El Güevón

Abr 5, 2010

-¿Oye Juan?, porque no te vas a ver la TV. -No, es que me da güeva. -Bueno, entonces vete a dormir un rato. -No, es que me da güeva. -Bueno, pues, vete a hechar la güeva. -No, es que me da güeva.

Si hay algo que me desespera de la gente es que sea floja y güevona. No voy a negar que como todos a uno de pronto me pueda dar una rachita de flojera y de apatía, pero creo que algo que es valorado (o se debería valorar) es que la gente le heche ganas a la vida. Pero da la casualidad que cuando uno empieza a conocer gente, trabaja en alguna empresa, se da cuenta que los güevones abundan. Y a veces lo que me da coraje, es que algún que otro guevón logra trascender de alguna manera en su vida (ya sea por palancas, por ayuda de papi o por alguna otra razón), aunque es tiempo para que estos saquen el cobre y se caigan de su falso pedestal.

No significa que uno deba de ser matado en la vida y trabajar como negro, también sería un exceso. Pero creo que de cada ser humano se debería esperar que al menos tuviera metas en la vida y estuviera trabajando por ellas. Eso no solo dignifica a la persona, sino que la motiva y le da autoestima, además de que la entretiene y la hace menos propensa a sufrir depresiones o a sentirse mal. Pero hay algunos que parece que no lo entienden. Porque es cierto que trabajar requiere un esfuerzo (hay que levantarse de la cama y ponerse en acción) y sacrificio, pero esto siempre es rencompensado de alguna forma. Por ahí dicen que el sumergirse en la rutina diaria del trabajo (sin excesos) elimina o al menos reduce los malos pensamientos.

Yo recuerdo, en la empresa que trabajaba, el 50% de los empleados que conformaban la plantilla laboral eran güevones. ¿Cuales eran sus características?, llegaban 15 minutos tarde al trabajo (cuando llegaban temprano), no solo no se esforzaban para llegar a sus metas, sino que ni siquiera las tomaban en cuenta, y lo peor, ni sabían cuales eran. Hacían que trabajaban cuando el jefe estaba presente. Pero cuando este se iba, convertían la oficina en un spa del relax. Prendían su cigarro y se salían al patio a platicar, otro se quedaba jugando y visitando blogs en internet como este, uno más hechaba su buena siesta mientras su amigo lo fotografiaba con su celular y lo ponía en evidencia. Hacían todo lo posible, pero todo por no trabajar, vivían bajo la ley del mínimo esfuerzo.

¿Y tenían razones por estar despreocupados?. La verdad que no, uno tenía que mantener un hijo, otro debía estar pagando su carro. Mientras el jefe no se diera cuenta, el cheque quincenal les llegaba al igual que a los que si trabajábamos. ¿Decirle al jefe?, sería un chismoso, ¿concientizarlos a ellos?, probablemente ni caso me harían. Simplemente era tiempo, si, cuestión de tiempo para que los resultados de su esfuerzo cosecharan frutos. ¿Y cual esfuerzo?, cuando su productividad llegaba a ser un cero redondo a pesar de recibir el mismo (o casi el mismo) sueldo que los que si trabajaban.

Como lo decía, los güevones abundan por doquier. ¿Pero por qué son güevones?. Tal vez les falte un poco de disciplina, orden en sus vidas, pero yo creo que más bien, los guevones tienen el problema de no fijarse metas a largo plazo. Cuando uno no tiene porque luchar, metas que alcanzar, vive al día y bajo la ley del mínimo esfuerzo; busca una vida comodina y disfrutar de los placeres de «hoy» sin importar que pasará mañana. Y es preocupante, porque a pesar de que se dice que el ser humano vive cada vez una vida más acelerada, con sobredosis de estrés y preocupaciones, los güevones siempre encuentran alguna forma de establecer su modus vivendi y salirse con la suya.

Por eso tengo que decirlo, odio con todas las ganas a ese tipo de gente. Nada más estorba, e incluso llegan a estorbar cuando se cruzan en tu camino. Si conoces a un güevon, dale un sope o un coscorrón, o tal vez una buena patada en el rabo sea la solución. O más bien matarlos a la Swenney Todd (que final tan horrible el de esa película).