Pasos retumban a las espaldas de aquella mujer que, asustada, acelera su paso; el reloj en su muñeca tiene a la manecilla pequeña apuntando al 9, a la larga señalando el 12 y a la delgada recorriendo el 3, sin embargo, el Sol ya se ha ocultado… El contrato de aquella dama manifiesta con claridad que su horario de trabajo abarca 8 horas, de las 10 de la mañana a las 6 de la tarde, mas aquel viernes se vio forzada a trabajar dos horas extra; sin paga claro esta: Algunos errores en los papeleos del jefe de sector causaron un problema mayúsculo en la empresa. A ella, como secretaria de la oficina de relaciones interiores, no le correspondía arreglar ese dilema, pero claro, tampoco tendría que ampliar su jornada laboral sin ninguna recompensa; hay que decirlo; autoridades prepotentes nunca faltan:
-Todos, en algún momento, debemos sacrificarnos por la compañía señorita; hoy por mí, mañana por usted- dijo su patrón antes de marcharse a su casa…
El edificio donde la femenina trabaja está ubicado sobre una gran avenida; a un costado se encuentra un supermercado perteneciente a una de las tantas cadenas extranjeras que acaparan el marcado nacional. Al otro lado, un lote baldío, delimitado por una gran cerca metálica que se cae a pedazos, se encuentra invadido por pastos crecidos en los que reposan los grillos para hacer su sonido habitual… Aquella zona es transitada en el día, pero, al caer la noche, no queda más que rezar a tu Dios para no ser asaltado o, en el peor de los casos, secuestrado…
El corazón de la joven de 30 años se agita cuando la marcha del sujeto a su espalda aumenta… No, no es miedo ya lo que hay en la cabeza de la trabajadora; es el terror lo que la ha dominado; ¿qué hacer si aquel bastardo no se conforma con su bolso?… ¿qué otra cosa le puede quitar?…
-¡Maldita cuidad!, ¡maldita jungla- se lamenta la mujer mientras deja escapar una lagrima llena de angustia por su ojo derecho; tiene razón; en este monstruo que llamamos capital la delincuencia nos ha quitado más que algunos celulares, carteras y demás pertenencias; nos a quitado nuestra libertad y ha hecho del temor una cosa del diario; en cualquier autobús te pueden asaltar y en cualquier calle secuestrar… ya nadie es confiable…
El pulgar y el índice derechos juegan con la cruz que la muchacha trae colgando en el cuello:
-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos el pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en tentación, líbranos de todo mal… amén- son las palabras que repite con desesperación la indefensa dama al mismo tiempo que más lágrimas escapan de sus ojos; su mente empieza a correr, a jugar… a torturarla; como pedradas iracundas imágenes terribles golpean su mente, no pude pararlas; degradación, violencia, sangre, risas, súplicas, llanto, desesperación, dolor, ira e impotencia es lo que abunda en que aquellos escenarios… la persona que camina detrás ya casi la alcanza; antes eran unos 10 pasos, pero ahora son menos de tres; la hora se acerca, la mujer cierra sus ojos mientras gotas de sudor recorren su rostro; quiere desaparecer, quiere morir…
-¡Corre!, ¡corre!- se ordena en silencio, pero ya es demasiado tarde…
-Disculpe- es lo que le dice un hombre de edad avanzada que cargaba un portafolio antes de seguir su camino… Hoy se ha salvado, bien por ella, ahora le falta sobrevivir el resto de sus días…
Todavía paralizada la joven le hace la parada a un taxi… esperemos que llegue con bien a su hogar…
¿Qué fue todo esto?, sólo una historia, no muy aterradora, del infierno…