Hace una semana quisieron funar a Jesús Silva-Herzog por afirmar que Claudia Sheinbaum representaba una suerte de autoritarismo competente.
Hubo quienes lo vieron como una suerte de quedar bien o no incomodar con quien podría ser nuestra próxima presidenta. Tal vez lo interpretaron así porque en su columna decía que los opositores no debían renunciar a la crítica: está diciendo que nosotros debemos ser críticos y que Claudia es competente. ¡Ya se vendió!
Pero muchos otros no lo leímos así. Vimos en su afirmación no un piropo, sino una llamada de atención: un autoritarismo competente podría ser uno más peligroso que uno desordenado y desaseado como el de López Obrador. Esta lectura que hicimos se reafirmó con la columna que Silva-Herzog publicó una semana después. Ahí, explicó aquello que muchos entendimos bien: el autoritarismo y la eficiencia pueden ser un coctel muy peligroso.
Y yo estoy de acuerdo con que Claudia es una persona mucho más competente que López Obrador. Acierta Silva-Herzog que aquello que muchos adjudican a Claudia como una manifestación de incompetencia fue más bien producto de una profunda falta de ética: el hecho de que se le haya caído el metro o que haya experimentado con la salud de los chilangos.
La competencia y meticulosidad de Claudia Sheinbaum, aunada a su profunda insensibilidad y su falta de escrúpulos, podrían aceitar y fortalecer el régimen autoritario que ya se está construyendo. López Obrador tiene mucho tacto político, pero no técnico. Claudia tiene lo segundo de sobra, y ahí, en su rancho, López Obrador seguramente seguirá coordinando lo primero y tratará de legitimar a la figura de su candidata.
En Estados Unidos algunos veían un alivio que Donald Trump fuera una persona, como López Obrador, más bien desaseada e improvisada. Adjudicaban a ese hecho que el magnate no lograra lacerar la democracia e institucionalidad estadounidense mucho más allá de su berrinche de un inexistente fraude, pero que, de mantenerse las causas que lo hicieron surgir, podría aparecer un autócrata mucho más competente que resultara un peligro mucho más real que destruyera los contrapesos que tanto han caracterizado a la política estadounidense.
Claudia Sheinbaum podría ser la versión mexicana de esa autocracia más competente. Una más meticulosa y calculadora en las formas, que tenga mayor habilidad de instrumentar el cacareado Plan C y todo aquello que busque concentrar el poder en su movimiento y su figura.
Ello es un peligro real para la democracia mexicana. Y si Claudia logra consolidar esa «transformación», el riesgo de que se pierdan los avances que tanto costó construir, que no tengamos elecciones libres por mucho tiempo y que regrese la permanencia en el poder, será muy latente.