Haz patria, atropella a un ciclista

Dic 9, 2015

Atropella a un ciclista.

Eso es lo que sugieren algunas personas. Van manejando en su automóvil en medio de un embotellamiento, o bien tienen mucha prisa y de pronto una de estas personas se les atraviesa.

Como son automovilistas, consideran que la calle es suya porque dicen, fueron planeadas para los autos; y pueden tener cierta razón, pero no del todo.

Haz patria, atropella a un ciclista

Resulta que cuando se inventó el automóvil y se pusieron a estos vehículos a circular sobre las calles; se pensaba que no serían muchos los que circularan sobre la carpeta de asfalto. Luego llegó Henry Ford a popularizar su automóvil con el modelo T, creando, sí, una evolución en la industria (no sólo del automóvil) al fabricar los automóviles en serie, para lo cual contrató a gente poco especializada que sólo necesitara operar sus máquinas (y luego uno entiende por qué Detroit valió queso cuando las compañías automotrices se fueron de la ciudad: Dejaron a empleados poco calificados sin trabajo).

Entonces las calles se saturaron; y siempre en algún momento, todos aquellos freeways, segundos pisos o nodos pensados para paliar el problema de tráfico, terminaban saturados. La nueva obra de fin de trienio o sexenio construida por un político que aspira a un puesto de elección popular superior, pocos años después termina siendo intransitable.

Entonces tendríamos que construir segundos pisos, terceros pisos que en algún momento se van a saturar.

Tal vez por esto, algunas personas han decidido bajarse y montar su bicicleta. Ya no son los estigmatizados «pobres bicicleteros», ahora son los «hipsters sin conciencia».

Para los automovilistas, los ciclistas son algo así como los mosquitos que rondan por tu cuerpo en la noche. Pequeños, insignificantes, ágiles pero fáciles de aplastar. El automovilista tiene un arma con el que puede matar con tan solo dirigir su vehículo motor a una velocidad promedio hacia una persona, el ciclista se tiene a sí mismo y a un aparato mecánico que cuyas dimensiones no son mucho más grandes que las que él mismo posee.

Pero habría que pensar. Si agarramos un trozo de calle, digamos 20 metros, que se encuentra congestionada por 20 automovilistas, a estos los bajamos y les damos una bicicleta: ¿Qué pasa? La mayor parte de la calle quedará vacía:

Haz patria, atropella a un ciclista

Para el automovilista, la presencia de un ciclista es una pérdida (le quitaron un carril para construir una ciclovía, o se tuvo que hacer a un lado, o no entiende por qué no se van «por la banqueta»), pero su mente le juega una trampa. Si a esos ciclistas los subiéramos a un automóvil a cada uno, ocasionarían más congestionamientos, porque simplemente ocupan más espacio.

No es gratuito que muchas de las ciudades desarrolladas están desincentivando el auto. Muchos urbanistas como la mítica Jane Jacobs o el economista urbano Edward Glaeser sugieren que las ciudades deberían de ser densas (con edificaciones de varios pisos) con comercio a nivel calle de tal forma que gasten menos tiempo en desplazarse de un lado a otro. Así contaminarían menos, ahorrarían más tiempo y congestionarían menos las calles. En este modelo de ciudad, de hecho, los habitantes tendrían menos razones para usar su automóvil frecuentemente.

Por ejemplo, si te pregunto que imagen contamina más, posiblemente afirmes que la derecha. La primera tiene áreas verdes y la segunda no tiene un árbol siquiera.

urbanismo

Pero de hecho la respuesta es la contraria. El que vive en una casa en un coto o en un suburbio hace traslados más largos en automóvil (consumo de gasolina) y su residencia gasta más energía que un departamento (aunque hablemos de uno lujoso en una zona exclusiva). No es casualidad que ciudades como Houston o Los Ángeles, ciudades horizontales, estén bastante más contaminadas que Nueva York, donde la mayoría de la gente vive en departamentos y usa el transporte público para trasladarse.

Y en ciudades con una planeación urbana prácticamente nula como las de nuestro país, el problema es más grave: Más embotellamientos, más contaminación. Y cuando se trata de hacer más angostos los carriles para poner una línea de BRT (Metrobus o Macrobus) o para colocar una ciclovía, los automovilistas explotan. Porque les enseñaron que la vía es suya, nada más que suya, y que a los peatones debíamos de segregarlos con puentes peatonales colocados a kilómetros de distancia.

De hecho, en ciudades congestionadas como la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey debería ser impensable en seguir apostando al automóvil; la arcaica planeación urbana hace insostenible este modelo, por más parches, nodos o segundos pisos que se construyan. Nuestras ciudades deberían apostar al transporte público (que más gente se suba) y a los medios de transporte alternativos.

Y eso requiere cambiar la cultura. Somos una sociedad muy clasista e incluso este rasgo juega en contra.

¿Cómo hacer que más gente se suba al transporte público cuando muchos piensan que «el camión es para los nacos»?

¿Y cómo hacer que se suban cuando el transporte público parece ideado para eso, para la gente a la que no le queda de otra? Camiones sucios, choferes sin preparación, inseguridad, y un sinfín de etcéteras.

Y las bicicletas son para los pobres, o para enfadosos hipsters que sólo le llevan la contra a todo.

Entonces nos damos cuenta que no sólo se trata de cambiar el modelo, sino la cultura. En Nueva York, un negro de Bronx con ingresos escasos puede estar en el mismo vagón del gerente de un banco importante. En México eso es impensable.

Y entonces el automovilista piensa que todas las políticas públicas deben de girar en torno a su coche. Pero está equivocado, porque el automovilista es un privilegiado, conduce un aparato que lo traslada más rápido, ocupa más espacio y contamina más. Las políticas públicas deben de enfocarse a los medios de transporte más eficientes y más limpios, el automóvil no lo es.

Es cierto, hay algunos ciclistas que no respetan las señales de tránsito …

… pero muchos automovilistas tampoco no lo hacen; de hecho a veces tienden a hacerlo menos. Y en este caso ambos tienen una responsabilidad a la hora de salir a la calle.

Pero recordemos, el automovilista tiene un arma consigo. Si el automovilista atropella a un ciclista el que se muere es el ciclista, si un ciclista se estampa contra un automovilista, el que se muere, de nuevo, es el ciclista.

Y supongo que ahora has entendido por qué no debes de enojarte por la nueva ciclovía o el nuevo transporte público que pasa por tu avenida.