de uso: Una persona que usa poco sus redes sociales suele tener menos followers que una persona similar a él y que es un usuarios constante. 
  • Representatividad de seguidores: Una persona que tiene 400 seguidores podrá tener mucha gente cercana dentro de ellos, mientras que otro puede presumir tener a 1,000 amigos de los cuales muy pocos son gente muy cercana a él. De la misma manera, un individuo podrá tener muchos amigos que prácticamente no interactúan en redes sociales mientras que otros tienen a todos sus amigos en Facebook. No está de más decir que de acuerdo al Número de Dunbar, una persona, debido a la neocorteza del cerebro, es incapaz de tener una relación cercana en la vida real con más de 150 personas. 
  • Sesgo cualitativo: Las redes contabilizan la cantidad de seguidores, pero no qué tan valiosos son ni qué tanto interactúa el individuo -tanto a nivel virtual como real- con ellos. Tampoco puede medir la motivación que hay detrás de un like. Si bien, redes como Facebook han agregado otros estados de ánimo con ese propósito -como «estoy enojado» o «estoy asombrado»-, dos personas pueden dar un like a una publicación por razones muy distintas y que tienen distinto valor.
  • Historia de vida ideal: Los usuarios suelen exaltar los acontecimientos positivos de sus vidas en las redes al tiempo que minimizan los negativos. Así, el usuario, al ver las publicaciones de los demás, puede pensar que tiene una vida más desgraciada que la de sus seguidores cuando no es así.
  • La ilusión de la mayoría: Los usuarios tienden a seguir a otros usuarios que tienen más seguidores que ellos, porque básicamente quien tiene más seguidores tiene mayores posibilidades de ser seguido. De esta forma, el usuario podría creer que es menos popular de lo que en realidad es.
  • Personalidad del usuario: La personalidad del individuo afecta la forma en que usa las redes, y por tanto, la respuesta que reciben sus publicaciones. Una persona introvertida que es selectivo a la hora de elegir amigos no tendrá la misma respuesta que aquel que se siente el alma de la fiesta.
  • Tópico de los contenidos: Por ejemplo, un post de política o de un tema especializado generará en Facebook menos engagement que una foto de cumpleaños o un acontecimiento importante mientras que, en Twitter, el fenómeno suele ser inverso.
  • Formato: Los formatos de las publicaciones condicionan el alcance. Por ejemplo, en Facebook las imágenes generan más engagement, mientras que los contenidos compartidos generan muy poco. 
  • Algoritmo: Facebook determina qué publicaciones tienen más relevancia de acuerdo a un algoritmo que está en constante cambio.

Y sumado a esto, deberíamos de recalcar que la popularidad no siempre es condición necesaria para que alguien sea una persona exitosa, y menos se puede pensar que eso tenga relación alguna con la valía de la persona.

Ahora habría que hacernos otra pregunta: ¿habrá un momento en el cual la inteligencia artificial evolucione tanto que por medio del comportamiento en las redes el individuo pueda saber cómo lo perciben los demás?

La respuesta es que eso eventualmente ocurrirá, tomando como punto de partida la evolución que la inteligencia artificial ha tenido en los últimos años. 

Imaginemos un futuro no muy lejano donde un individuo que tiene problemas de depresión por no sentirse aceptado va con el psicólogo, quien le pide su acceso a Facebook, para que por medio de una aplicación, pueda determinar por qué no es agraciado y por qué las demás personas no son muy receptivas a él.

Imaginemos que, gracias a las redes sociales, el individuo pueda, con base en una análisis que hace una computadora tomando como base la información que comparte, conocer de forma objetiva y veraz cómo es que lo perciben los demás.

Imaginemos que un tercero pueda pedir a Facebook o cualquier red social un examen psicométrico de un individuo, el cual deriva de su interacción en la red social, para ver si es apto para algún puesto de trabajo.

El usuario con mayor razón se preocupará por tener más likes o que sus contenidos sean más atractivos, porque entonces ya sabrá la relación que tienen con su «cruda realidad» y sabrá que eso podrá afectarle a la hora de aspirar a un puesto de trabajo. Tal vez en ese momento, la sociedad sí podría parecerse un poco más al episodio de Black Mirror. 

Porque una herramienta como Facebook que puede ser muy útil para estar en contacto con quienes queremos, cuando es mal usada, puede crear una sociedad narcisista donde la exacerbación del «yo» sea ya no sólo algo propio de un megalomaniaco, sino una necesidad para sobrevivir dentro de un mundo cada vez más individualista, más «cuantitativo», y menos «cualitativo».